Rodrigo Torres, coordinador del Laboratorio de Arqueología Subacuática y Conservación del Centro de Investigaciones del Patrimonio Costero que funciona en el Centro Universitario Regional del Este (CURE), fue uno de los integrantes del equipo científico de la expedición “Uruguay Sub200: Viaje a lo desconocido” y participó en una reciente conferencia resumen que tuvo lugar en la sede universitaria fernandina.

El oceanógrafo y arqueólogo marítimo, docente del CURE Maldonado, estuvo a bordo del buque de investigaciones Falkor (too), del Schmidt Ocean Institute, durante los primeros 15 días de expedición. Fue invitado por Alvar Carranza, también docente en el CURE fernandino y coordinador del equipo científico, para trabajar junto al equipo de geofísica creando visualizaciones tridimensionales interactivas y mapear el fondo marino.

Sobre la exploración liderada por la Universidad de la República (Udelar), que descubrió una decena de nuevas especies y 100 especies no registradas previamente, Torres consideró que se trató de “una experiencia fantástica” y “una verdadera inmersión”. Su tarea consistió en “hacer mapeos de algunos lugares definidos con una técnica de escaneo 3D”, conocida como fotogrametría.

Para obtener mapeos fotogramétricos de alta resolución, se utilizó el vehículo submarino de operación remota ROV SuBastian. “Fue interesantísimo porque aportamos también a la rutina del barco, a las capacidades, al uso de las capacidades que tenían”, dijo.

Un laboratorio del CURE en la profundidad

El científico brasileño, quien aplicó la tecnología tridimensional a los restos del buque de guerra británico Agamemnon y de la fragata española Salvador, destacó el hallazgo del destructor ROU Uruguay, de la Armada Nacional, a 1.165 metros de profundidad.

El buque fue donado por Estados Unidos a Uruguay en 1952 y hundido en 1995, durante un ejercicio naval. “Esto fue la sorpresa dentro de las sorpresas”, contó Torres, para recordar la emoción que despertó el descubrimiento colectivo y la transmisión en tiempo real para miles de personas.

“Trabajo con patrimonio subacuático hace 25 años. Veo barcos bajo el agua, estudio y entro a esos barcos, pero en este caso fue poder acercarnos ahí y ver, en conjunto con muchas personas al mismo tiempo. Eso destrabó una cantidad de sensaciones, de emociones, donde tuvimos un raro momento de ‘eureka’”, expresó.

Entonces, resaltó que se trató de “ciencia moderna en vivo” y que ahora el CURE “tiene un laboratorio vivo a 1.165 metros”.

Paso “muy importante” para la ciencia nacional

El docente valoró que en la expedición convivió “la interdisciplina, la multidisciplina y la transdisciplina” y que se generó un equipo “con muchas experiencias mezcladas y con identidades diversas”. “Se demostró que siempre que se dan las condiciones, las capacidades, es posible desarrollar lo que hacemos acá a mayor escala”, dijo.

En su opinión, esta experiencia representó un paso muy importante para la ciencia nacional. “La ciencia en Uruguay está en una posición concreta, con una capacidad de improvisar, pero también de actuar esencialmente cuando se dan las condiciones”, afirmó.

También consideró que, en adelante, “van a salir tesinas, tesis de maestría y doctorado” de “distintas disciplinas”, tanto en el CURE como en el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), y orientadas al manejo costero. El material recopilado tendrá “una capacidad sinérgica para las ciencias oceánicas en el país”.

Según el investigador, este tipo de misiones fortalecen “los vínculos culturales con la sociedad” y contribuyen a “la preservación y visibilidad del patrimonio histórico y cultural que Uruguay pasa a conocer junto con su patrimonio natural”. Tampoco soslayó que Uruguay Sub200 llegó en un momento en que el país desarrolla “una política estratégica para los océanos”, en el marco de la aprobación del “Instituto de Ciencias Oceánicas con una participación muy importante del CURE”.