Desde mi niñez fui partícipe de diversas comunidades cristianas, especialmente las salesianas en la ciudad de Mercedes. Por más de 30 años mantuve un fuerte vínculo con ellas. Todavía hoy, cuando entro en una casa salesiana siento que entro en la mía propia. He mantenido –ya no lo hago– responsabilidades a nivel local y nacional dentro de la iglesia católica en el ámbito de la formación. Luego de iniciar mi trabajo parlamentario dejé toda esta actividad por motivos de tiempos dedicados a la labor.
Por otra parte, nunca me pronuncié públicamente ante el dolor que me causan expresiones de las autoridades religiosas sobre distintos temas, pero considero que es tiempo de hablar y ejercer ese rol profético que todo cristiano debe asumir.
Vemos en la región el avance de la ultraderecha (que nada tiene que ver con la ética cristiana) bajo la consigna de las tres B que responden a bala, Biblia y buey. ¿Qué es esto? Consiste en el poder militar o de todo lo que busca posicionar una sociedad armada, en el poder religioso sustentado por grupos evangélicos pentecostales, y en el poder de los terratenientes o quienes están vinculados al agronegocio. Atención, porque si miramos hoy nuestra realidad uruguaya, veremos que este esquema parece repetirse.
Me detendré en el llamado poder religioso y en el aspecto de la participación de grupos evangélicos en la política, que forman las llamadas bancadas evangelistas. Es oportuno hacerlo porque no es posible que se identifique a estos grupos como “los cristianos”, y que en la opinión pública se mezcle todo y parezca que todos los cristianos estamos en esa bolsa reaccionaria, fanática y contraria a los intereses generales de la población, apoyando retrocesos en los derechos conquistados por los seres humanos.
Veamos un poco de historia. La ética cristiana de la opción por los pobres, por los más vulnerables, siempre existió, desde el origen en la iglesia. En ciertos momentos de la historia de esta iglesia, evidenciamos que las mayorías que ejercían la gobernanza se desviaron. Pero siempre existieron los Francisco de Asís o los Juan Bosco, enfrentados, no sin dolor para ellos, al poder ejercido desde la jerarquía eclesial.
Desde 1968,1 una parte de esa iglesia tomó conciencia (a la luz de lo que había sido el Concilio Vaticano II) y buscó acercarse a los orígenes, es decir, a la misericordia, al amor, a la fraternidad, a la justicia. Se incentivó y promovió que laicos y religiosos asumieran compromisos con las causas populares en América Latina.
Esto desde el poder (Estados Unidos) no se vio con buenos ojos. El informe Rockefeller, realizado en 1969 para el gobierno de Estados Unidos, calificó a la iglesia de peligrosa y asumió que esta ya no era “un aliado” de Estados Unidos y, por lo tanto, era preciso reemplazar a los católicos por “otro tipo de cristianos”. Luego, el “informe Santa Fe”, elaborado para la campaña electoral del presidente Ronald Reagan, constató que la iglesia católica tenía tendencias contrarias a la política exterior del gobierno de Estados Unidos en la región y “muy peligrosas” (en referencia a la Teología de la Liberación). Precisamente, los grupos religiosos que hoy forman parte de la trilogía bala-Biblia-buey y sus correlatos en Uruguay son ese “otro tipo de cristianos” que el poder político y económico (en este sistema capitalista) necesita para afianzarse y generar esa cultura capitalista en la región.
Como todo, fuertes sectores de la iglesia católica y de otras iglesias también son afines a las prácticas de bala-Biblia-buey. Se trata de sectores importantes en la iglesia que añoran el pasado, que, impotentes al no poder dar respuesta a los nuevos problemas y desafíos de la sociedad de hoy, se aferran a un rigorismo moral sin considerar que las situaciones y problemáticas modernas revisten una complejidad tal que amerita un constante análisis, un acompañamiento, un proceso de discernimiento y de libertad que superan otros modelos de sociedad.
Hoy existen avances en los derechos de las personas y parece que “los cristianos” no los respaldan. Voceros de jerarquías religiosas salen a la prensa contra los avances en derechos. Es claro que no todos pensamos lo mismo, y es claro que siempre dentro de la iglesia ha habido opiniones hegemónicas dominantes y otras que en el momento no lo son pero existen y persisten. Ahora, lo que no podemos permitir (porque es falso) es que bajo el título de “cristianos” se englobe a todos y todas, ya que por lo menos hay dos visiones de la realidad.
Diversas iniciativas y leyes, como el matrimonio igualitario, la interrupción voluntaria del embarazo, las políticas hacia las personas trans, la educación sexual y la perspectiva de género en los centros educativos, son caballitos de batalla del poder religioso (expresión de la derecha) para señalar que estos avances buscan destruir la familia y la vida como valor.
Quieren hacer creer que los que defendemos estos avances estamos en contra de la vida y de la familia. Nada más lejos de ello. Y esto es muy peligroso, porque al decir “defendemos la familia” no especifican qué modelo de familia o qué valores... Nada dicen de un sistema patriarcal que domina la cultura, entre otras cuestiones.
Por otro lado, también es necesario reconocer que dentro de la izquierda uruguaya se ha acuñado cierto lenguaje laicista que en la práctica termina alejando a algunos cristianos de izquierda de la militancia, pero estos no dejan de ser de izquierda, porque es inherente a su ser cristiano esta visión del mundo en favor de los más vulnerables. Creo que esto es un error, pero entiendo la causa. Es un error porque no se reconocen las múltiples y variadas acciones de las y los cristianos en favor de los derechos humanos, en la resistencia en tiempos de dictadura, en diversidad de obras sociales a través de diversas personas o instituciones, etcétera. Hay otras causas también: hoy las voces de “los cristianos” que como tales se amplifican son justamente las que responden a la lógica de bala-Biblia-buey, es decir, los que defienden el freno o el retroceso en los avances que las izquierdas han realizado.
En síntesis, no todo es lo mismo. Existimos un buen número de personas matrizadas por la ética cristiana en distintas iglesias (ya sea valdense, metodista, católica, etcétera) que somos de izquierda, y algunos de esos cristianos de izquierda también somos socialistas y defendemos, crítica y fuertemente, estos avances en derechos.
Es decir, entendemos que es posible una sociedad de nuevo tipo, un ser humano nuevo, y para eso creemos y apostamos por un proyecto de liberación del ser humano de las múltiples esclavitudes que el capitalismo hoy nos convoca. Queda mucho por hacer, por aportar. “La mies es mucha y los obreros, pocos”.
Enzo Malán es maestro y diputado del Frente Amplio por Soriano.
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En 1968 se desarrolló en Medellín la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en la que se tomó conciencia efectiva de que “existen muchos estudios sobre la situación del hombre latinoamericano. En todos ellos se describe la miseria que margina a grandes grupos colectivos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo...”. ↩