En 1983, Ronald Reagan, un fanático religioso y actor de cine devenido presidente de Estados Unidos, lanzó su Star Wars con el código Excalibur: enviaría unos 2.200 satélites equipados con armas de partículas subatómicas aún no inventadas, que a la velocidad de la luz destruirían las ojivas nucleares soviéticas lanzadas hipotéticamente. El proyecto no se materializó: costó alrededor de 20.000 millones de dólares y sólo serviría como videojuego para niños.

Hoy, 34 años después, el Congreso estadounidense de mayoría demócrata aprobó un proyecto de ley de “defensa” de 738.000 millones de dólares, que incluye la creación de la Fuerza Espacial (FE), propuesta por Donald Trump, otro “presidente por accidente” que afirma que el espacio es el “nuevo territorio de combate”.

Esta declaración de guerra en el mundo, como de costumbre, va acompañada de una gran mentira: que “Estados Unidos ha perdido la supremacía militar en el espacio ante Rusia y China” y no podría “sobrevivir a un ataque furtivo de China”, o que el país de Mao “puede establecer una base militar en el polo sur de la luna” y convertir la Vía Láctea en una Ruta de la Seda Espacial. ¿La versión oficial no dice que el mayor ataque a Estados Unidos, el 11 de setiembre de 2001, fue llevado a cabo por una fuerza de la Edad de Piedra en lugar de por una “espacial”?

De hecho, Estados Unidos continúa liderando el uso de satélites y la tecnología espacial militar. Tiene 901 satélites (China tiene 280; Rusia tiene 150) y planea lanzar otros 1.300. Pero el loco de cara naranja que está en Washington cree que las armas de destrucción masiva en la Tierra no son suficientes para aniquilar a todos los seres vivos en el cosmos.

Odisea espacial de Trump

Desde 1982 existe el Comando Espacial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, que emplea a 36.000 personas. Trump propone crear un cuerpo similar por las siguientes razones:

  1. Sobornar a la industria armamentista directamente para las elecciones que se celebrarán este año. El Congreso de Estados Unidos, en un ataque sin precedentes al dinero público, aprobó un anticipo de 40.000 millones de dólares para la implementación de la FE, que inicialmente contratará a 16.000 personas. La magnitud de lo que ganará la industria militar sólo es comparable con lo que vino después del 11 de setiembre y el engaño de la Guerra contra el Terror. El final de la Guerra Fría había cerrado el grifo. Tenían que inventar un nuevo enemigo contra el que luchar. Washington desechó sus viejas armas y probó otras nuevas (como los drones) a expensas de la destrucción de naciones enteras y de la vida de cientos de millones de personas, y causó muertes, lesiones, mutilados, desplazados y refugiados. Un hecho revelador: los cazas F-22, fabricados en la década de 1980 para enfrentarse a cazas soviéticos similares (que ni siquiera habían sido construidos) nunca fueron utilizados. ¿Y qué? Lockheed Martin ahora está construyendo 2.443 aviones F-35 por 323.000 millones de dólares. El negocio de la “guerra perpetua” aporta recursos permanentes a este crimen organizado, así como pérdidas permanentes, no sólo a los cientos de millones de personas que viven en otros estados, sino también a los propios ciudadanos estadounidenses. Según el Fondo de Defensa de los Niños, en el país más rico del planeta, 40 millones de personas viven por debajo del umbral de pobreza, el doble que hace 50 años. De estos, 13 millones son niños.
  2. Mantener y expandir la máquina de matar estadounidense, que ya no es la superpotencia económica, comercial y tecnológica.
  3. Privatizar el espacio, colocando una ordenanza militar que establece qué países y corporaciones pueden acceder y bajo qué condiciones.
  4. Convertir en arma de guerra la galaxia misma, que ya está militarizada, para mantener su dominio militar en la Tierra.
  5. Colocar interceptores de misiles o armas satelitales en el espacio para bloquear o piratear señales de dispositivos en otros países. Esto se hará no sólo con dispositivos electrónicos, sino también con armas antisatélite, aviones de combate equipados con láser, ojivas nucleares en órbita. También dañar las comunicaciones, la navegación aérea y otros servicios civiles de otras naciones.
  6. Militarizar aun más la política exterior de Estados Unidos: la renuncia de Rex Tillerson [ex secretario de Estado] puso fin a la diplomacia del gobierno de Trump.
  7. Colocar a Trump en alguna página de la historia por algo tan grande como el tamaño del universo (especialmente ahora que no le venderán a Groenlandia). ¡Es vital para la psique estadounidense provincial saber que está gobernando el mundo!

¿Por qué los parlamentarios del Partido Demócrata apoyaron el proyecto de ley? En Estados Unidos, la economía basada en la guerra tiene un vínculo directo con la dependencia política del militarismo. Muchos políticos, tanto republicanos como demócratas, no estarían en el Congreso sin el dinero que aportan las compañías de armas a sus campañas.

Así comenzó el viaje a las estrellas de Trump

La FE no se trata sólo de Trump y su familia: él sólo lleva a cabo una nueva fase de la doctrina militar estadounidense.

En 1967, Estados Unidos, la Unión Soviética, China y otros países firmaron el Tratado del Espacio Exterior, que autoriza la exploración y el uso del espacio exterior por todas las naciones y prohíbe a algunos reclamar soberanía sobre él o desplegar armas de destrucción masiva, incluyendo las nucleares, a pesar de que olvidaron evitar la actividad militar en el cielo.

En 2001, China propuso a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) un tratado preventivo contra una carrera armamentista en el espacio, pero no consiguió que Estados Unidos firmara. Seis años después, el régimen de George W Bush, compuesto por personas vinculadas a las compañías de armas y petróleo, bloqueó la resolución de la ONU sobre el control de armas en el espacio y derogó el Tratado de Misiles Antibalísticos, firmado con la Unión Soviética en 1972. La Guerra del Golfo Pérsico de 1991 fue la “primera guerra espacial”: Estados Unidos usaría satélites para atacar a Irak con nuevas armas guiadas como los drones. Ahora Trump rompe la primera medida de control de armas nucleares de mediano alcance (INF) firmada en 1987 con la Unión Soviética, y también el acuerdo nuclear con Irán.

Estados Unidos ya no será un país más seguro. China, que basa su política exterior en la coexistencia pacífica, puede ser empujada a una carrera armamentista, como la Unión Soviética en la década de 1980. Esto no sólo perjudica a China y a la economía mundial, sino que también desencadenará lo que se conoce como “modelo espiral”. Cuando un país aumenta sus fuerzas militares para garantizar su seguridad, causa gran preocupación en otros, quienes a su vez se arman, disminuyendo la seguridad de los primeros.

Con un multimillonario charlatán en la Oficina Oval, la amenaza de una guerra espacial es muy grave.

Nazanín Armanian es periodista con formación en Ciencias Políticas. Una versión más extensa de esta columna fue publicada en portugués en Outras Palavras.