A partir de 1960, estalló. Punta del Este atraía cada vez más desde Argentina a la “(...) riqueza de nuevo cuño, surgida con la modernización económica del país: grandes empresarios y profesionales exitosos que no querían o no podían pasar los filtros de 'bolilla negra' con los que los balnearios del Ocean Club [Mar del Plata] y el Jockey Club [Punta Lara] aseguraban a la clase alta tradicional un veraneo en compañía de los mismos rostros y apellidos familiares”, sostienen los historiadores argentinos Elisa Pastoriza y Juan Carlos Torre (p. 350).

Punta del Este era, por aquel entonces, un rústico reducto donde el protocolo porteño soltaba amarras frente a la etiqueta de una aristocracia tradicional en declive, cuya predilección no se encontraba en el este uruguayo a pesar de considerarlo una opción. Tras el fin a las barreras aduaneras de la década de 1950 sucedió el ascenso de un marketing turístico a lo [Mauricio] Litman; el balneario uruguayo innovaba con sus bungalows, boites, festivales, salas de juego y más. El edén oriental despuntó, afianzando su tímido legado.

Una flotante población de barrios jardín y altas torres proliferó en aquel entonces, especialmente, de la mano de oleadas argentinas. Aquel recanto tranquilo que atrajo a contados patricios, luego a una nueva élite tanto empresarial como profesional mayoritariamente argentina, así como posteriormente a sus capas medias, gradualmente se glamourizaba (Zorzi y Campodónico, 2019). Sin perder pie ante una propuesta de retiro y serenidad, yuxtapuesto al desenfreno y la exhibición.

Miles de nuevos residentes sustentarían su trabajo en las dinámicas del turismo. La población del conurbano Maldonado-Punta del Este se duplicó entre los censos de 1985 y 2011, el censo 2023 probablemente no se quedará atrás en tanto nuevo perfil de residente emerge.

En su reciente libro Laboratorio Uruguay, Silvia Naishtat y María Eugenia Estenssoro indagan sobre ¿Por qué tantos extranjeros eligen vivir en Uruguay?, en los 2020. Responden destacando un “oasis de bonhomía”, cierto espíritu de “respeto y libertad”, así como una “cultura cívica y política” evidenciada a través de la construcción de acuerdos, en contraste con una confrontación irreductible al otro lado del Plata. La (sobre)estima argentina se contrapone a la (infra)valoración uruguaya, pero en su sostenido enamoramiento se ve confirmado en la incansable modestia oriental. Punta del Este, analizan, ofrece distancia a la vez que cercanía del gigante austral, en un entorno que hace tiempo sabe a casa.

Venir para quedarse

Los asiduos visitantes de la otra orilla se vieron integrados a “(...) un territorio que, gradual e inconscientemente, fueron considerando como suyo”, resaltando su “autopercepción localista” que lleva en incontables ocasiones a describirlo como una extensión de Argentina (Trochón, 2017, p. 16).

El turismo proveniente de aquel país ha resultado estructurante de la actividad turística nacional (Brida et al., 2020; Da Cunha y Campodónico, 2012). La migración desde esta vecina nación dio un salto en el último lustro entre desestímulos para con el lugar de origen; el atractivo del lugar de destino; así como un contexto gestado en la pandemia de disociación de los lugares del ocio frente a los lugares de negocio (o trabajo), usualmente asociados a la residencia permanente.

“Hay muchos argentinos que vinieron acá, que se sienten como exiliados. Casi como exilio. Tal vez la palabra exiliado político es demasiado, pero ellos así se sienten”, reflexiona un residente de la vecina orilla, con profusos lazos en la comunidad argentina radicada. Lo mismo, en similares términos, plantean otros migrantes. Efectivamente, el entrañable destino estival seduce en sí mismo, pero un contexto desafiante al interior de la Argentina que inclina, en parte, a la decisión de movilidad. Naishtat y Estenssoro enfatizan tal percepción al indagar sobre una élite argentina capaz de elegir en el mundo dónde estar, decidida a alejarse pero tampoco tanto. Argentina no deja de estar presente, con hondura.

Una muestra de ello es que, generalmente, siguen la actualidad política con obstinación. A tal punto que resulta difícil acompasar tan solamente su afán lector en la temática, según sostiene la librera puntaesteña Gabriela Sanseviero al ser entrevistada en Del Sol FM sobre su oficio en el balneario, con el argentino como cliente fundamental desde larga data.

"El movimiento de personas a lugares, de manera permanente o a tiempo parcial, debido principalmente a una real o percibida superior calidad ambiental y una diferenciación cultural del destino” (Glorioso y Moss, 2007, p. 138), es un concepto usual para definir las migraciones por amenidad. Ese contraflujo desde la gran ciudad hacia la seguridad devino, para la situación sanitaria de 2020, en el fenómeno de lo que autores como Talandier (2020), entre otros, denominan Zoom towns.

Es decir, localidades que atraen a partir de la disociación entre el lugar de trabajo y el lugar habitado, sumado a que en época de confinamiento fue posible y relativamente seguro realizar prácticas de tiempo libre en entornos de escasa población, además de considerar sus atractivos paisajísticos y/o la conveniencia de una infraestructura turística ociosa (residencias de veraneo, etc.). La segunda casa se volvió primera para unos cuantos argentinos, uruguayos y extranjeros.

A su vez, políticas fiscales macro de incentivo a la radicación de capas medias a altas, hicieron mella. A pesar de que aún resta profundizar en políticas micro de inserción que operen a modo de bienvenida, asesoría continua (sobre la norma escrita e inclusive la sociabilidad menos formal), además de instancias promovidas de asociación entre pares, así como con los múltiples agentes locales.

Para un perfil poblacional móvil de altas expectativas, cuya integración define su continuidad o retorno, la familiaridad de argentinos con el entorno eventualmente redunda en una inserción espontánea. A pesar de que mucho resta por hacer en ese dirección, especialmente pensando en expats provenientes de otras regiones sin mayores mapas de orientación en la zona.

Sólo en 2002, un total de 6.310 nuevas residencias fueron concedidas a argentinos, evidenciando una tendencia que trasciende la coyuntura sanitaria como única explicación (DNC, 2023). En total, 27.000 argentinos arribaron a Uruguay desde 2020, distribuidos en su mayoría entre los departamentos de Colonia, Maldonado, Montevideo y Rocha, destacándose el segundo destino y en él, Punta del Este (DNC, 2023)

¿Qué hacen por acá?

La jubilación, las utilidades, el trabajo a distancia, la inversión en actividades ligadas al turismo u otras redituables in loco, suelen ser las vías predominantes para efectivizar la radicación. Llegar para “ver qué pasa” no suele funcionar, insisten. Aconsejan venir con un plan, o con una fuente de ingresos por descontada. O, con lazos preestablecidos que puedan cooperar en la búsqueda de medios de subsistencia.

Una vez aquí, los versátiles perfiles de migrantes argentinos reconfiguran la esteña vida cotidiana.

“Tenemos más de 40 cafés abiertos en la baja temporada”, advirtió un antiguo veraneante devenido en residente permanente, algunas semanas atrás en un intercambio sostenido a la salida de una charla sobre historia local dirigida a nuevos residentes, en un mercado gastronómico próximo a La Pastora. No lo dijo, pero seguramente recordó las típicas puertas cerradas de antiguos inviernos. Y, si bien la exactitud de su estimación importa menos que la constatación de un fenómeno que salta a la vista, probablemente la cifra es aún más alta a lo largo de la costa centro-este del departamento de Maldonado.

La cafetería (de especialidad, o no) se vuelve lugar de encuentro, para nuevos residentes que pululan trayendo consigo otra sociabilidad. Entre la oferta pública y privada abundan desde talleres artísticos como el Club de Lectura PdE que, alternadamente en uno de esos tantos cafés, cita a grupos de nuevos residentes para leer y conocerse.

También coexisten centros de entrenamiento corporal del estilo de aquel de la 24 y la 30 de la península, que conjugan la figura del gimnasio con la del club social, y a cuya la salida unos cuantos usuarios confiesan seguir por un cafecito para conversar un poco más. Episodios de una economía plateada que no cesa de fulgurar, al compás de una nueva sociabilidad desde sus magnitudes e incidencias, desde su ritmo a contratemporada y una influencia, como se ha visto, tan albiceleste.

"Son diferentes a nosotros", comentó sobre sus compañeros argentinos una joven mesera de un concurrido nuevo café. "Hace años que trabajo acá y nunca hablamos con el jefe de nuestro sueldo. Ellos [los meseros argentinos], se lucen a los pocos días de llegar y ya piden un aumento. Son despiertos, se mueven… Cosa que nosotros [los uruguayos]…".

No faltan testimonios, en otros ámbitos de la vida, sobre cómo “los argentos van para adelante”, en innúmeros planos que cada quien podrá imaginar. El modo oriental aparentemente sosiega a los que llegan, a veces porque también arriban taciturnos dado un coyuntural desaliento, se escucha. Aparte, hay quien sugiere que “no llamar demasiado la atención”, ni “avasallar” resultan claves del éxito para ser parte del Uruguay, ya sea en Maldonado, Montevideo o Tacuarembó.

Volviendo a las nuevas prácticas en patente ascenso al este del Plata, otro ejemplo podemos encontrar en las obras de teatro en cartelera copando (para lo que se estaba acostumbrado) desde el teatro de la Sociedad Unión de San Carlos al Showroom Copacabana del hotel Enjoy, trayendo el gran circuito comercial de ambos márgenes del Plata. A su vez, el stand up de Noelia Custodio encuentra un lugar en el teatro Paz y Unión, mientras actores como Patricia Álvarez y Sebastián Slepovich consagran el circuito local.

Por si fuera poco, Medio y Medio sorprende con su programación musical en meses que no son ni enero, febrero o marzo. Obviamente, no sólo para argentinos sino también para un creciente número de uruguayos y diferentes extranjeros en el balneario; desde el antiguo al nuevo residente, redunda en un cosmopolitismo local borboteante que da un toque peculiar en una amplia multifacetada oferta.

No obstante, el protagonismo de la vida en el hogar, así como el diálogo incesante con las pantallas, probablemente marca la rutina de casi todos por acá. En un cotidiano que alterna obligadas visitas a centros de salud, instituciones educativas, tiendas de subsistencia y esporádicamente locales de ocio. En ese marco, emana un circuito social, cultural y recreativo en un entorno que invita a estar.

La atenta mirada argentina

“Punta del Este fue proyectada y construida -en gran medida- gracias al aporte argentino (...). Para los argentinos el balneario era no sólo un lugar donde 'se pasaba bien' -el paraíso del ocio- sino que lo sentían como propio, olvidando con naturalidad su calidad de extranjeros” (Trochón, 2017, p. 484). Entregados a un territorio vivido como propio, los argentinos han señalado hacia donde mirar.

Mientras Litman invitó a contemplar el bosque de Cantegril en los 50, fue Francis Mallmann en los 70 quien con su restaurante Los Negros vislumbró José Ignacio, como haría también posteriomente con el esteño pueblo Garzón, introduciéndolos en el repertorio de imágenes asociadas a Punta del Este.

El atisbo de su par argentino Alejandro Bulgheroni sobre Colinas de Garzón, llevó la vista hacia un campo que se volvió marítimo pero que antes no estaba, no se miraba. La Toscana atlántica que se propuso, así como las metas de las personalidades antes mencionadas, fueron hitos que, con sus pros y contras, evidencian un rumbo local con sellos a veces más personales que institucionalmente planificados, aunque persisten ambos.

Otros habían visto, vivido, emprendido en aquellos lugares. Pero muy pocos lo hicieron con el tino, las redes de contactos o la inversión necesaria para luego colectivizar su mirada, volverla también una aspiración de unos cuantos otros.

Si los uruguayos Carlos Paez Vilaró y Pablo Atchugarry también moldearon miradas colectivas hacia el arte desde el oeste y este de la península puntaesteña, queda demostrado que la configuración de la silueta y formas balnearias tienen autorías nacionales compartidas. Los argentinos, igualmente, no cesan en su potestad de marcar tendencias. Así lo demuestra Martín Migoya cuando mira Punta del Este como emplazamiento para una empresa de software como Globant.

La óptica cada vez más generalizada sobre la conveniencia de vivir en un entorno sugerente mientras se trabaja para el high tech, es moneda corriente en el este a la fecha. Ya sea una central de operaciones que esté en el territorio local, o no, estar en el área surge como una ventaja que proyecta perspectivas futuras. El desafío de formar para empleo de alto valor en tales rubros, más sustancioso que aquellos del turismo pero dependientes de una preparación notoriamente superior, es un reto para la ciudad universitaria local.

Mirar al Uruguay y su balneario estrella como destino de inversiones es una estrategia de larga data desde Argentina, especialmente desde los bienes raíces a través de inversores identificables y otros anónimos. Entre innúmeros factores, debe señalarse cómo contribuyó el que “(..) desde la década de 1970 la política financiera uruguaya se encaminó decididamente a generar las condiciones legales necesarias para crear una especie de santuario pecuniario” (Tenenbaum, 2022, p. 306). Mirar al cielo, a las torres, es estar atento a esos trazos de la historia, pero no solamente.

Trascender el verano

En la temporada alta unos vienen por tranquilidad, otros en busca de agitación. Quienes eligen estar la mayor parte del año, parecen llegar por lo primero. En su mayoría, aspiran al punto medio entre un mesurado letargo y cierto movimiento como el que ofrece el departamento de Maldonado. No permanecen el año entero necesariamente en la zona, transitan esporádicamente la región y a veces el mundo. Serán más serán menos los que llegaron hasta acá (el censo dirá), pero retroalimentan una vida urbana antes adormecida más o menos levemente luego del 28 de febrero. Y es así que se celebra un nuevo aniversario puntaesteño este 5 de julio, con más gente que nunca para conmemorar la eterna cadencia del confluir desde tantos lados: Argentina, Uruguay y más allá.

Daniel Cajarville es docente en el Departamento de Ciencias Sociales del Centro Universitario Regional del Este, así como en el Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, PhD por la Universidad de San Pablo (USP/Brasil). El presente artículo deriva de proyectos sobre las transformaciones materiales y simbólicas de la región este del Uruguay para las últimas décadas, especialmente a partir de las movilidades turísticas y migratorias. Parte del texto se sostiene en actividades de investigación realizadas junto a la doctora Verónica Filardo, siendo lo afirmado responsabilidad única del autor.

Bibliografía

Brida, J.G.; Lanzilotta, B.; Risso, A. (2008). Turismo y crecimiento económico: el caso de Uruguay. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 6, 3, pp. 481-492 .

Da Cunha, N.; Campodónico, R. (2012). Uruguay: Hacia la noción de país turístico. Estudio histórico 1930 – 1955. Anuario IEHS, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 27, pp. 331-367.

DelSol FM. Dos visiones sobre el oficio del librero. 22 may 2023. Disponible en:https://delsol.uy/notoquennada/ronda_oficios/dos-visiones-sobre-el-oficio-del-librero. Acceso: 4/7/2023.

DNC. Estadísticas. Disponible en: https://migracion.minterior.gub.uy/index.php/estadisticas. Acceso: 5/6/2023.

Glorioso, R.; Moss, L. (2007). Amenity migration to mountain regions: current knowledge and a strategic construct for sustainable development. Social Change, 37,1, pp. 137–161.

Pastoriza, E., y Torre, J. (2019). Mar del Plata: Un sueño de los argentinos. Buenos Aires: Edhasa.

Talandier, M. (2021) Télétravail et recompositions territoriales : les Zoom towns. Dans Constructif 3, 60, pp. 56- 60.

Tenenbaum, G. (2022). Los protectores del capital. Montevideo: Debate.

Trochón, Y. (2017). Punta del Este: el edén oriental. Montevideo: Fin de Siglo.

Zorzi, M.; Campodónico, G. (2019). De lo Inhóspito al glamur: Narrativas sobre las transformaciones de Punta del Este, Uruguay, en la Mirada de los Antiguos Residentes. Rosa dos Ventos - Turismo e Hospitalidade; 11, 2, pp. 238 - 249.