Desde 1994, en la primera quincena de diciembre, los sectores vinculados al turismo realizan la “paella gigante” en Piriápolis. Esta actividad se ha convertido, justamente, en una referencia para la temporada estival de la costa, y sin duda para todo el sector. Incluso en varias ocasiones ha cruzado fronteras y acompañó acciones promocionales en distintos territorios, particularmente en Argentina y el sur de Brasil.

Hace pocas semanas, un representante gastronómico de Piriápolis, el chef Javier Piñeiro, participó en la edición 2021 del World Paella Day Cup, que se realizó el 20 de setiembre en Valencia, España, y se clasificó entre los finalistas.

En virtud de estos elementos saludo que el presidente de la República acompañara, encendiendo “la llama”, la realización de la paella en esta oportunidad. Es un hecho destacable.

Dicho esto, no deja de llamar la atención, sin embargo, que declare: “Sobre todo los que son de las zonas turísticas saben lo que puede pasar si tenemos que dar un paso atrás. Sabemos lo que fue la temporada pasada, no resiste otro momento la gente del turismo, que ya bastante rezagada quedó”.

Es cierto que el sector no está en condiciones de transcurrir otro lapso de año y medio en tales condiciones, más allá de que no sea responsabilidad del gobierno la existencia de la covid-19 y sus impactos devastadores a nivel global.

Justamente por eso, no es razonable que en la pasada discusión de la Rendición de Cuentas el Ministerio de Turismo haya resaltado que logró un “ahorro” de 130 millones de pesos en la ejecución de 2020. Tampoco lo es que se haya desmantelado el programa de turismo social, que bien podría haber contado con más fondos como forma de reducir los impactos en el sector.

Las medidas de reducciones impositivas, mayores flexibilizaciones para el seguro de paro, reducciones en los costos de los servicios, reordenamiento de pagos por préstamos bancarios, son aspectos que mitigaron lo tremendo del impacto, pero no es suficiente para este sector que llegó a representar 55% de las exportaciones de servicios, ingresos por más de 2.000 millones de dólares y a captar más de cuatro millones de visitantes anuales.

Se requiere una mirada desde “fuera de la caja” y adoptar nuevas medidas excepcionales para lograr sobrellevar la situación del sector turismo.

La política de estímulo al turismo interno, más allá de la “tasa cero” para alojamientos, todavía sigue sin ratificarse para la presente temporada. Se requiere una mirada desde “fuera de la caja” y adoptar nuevas medidas excepcionales para lograr sobrellevar la situación, que posibiliten llegar en las mejores condiciones para superar la pandemia.

Otros países ensayaron bonos especiales para el turismo interno, incluso estructuraron sistemas de preventa de paquetes turísticos, potenciaron al máximo los aspectos de capacitación de personal, en especial en los temas sanitarios, redireccionaron fondos de préstamos internacionales procurando proyectos de impactos locales, facilitaron consultorías de rediseño de la oferta turística local, de cara al momento de “la salida”. Incluso, a partir del uso de big data y tecnologías digitales, desarrollaron técnicas de análisis de “estado de opinión” de los mercados prioritarios, de forma de estar en las mejores condiciones de ajustar los mensajes promocionales, una vez se pudiera “abrir fronteras”.

Quizás se podría organizar concursos, involucrando a la ciudadanía, para acceder a viajes, para contribuir a generar ocupación, con todos los requerimientos y protocolos necesarios, como forma de evitar el envío de personal al seguro de paro, que por otra parte, se paga con la contribución de todos. Se podría intentar instrumentar el uso de infraestructura de gastronomía y personal especializado para ser más eficiente en la producción de alimentación, aportando comida elaborada, con insumos proporcionados por organismos existentes e intendencias.

Incluso, existiendo margen en préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para el turismo, se puede redireccionar fondos para mejorar infraestructuras en pequeños destinos (como ocurrió en otros países del continente), impulsando una nueva y más amplia convocatoria al premio Pueblo Turístico del Año. Esto puede permitir un derrame en el territorio, con apoyos concretos, que generen mejores condiciones para la oferta hacia el futuro, y con base en estudios que contemplen la sustentabilidad real y el respeto medioambiental de las propuestas.

A través de Fonadep/OPP–PNUD se llamó a una consultoría internacional para el desarrollo de infraestructura turística en la región Centro/Lagos de Río Negro (Durazno, Tacuarembó, Cerro Largo, Florida, Flores). Sus resultados quedaron prontos para las autoridades entrantes. Entre otras cosas tienen estudios de factibilidad para un alojamiento y actividades náuticas en Rincón del Bonete; comprenden análisis para que San Gregorio de Polanco sea un destino de referencia para el arte callejero; y una mejora del camping y juegos de arborismo, así como una Casa de la Cultura y un Museo de la Madera con una construcción en madera en Paso de los Toros. Desarrollos que a mediano plazo también podrían aprovechar la potencialidad del restablecimiento de la línea del ferrocarril central.

Incluso los “ahorros” podrían haberse aplicado cubriendo parte de los préstamos que tiene el sector privado, con prestación a partir del mantenimiento de puestos de trabajo, pues sin empresas no hay servicios turísticos, al igual que sin turistas no hay sector turístico.

Al menos esto se podría haber realizado a lo largo del año y medio de pandemia, orientado a mitigar la situación que el propio presidente de la República mencionó que atraviesa el sector, que bien conoce la Cámara de Turismo. Estas ideas les fueron entregadas al propio mandatario en mayo de 2020, pensando en hacer del turismo una causa nacional.

Benjamín Liberoff fue subsecretario de Turismo (2015-2020).