A principios de 2023 algunos usuarios de la laguna Garzón percibieron un aumento en cantidad de plantas acuáticas que se tornó preocupante en la antesala de este verano, sobre todo para quienes desarrollaban actividades náuticas.
Tras movilizarse en la comunidad local y buscar respuestas ante las autoridades, un grupo de particulares propuso al Ministerio de Ambiente (MA) encargarse de la costosa tarea de cosechar esta especie con vistas a la temporada. Aunque los equipos técnicos de la cartera la consideraron de recibo para sitios puntuales, la autorización no llegó.
Ahora que el pico estival quedó atrás, el subsecretario de Ambiente, Gerardo Amarilla, dijo que esperan que llueva para que se abra naturalmente la boca de la laguna e ingrese agua salina para eliminar buena parte de las plantas acuáticas que han tomado el espejo de agua.
“Se trata de una situación muy particular, generada a partir de la sequía que se dio el año pasado. La laguna tuvo baja cantidad de agua y baja salinidad, que permitió una floración de plantas nunca antes vista”, comentó el jerarca en una rueda de prensa, al participar este martes por la noche en un encuentro para analizar el tema en la Liga de Fomento de Punta del Este.
Añadió que el equipo técnico “está esperando cómo se dan las precipitaciones en las próximas semanas” para atender el caso. “Tenemos que esperar las lluvias en la cuenca y ver cómo sube el nivel del agua. Cuando pase los 40 metros establecidos, consideraremos la apertura [de la laguna] para que sea en condiciones óptimas. Una apertura forzada podría tener más perjuicios que beneficios”, argumentó el subsecretario.
Los aportes del CURE
En la jornada también participaron expertos del CURE en Rocha y Maldonado que presentaron la “evidencia científica” generada durante siete años de trabajo en las lagunas costeras junto al MA, con vistas a entender la situación de la laguna Garzón y considerar opciones de manejo.
Lorena Rodríguez, doctora en Ciencias Biológicas y profesora grado 4 en el Departamento Interdisciplinario de Sistemas Costeros Marinos del CURE, explicó que en Garzón hay una carga elevada de nutrientes -nitrógeno y fósforo- que promueve la proliferación de organismos.
“Puede ser plantas, como en este caso, o fitoplancton, que, en el peor caso, podrían generar cianobacterias. Eventualmente podría cambiar el sistema dominado por plantas acuáticas a un sistema dominado por cianobacterias”, advirtió.
La progresiva acumulación de nutrientes y materia orgánica en la laguna, debido al “funcionamiento natural de las cuencas que arrastran sedimentos y por las actividades productivas”, más la escasez de lluvias, han propiciado esta situación.
“Cuando se abre la barra de arena que separa la laguna del océano, esos contaminantes se descargan al mar en un proceso de autolimpieza y el sistema se mantiene en un nivel de buena calidad del agua cuando ingresa el agua del mar”, dijo. El asunto es que, con la sequía prolongada, en Garzón no se generó la frecuencia habitual de conexión con el mar y se dio “una acumulación mayor a la normal”, favoreciendo el crecimiento de las plantas acuáticas.
Evidencia para tomar acciones
A pesar de esta situación, Rodríguez confía en el trabajo realizado entre los expertos del CURE y del MA. “Sabemos cómo ha evolucionado el sistema de las lagunas costeras a lo largo del tiempo y hay mucho conocimiento científico acumulado que permite dar recomendaciones de manejo”, destacó la bióloga, que además es directora de la sede rochense del CURE.
A su juicio, la opción más plausible es el manejo de la barra y limitar la cosecha mecánica de plantas a situaciones puntuales, ya que hacerlo en la enorme extensión de la laguna es inviable. “Hay que manejar adecuadamente la apertura de la barra”, remarcó.
Este punto ya había sido manejado en noviembre cuando el departamento del CURE que integra Rodríguez elaboró un informe con sugerencias de manejo para el MA, donde evaluaron pros y contras de cada alternativa.
Acción “tardía”
Desde el ministerio se aseguró entonces a la diaria que las acciones estaban en marcha. No obstante, los vecinos de José Ignacio y Garzón presentes en el encuentro de la Liga esteña dijeron que las autoridades no actuaron a tiempo para contener el fenómeno.
Quienes pidieron permiso al MA para cosechar plantas mecánicamente sólo llegaron a hacer algunos ensayos en uno de los puntos afectados, ya que no consiguieron la autorización concreta para la tarea, indicaron a este medio fuentes de la cartera y del CURE.
Más que por el impacto en las actividades económicas y el turismo -unos cuantos viven de las escuelas náuticas instaladas en la laguna-, les preocupan las consecuencias ambientales para el ecosistema del lugar y cómo hará la cartera para mitigar la situación.
Guardaparques relevan presencia de cianobacterias
La doctora Lorena Rodríguez dijo a la diaria que “unos días” de este verano “aparecieron cianobacterias en la ensenada del arroyo Garzón, donde desemboca en la laguna”.
No obstante, puntualizó que “hasta la primera semana de febrero, cuando se realizó el muestreo estacional del MA, no había cianobacterias en el cuerpo de la laguna”.
Algunos vecinos enviaron recientemente al CURE videos para denunciar que las cianobacterias “se están expandiendo”. Rodríguez señaló que, en vista de esta situación, “en estos días los guardaparques están realizando un relevamiento”.
“La idea es saber si están localizadas o se están expandiendo”, indicó.