Javier Milei había terminado su primer discurso de apertura de sesiones del Congreso y se retiraba del palacio, entonado por el Festilindo de las bancadas ultraderechistas y las barras de jóvenes fóbicos al Estado que consiguieron acceso. Su pieza oratoria incluyó ofensas (“políticos como muchos de ustedes son ricos”, “autores de una fiesta obscena”), anuncios de guerra (“se encontrarán con un animal muy distinto al que están acostumbrados”), una repetida lotería de extravagancias (15.000% de inflación, 17% de déficit fiscal, el país más rico del mundo que cayó al puesto 140), anuncios de motosierra cruel (cierre de Télam, regreso de las AFJP y vía libre al gatillo fácil y la ejecución “en legítima defensa”), mercantilización de la política (financiamiento privado de los partidos), una barbarie negacionista de la pandemia y del terror de Estado en una misma frase, en torno al número 30.000, y “la bomba”, “la revelación bíblica”, “la refundación” que encandiló a los medios oficialistas: un contrato de adhesión a un decálogo neoliberal a ser firmado el 25 de mayo, en Córdoba, sujeto a la aprobación de la ley ómnibus que fue retirada tras su fracaso en Diputados. El Pacto de Mayo, aclaró Milei, muy probablemente naufragará más temprano que tarde, porque “la corrupción, la mezquindad y el egoísmo están demasiado extendidos”.
Con esas palabras todavía resonando en el palacio legislativo, el jefe del bloque radical en Diputados, Rodrigo de Loredo, no perdió oportunidad de demostrar la falta de altura, capacidad estratégica, valores e ideología de la política líquida que representa. Dijo De Loredo ante los cronistas: “Celebramos el tono con el que ha encarado este anuncio de apertura de sesiones el presidente. En buena hora. Celebramos que haya trazado un diagnóstico de lo recibido con más precisión, menos eslóganes, pero con una cruda descripción de la situación crítica de la Argentina. Nos parece que es un gran aporte. La propuesta que, fiel a su estilo, denomina una serie de reformas ‘anticasta’, prácticamente diría que cada una de esas iniciativas son desde hace tiempo iniciativas que el radicalismo propicia... Nuestra expresión política siempre ha hecho un culto a la austeridad en la administración del Estado. Estamos muy contentos...”.
De Loredo da la nota desde que asumió Milei, por el palmario contraste entre su voluntad de dar una mano y el desprecio que le depara el libertario. El jefe de la bancada de la Unión Cívica Radical no fue, sin embargo, el único que pareció querer volver a la situación previa al 7 de febrero, cuando el gobierno decidió retirar la ley ómnibus tras un par de votaciones en contra en artículos sensibles.
¿Qué significa esta oferta de rendición a “las ratas” y “los traidores”? ¿Milei mueve fichas desde una posición de fortaleza o de debilidad? ¿La oposición amigable tiene oportunidad de retornar a su zona de confort? ¿Pronunció el ultra un discurso “histórico”, “impresionante”, “fundacional”, “de estadista” y “sensacional” tal como describieron los canales de televisión de los principales grupos de comunicación del país, Clarín y La Nación?
Las urgencias de la agenda ultra
Un primer dato es que Milei necesita tener la ley Bases aprobada como tal o con un cuerpo central y proyectos satélite. Si quiere concretar la reducción de cinco puntos del producto interno bruto (PIB), se impone que la licuación de jubilaciones, salarios y planes de asistencia conseguida este verano gracias a la devaluación de diciembre quede cristalizada en una ley.
Al final, la maniobra de presentar un proyecto para modificar cientos de leyes para luego negociar a las patadas durante un mes y terminar retirándola en pleno debate en el recinto no fue una obra maestra para exponer la división ideológica, como se dejó autoconvencer el ultra en un puñado de entrevistas posteriores al fracaso en el Congreso.
Otro aspecto correlacionado es que Milei no baraja un rechazo al decreto de necesidad y urgencia (DNU) de similares características a la ley Bases, cuyo veto en el Senado estaba casi asegurado hasta el viernes. La discusión en Diputados –bastaría su aprobación en una cámara para que el DNU siga su curso– se acercaba, con resultado incierto.
Milei progresa en sus jugadas maestras, pero siempre vuelve al punto de partida, con la excepción de la motosierra brutal que aplica Luis Caputo. El desfinanciamiento de la obra pública, tratamientos médicos, universidades, el Conicet y los comedores populares está al borde de la ilegalidad, pero se ejecuta. Mucho ruido, pero tal como detalla la consultora Vectorial, que dirige Haroldo Montagu, viceministro de Economía durante la primera parte del gobierno anterior, el hachazo a las provincias y un cúmulo de gastos sensibles sólo sumó 10% del ajuste que permitió alcanzar el festejado superávit de enero. Más de la mitad correspondió a la licuación de jubilaciones y prestaciones sociales que vieron carcomido su valor real por el bimestre con mayor inflación en más de tres décadas.
El cordobesismo se conmueve
El presidente lanzó el aviso de negociación a su estilo, con ofensas que, una vez que se dicen, máxime con la frecuencia y la intensidad que propala el padre de Conan, restan margen de retorno. El jefe de Estado ya probó que hay una parte de la oposición que se deja insultar a repetición y confía en que algunos de “los políticos ladrones”, “la casta”, “los empobrecedores de siempre” y “los que no la ven” se tentarán con la cita en Córdoba el 25 de mayo. Varios de ellos gobiernan o dependen de provincias que se acercan al precipicio y no sería la primera vez que cambian de camiseta a la vista de todos.
Se ve que el cordobesismo se sintió conmovido por el mero hecho de que eligieran a la provincia como sede del pacto “refundacional” que propone Milei, acaso tanto como los habitantes del pueblo chubutense de Trevelin con la tortilla al rescoldo, cuya fiesta anual fue cuestionada por el vocero presidencial Manuel Adorni. Modestia notable de la dirigencia de una provincia tan crucial en la historia argentina como Córdoba. Lo primero que hicieron el gobernador Martín Llaryora, la senadora y esposa de Juan Schiaretti Alejandra Vigo y el propio De Loredo fue mostrarse orgullosos de que su tierra haya sido elegida como sede del convenio pergeñado por Milei y sus asesores porteños. “Conan es cordobés”, disparó el presidente. Música para los oídos de La Docta.
Esta vez, Llaryora pisó un poco el freno. Recitó, como su par radical santafesino Maximiliano Pullaro, la letanía del diálogo y el consenso, pero no arriesgó posición sobre el contenido del pacto y advirtió reparos. Le siguieron con más enjundia mileísta otros gobernadores, como los cuasioficialistas mendocino Alfredo Cornejo, porteño Jorge Macri y tucumano Osvaldo Jaldo. Este peculiar personaje norteño se condenó a sí mismo a convivir en la misma balsa con los hermanos Milei, Lilia Lemoine y Santiago Caputo hasta que su presencia los incomode demasiado y le exijan que se lance a nadar en medio del río.
Hasta el chubutense Ignacio Torres sanó las heridas de la crueldad mileísta y dijo celebrar y acompañar la convocatoria presidencial, con prudencia.
El acuerdo libertario
Los diez puntos de las Tablas de Milei incluyen uno que exige el recorte del gasto público hasta 25% del PIB, unos diez puntos menos que en la actualidad. El dato en sí mismo no dice mucho sin explicación y contexto, pero es en general más típico de un país centroamericano o del sudeste asiático que de uno europeo, Uruguay o Brasil. En cualquier caso, se trata de una Argentina sin Asignación Universal por Hijo que cubre a todos los menores de 18 años y un régimen de cobertura previsional mucho menor al actual, que es el más alto de América Latina.
En principio, es un país absolutamente inviable que difícilmente podría explicar un gobernador que adhiera a ese borrador con severos errores de ortografía, presentado por el Ejecutivo. Habrá que ver el grado de compromiso que implica firmar un texto por el estilo, pero no parece un camino sencillo hasta el 25 de mayo. Como pasó con la ley Bases y el mega DNU, que en un primer momento concitaron apoyo entre los opositores amigables, en cuanto aparezcan objetores al Pacto de Mayo, Milei y su parafernalia de medios deberán retornar a sus batallas contra algún artista popular que haya cobrado por una actuación y no se llame Fátima Flórez.
La interpretación de que el ultra lanzó el proyecto del 25 de mayo como un globo de ensayo para recrear el estado de guerra y ganar oxígeno, a sabiendas de una muy probable derrota, suena inverosímil. La debilidad de un gobierno se paga en la economía.
Alejandro Werner, exdirector para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI) y arquitecto del acuerdo de deuda por 44.500 millones de dólares con el gobierno de Mauricio Macri en 2018, valoró esta semana que, para Milei, resulta fundamental mostrar fortaleza política tanto o más que sus objetivos económicos de corto plazo.
En entrevista con la agencia estadounidense REDD, el exejecutivo del FMI elogió el rumbo del libertario, con alguna prevención por el costo social, pero centró su preocupación en la capacidad de Milei para alcanzar acuerdos políticos, como un factor habilitante no sólo para firmar una reprogramación de los pagos del acuerdo actual, sino de obtener fondos adicionales.
Silencios y dilemas peronistas
Milei metió la mano en la bolsa y rescató nombres para saciar la avidez de los suyos y, en especial, de sus aliados macristas. Denostó a Sergio Massa, Pablo Moyano, Máximo Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. La televisación de impronta dictatorial impidió ver la reacción de las bancadas peronistas, pero sí mostró el entusiasmo de los larretistas del PRO que piden pista en el gobierno ultra y se hacen filmar aguerridos. Antes, el mandatario había mencionado al sindicalista docente Roberto Baradel y aludido a Alberto Fernández y Gerardo Morales, sin nombrarlos.
El caso del radical jujeño ofrece una carambola. Sus métodos despóticos de encarcelar opositores, desde otrora poderosos, como Milagro Sala, a personas de a pie, como tuiteros y manifestantes, sale del blindaje de medios macri-mileístas porque el exgobernador viró y se transformó en un férreo crítico del exmandatario conservador y el actual libertario. Entonces, se convirtió en el permitido de la crítica de la prensa oficialista, súbitamente preocupada por el estado de derecho en Jujuy.
Moyano y Baradel, sindicalistas con estilos de vida y prácticas opuestas, se defienden como tales. Hace rato el macrismo los puso en la mira. Juan Grabois es prácticamente el único político de alto perfil en Unión por la Patria que eligió confrontar a diario con el gobierno, acción que se está demostrando como redituable. Sin margen para que le endilguen deshonestidad o manejos presupuestarios turbios, las balas del sistema macri-mileísta parecen fortalecerlo.
Distinto es el caso de Cristina, Alberto, Máximo y Massa. Se han quitado autoridad en el ágora a tal punto que su voz parece contraproducente hasta cuando los atacan con saña. Deslizan, filtran, tuitean, reaccionan por algún episodio de su interés personal, participan en encuentros reservados, pero casi no se dejan ver ni oír, y nadie parece demasiado preocupado por conocer sus explicaciones.
Milei es un presidente popular, con algún grado de adhesión que va de 40% a 56%, según quién mida. Esa fortaleza explica en parte los vaivenes de los amigables, el oportunismo sumiso de los macristas y la teoría que comparten Cristina y Massa, ambos de diálogo fluido y “relación muy positiva”, de que no es tiempo de asomar la cabeza. Que los recortes hagan lo suyo y disparen la reacción popular. Cuando eso ocurra, habrá que ver si las multitudes se muestran interesadas en ser lideradas por dos de los principales responsables del fallido gobierno del Frente de Todos.
La ausencia de líderes y la falta de reemplazos marcan el descalabro del peronismo, acaso el más profundo de su historia. No es, sin embargo, el único silencio.
Casos, reacciones, protestas
La devaluación, la licuación premeditada y la parálisis por incompetencia del gobierno libertario marcan una pérdida histórica del poder adquisitivo de los salarios. Servicios esenciales de educación y salud quedaron a la deriva, sin siquiera responsables a los que pedir explicaciones. Bien alto, en el altillo de la protección mediática, el presidente y los ministros se mantienen al margen de la repregunta. Las universidades y el sistema científico están a las puertas de la peor crisis de financiamiento de su historia, como detalló el docente Martín Becerra en este diario. Hay pacientes de enfermedades graves abandonados a su suerte.
No faltan “casos” que ejemplifiquen el cuadro. De hecho, como marca su política editorial, elDiarioAR –bastante en soledad– ha dado a conocer decenas de historias de personas y colectivos que quedaron a la intemperie.
La acción colectiva que falta
Damnificados directos de los recortes en escuelas, hospitales y transporte público se expresan con lo que tienen más a mano, que suelen ser las redes sociales. Hay protestas sectoriales en defensa propia. Algunos gobernadores denuncian el ahogo al que los somete la motosierra de Caputo. La CGT, con la limitación que implica una recesión brutal y el hecho de que buena parte de los trabajadores que representan votaron a Milei, emprendió las medidas de fuerza y de protesta más decididas en estos meses. Lo dicho: hablan Grabois, los sindicalistas, grupos de curas y diputados del Frente de Izquierda y Unión por la Patria.
Milei dice, grita y vomita odio con eficacia. Le rinde. Un par de frases trilladas contra “la policía de pensamiento” del Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi), “esa aberración del Ministerio de la Mujer”, “el adoctrinamiento” X, la “cueva de ñoquis” Z.
Una ausencia que se va tornando atronadora es la de cientos o miles de personas discriminadas que lograron una reparación por mediación del Inadi, centenares de miles de jóvenes que terminaron el secundario o emprendieron estudios terciarios gracias a Fines y Progresar, millones que trabajaron toda su vida en negro y adquirieron la jubilación vía una moratoria, estudiantes de universidades públicas que tienen su vacante, sus laboratorios y su equipamiento en riesgo, empresarios pyme que remaron la crisis por la asistencia financiera del Banco Nación, comarcas turísticas que deben su existencia a Aerolíneas Argentinas, docentes que utilizaron los contenidos de Educ.AR, centenares de miles de familias que adquirieron su vivienda con Procrear, barrios populares que se conectaron a cloacas y agua potable a través de Aysa, otros tantos que se quedaron sin comedor popular o sin transporte colectivo, periodistas y medios que estructuran su oferta a partir de los cables de Télam, millones de extranjeros que se documentaron por una de las leyes migratorias más progresistas del mundo.
¿Dónde están esas voces? ¿Dónde están los estudiantes de las universidades públicas que resistieron el intento de arancelamiento y los múltiples ajustes de Carlos Menem, doblegaron el hachazo de Ricardo López Murphy en 2001 y protagonizaron la masiva Marcha Nacional Universitaria de 2018, cuando Macri exploraba por dónde recortar?
La respuesta es compleja. Los años de exceso de proclamas y poca calidad del Estado presente, el ensimismamiento y la bronca con el otro que eclosionaron con la pandemia, el agobio de la inflación, la falla sistémica y falta de ejemplaridad del Frente de Todos y el taladro fascistoide en que se transformaron los medios audiovisuales de mayor difusión ayudan a encontrarla.
“Las familias están preocupadas por reemplazar lo que se les cayó, el que perdió la changa sale a cartonear, comen menos y peor, pero todavía no hay un quiebre. No falta mucho”, dijo a este medio un integrante de Unidad Piquetera, organización que maneja unos 200 comedores.
Un docente de una escuela inicial y primaria del interior de La Matanza da cuenta de lo que registra su grupo de Whatsapp con los compañeros de trabajo. Allí, entre los maestros, en su mayoría mujeres, el voto a Milei se hizo contante y sonante. Un indicio lo muestra el paro convocado por CTERA el 26 de febrero. Unos días antes, el secretario de la escuela, como es usual en esos casos, consultó quién adheriría, para organizar cuestiones logísticas. Salió casi empatado: 19 por el sí y 18 por el no. Todos ellos, con alta probabilidad, perderán el plus salarial del Fondo de Incentivo Docente.
El dato puede ser casuístico e inestable, pero que Milei algo vio es indudable.
Una versión más extensa de este artículo fue publicada originalmente en elDiario.ar.