Pasadas las 10.00 comenzó en Puerto Iguazú, en la provincia argentina de Misiones, la reunión ordinaria del Consejo Mercado Común (CMC) del Mercosur, que reúne a los cancilleres y ministros de Economía de los países miembros y Bolivia, Estado asociado, en la antesala de la Cumbre de Jefes de Estado del bloque que será este martes, en la que por primera vez en cuatro años participarán los cuatro presidentes. La organización, a cargo de la presidencia pro témpore que ocupa Argentina -y que en esta cumbre traspasará a Brasil-, determinó la transmisión oficial únicamente de la apertura de la reunión del consejo, a cargo del canciller argentino Santiago Cafiero.

Cafiero mencionó que vivimos “tiempos de incertidumbre global”, en particular por la guerra de Rusia y Ucrania pero desde antes, porque el “multilateralismo está en crisis”, con los organismos financieros y los foros de integración “en discusión”. En ese marco, advirtió, “tenemos que fortalecernos como bloque”, más allá de que reconoció que habrá “miradas distintas de cómo hacerlo, por supuesto, pero todas las opiniones son válidas y atendibles”. En cualquier caso, afirmó, “el desafío de achicar las brechas de desarrollo se hace con mayor integración y no con menos”.

En su discurso de apertura mencionó distintos avances que se dieron durante la presidencia pro témpore de Argentina en este primer semestre de 2023, pero se detuvo al referirse a las negociaciones por el tratado entre el Mercosur y la Unión Europea (UE), un acuerdo que se discute desde hace más de 20 años y sobre el que se llegó a un documento central en 2019.

Las negociaciones estuvieron prácticamente detenidas durante los últimos cuatro años, por las diferencias internas y las condiciones políticas en cada uno de los bloques. En Europa, por las resistencias de los productores agrícolas a abrir el mercado a las exportaciones latinoamericanas y por el rol de Jair Bolsonaro y particularmente su política ambiental; y, en el Mercosur, por los riesgos que puedan correr las industrias nacionales ante las importaciones europeas y por las nuevas medidas del bloque europeo en cuestiones ambientales.

Pero en 2023, el cambio de gobierno en Brasil determinó el retorno de los diálogos por el acuerdo, y la UE envió en marzo un protocolo adicional al texto acordado en 2019, que incluye adecuaciones en función del Pacto Verde europeo, que pretende ser un continente “climáticamente neutro” para 2050, y para eso ha adoptado distintas regulaciones.

Hasta ahora, Uruguay presentó algunas contrapropuestas a este protocolo adicional, y también Argentina, pero la expectativa estaba puesta sobre la respuesta de Brasil, ya que Lula dijo semanas atrás que el protocolo suponía “amenazas” para los países del Mercosur y que, si bien quería firmar un acuerdo, no estaba siendo posible. Ahora Argentina da un paso más y blanquea algo que se podía presumir que pediría Brasil, que es discutir no sólo el protocolo adicional, el texto que envió la UE en 2023, sino volver a abrir el documento acordado en 2019.

“No hay un discurso ideologizado, no tiene que ver con cuestiones emocionales, tiene que ver con cuestiones objetivas”, advirtió al inicio de su oratoria Cafiero, quien aseguró que Argentina “comparte el objetivo de avanzar con el acuerdo y ha trabajado en este sentido”.

Afirmó que “la profundización del vínculo” con la UE “es una señal política necesaria en un contexto internacional de conflicto e incertidumbre”, y que el acuerdo “también presenta oportunidades concretas de incorporar nuevas tecnologías y empleos, y puede ser un vehículo eficaz para que el Mercosur pueda potenciar su participación en el reacomodamiento del mapa global de la producción y el trabajo”. También dijo que el acuerdo podría permitir “catalizar” un número de inversiones en sectores estratégicos como la energía, los alimentos o la salud.

Pero dijo que, “para materializar estas potencialidades, es necesario trabajar y actualizar los textos de 2019”, esos que la UE, y hasta ahora el Mercosur, daba por cerrados. “Tal como fue cerrado refleja un esfuerzo desigual entre bloques asimétricos y no responde al escenario internacional actual”, opinó el canciller argentino, que detalló, por ejemplo, que el producto interno bruto de la UE es “aproximadamente seis veces más grande que el del Mercosur”, y que 25 de los 27 países del bloque europeo tienen un índice de desarrollo humano “más alto que cualquiera de los de nuestro bloque”.

Cafiero presentó varias discrepancias con ese acuerdo. En primer lugar, dijo que mientras el Mercosur “libera aranceles por 95% de las exportaciones europeas de bienes agrícolas, la UE libera sólo 82% de sus importaciones agrícolas desde el Mercosur y para la mayor parte de los restantes ofrece sólo cuotas o preferencias fijas”. Añadió que para los productos del Mercosur como carne bovina, carne aviar, miel, queso, maíz o etanol regirán cuotas permanentes, pero que “han quedado desactualizadas, porque el comercio actual supera la cuota: hoy comerciamos por encima de lo que se acordó en 2019, es decir que de ponerse en funcionamiento ese acuerdo tenemos que reducir lo que estamos exportando en este momento”.

Puntualizó además que el criterio de la cuota “no se aplica en sentido contrario: los bienes industriales que se importan desde la UE no están sujetos a ningún cupo”.

Otro punto que sumó a las desventajas que identifica Argentina es que “mientras que el acuerdo establece límites para los derechos de exportación y otras tasas, y otorga grandes concesiones en materia de compras públicas [para las empresas europeas en los países del Mercosur], el texto no dice nada de los subsidios al agro de la UE, esto quiere decir que el margen para las políticas públicas ha quedado más restringido para un bloque que para el otro”.

Por último, se refirió al protocolo adicional y a la “presentación de nuevas demandas en materia ambiental por parte de la UE”.

“Luego de cuatro años de negociaciones detenidas por diferencias políticas e internas en Europa, no en el Mercosur, en Europa”, llegó en marzo el texto adicional, conocido también como la side letter en temas ambientales, que plantea, a entender de Cafiero, “una visión parcial del desarrollo sostenible, excesivamente centrado en lo ambiental, con escasa consideración del desarrollo económico, social y de la interacción entre las distintas dimensiones”.

“El texto nos plantea nuevas obligaciones en materia de cambio climático, deforestación o biodiversidad, que van más allá de lo acordado en foros multilaterales, pero omite referirse a los medios de implementación, y esto es indispensable para que los países en desarrollo podamos cumplir con los compromisos ambientales”, aseguró.

Al cerrar, el canciller dijo que la clave “no está en firmar o no firmar el acuerdo”, lo que dijo es parte de una “simplificación mediática”, sino que está en “encontrar los textos, los caminos y las formas de trabajo entre nosotros y la UE para disminuir las brechas, potenciar la producción, el empleo y la incorporación de nuevas tecnologías a ambos lados del océano”.

Dijo además que el Pacto Verde “se producirá con o sin acuerdo comercial entre los bloques”, por lo que la firma de un tratado “puede ser una oportunidad para reacomodar los desbalances del acuerdo y ajustarlos a la realidad de un mundo que cambió sensiblemente en estos cuatro años”.

Detalló que Argentina puso a consideración del bloque dos textos adicionales para el acuerdo con la UE: uno sobre cooperación técnica y financiera, para “contribuir a la gradual reestructuración y fortalecimiento de pymes del Mercosur que operan en sectores que se verán afectados por la competencia europea”, y otro sobre la creación de cadenas de valor industrial.

Al cerrar, Cafiero marcó que “el compromiso argentino con la integración del bloque es inequívoco”.