Vivir en democracia tiene la enorme virtud de habilitar el poder pensar distinto y poderlo expresar, respetando a quien ocasionalmente puede ser el “adversario”. Lo que no es bueno es no tener memoria y no ajustarse a los hechos que son objetivos y comprobables.

Algo de esto me vino a la mente, días pasados, cuando un amigo me trasladó las opiniones de un operador turístico, que por años tuvo responsabilidades importantes en el sector, y que ahora está entre los dirigentes de la Confederación Empresarial del Uruguay, que creo que ya va a cumplir un lustro.

En un tramo de una entrevista deslizó esta afirmación, genérica, respecto de la realidad del trabajo en el turismo: “Cualquier actividad que uno encara, si no la planifica y no sabe adónde va, está en el horno”.

Vale señalar, para evitar equívocos, que el 27 de setiembre (Día Mundial del Turismo) de 2005, bajo la denominación “Imaginemos 2015”, le fue presentado a la Cámara Uruguaya de Turismo y sus gremiales empresariales, así como a diversos medios de prensa y al sector de trabajadores, lo que sería el plan de trabajo del equipo que asumió la dirección del Ministerio de Turismo y Deporte. Este se acompañó gráficamente de un mapa que reflejaba un conjunto de iniciativas que se impulsarían, así como de una presentación convencional, en la que se establecía la “hoja de ruta”. Esta se fundamentaba en lo que había sido el trabajo de decenas de actores del sector, que integraban la Unidad Temática de Turismo del Frente Amplio, que remonta sus labores a la campaña electoral municipal de 1989. También del relevamiento de opiniones y experiencias de decenas de trabajadores del propio ministerio, consultados para la elaboración del plan quinquenal de presupuesto, presentado en junio de ese mismo 2005.

Ese “Imaginemos” también fue la base del trabajo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) iniciado en 2006. De ello devino el resultado de una consultoría que el banco solicitó para establecer la “línea de base” de su primer préstamo, lo que permitió tener definiciones para los trabajos a desarrollar por casi seis años.

Dentro de esa planificación, se incorporó la elaboración de un Plan Estratégico de Desarrollo Sustentable 2020, cuyo proceso de elaboración comprendió centenares de personas, incluso directivos de la Cámara Uruguaya de Turismo. Seguro no fue perfecto, seguro se podrían haber incluido muchos más elementos, pero, entre otras cosas, avanzó en analizar la oferta de Uruguay desde el punto de vista turístico, y se preparó la edición de un manual especial para la construcción de ofertas turísticas temáticas y territoriales. La propia digitalización del Registro de Operadores, que llevó años implementar, y de la ocupación de la “población flotante en alojamientos” dieron nuevas perspectivas para tener más claro el sector.

Como parte de ese proceso, el 27 de junio de 2006 se lanzó el Sistema Nacional de Turismo Social, del que tomaron parte un número importante de operadores privados, entre ellos el Argentino Hotel de Piriápolis, que firmó un acuerdo con el Banco de Previsión Social (BPS), para evitar un final no deseado por nadie. Programa que comprendía a múltiples instituciones públicas, pero que en sus programas para jubilados, trabajadores, jóvenes, estudiantes, quinceañeras siempre consideró prioritario efectivizar el turismo como un derecho, y que el sector privado lo materializara.

El Plan 2020, en el correr del tiempo, como consta en memorias y rendiciones de cuentas en el Parlamento, fue la base para estructurar el Plan 2030 e incluso el trabajo prospectivo 2050, que se elaboró junto con la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, y que la Cámara Uruguaya de Turismo tuvo oportunidad de presentar junto al ministerio.

Para superar los cuatro millones de visitantes y lograr ingresos de más de 2.000 millones de dólares, más de 1.000 millones por turismo interno, se trabajó mucho y en forma planificada.

En el propio proceso de elaboración de la vigente Ley de Turismo, aprobada en 2014, participaron los trabajadores del ministerio y los más variados actores agremiados del sector, como consta en las actas del propio Parlamento. Ese proceso culminó con la unanimidad de votos en la Cámara de Diputados y 20 votos, en 21 asistentes, en la Cámara de Senadores. Esta ley sustituyó a la de 1974. Todos los actores estuvieron de acuerdo en que era importante que fuera de carácter general y flexible, que permitiera al ministerio moverse con “más facilidad” que la norma anterior, tomando en consideración el conjunto de cambios que se venían operando en el sector, en particular los aspectos de tecnología y digitalización de características disruptivas, en especial para la comercialización turística. Esta aproximación plasmó posibilidades de no tener que recurrir a una “catarata” de “leyes” y procesos que implicaran tener que recurrir al presidente de la República para reglamentar aspectos de la actividad.

Efectivamente, existieron puntos en los que no todos acordaban al 100%, pero la mayoría de los aspectos comprendidos en la ley estaban alineados con la propuesta de “Compromiso nacional con el turismo” que promovió el entonces ministro de Turismo, Héctor Lescano, y que suscribieran todos los partidos políticos, la Cámara Uruguaya de Turismo y el PIT-CNT. Eran tiempos en que estaban los puentes “cortados” con el territorio argentino y se necesitaba la expresión de una causa nacional, como por estos tiempos es de pandemia.

Con esa planificación es que se posicionó el país, lo que fue estudiado por la Organización Mundial de Turismo (OMT) como “caso de éxito”, a través del trabajo de la Business School de Madrid. Recientemente el Corredor de los Pájaros Pintados fue premiado por la World Travel Market de San Pablo como programa de turismo responsable, y el canal UruguayNatural.tv fue premiado como innovación en la comunicación turística por la Fundación Themys de la OMT, hace diez años. Incluso, la experiencia y la materialización del trabajo con los programas BID posibilitaron un proceso “exprés” para la aprobación del último préstamo acordado del país con el banco.

Es más, un número considerable de departamentos, incluso localidades, llegó a tener planes de carácter estratégico (Región Este, Región Norte, Centro Sur, Litoral, Punta del Este, Río Negro, Salto, por mencionar algunos casos), y se abrieron espacios a la cooperación internacional con otros organismos, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo o la Corporación Andina de Fomento, el Banco Mundial, entre otros.

En la propia Ley de Turismo hay un capítulo que contempla establecer “fondos promocionales” para proyectos concretos, que contemplen los aportes públicos y privados, que puedan ser gestionados en forma conjunta, con los criterios y los mecanismos que se entiendan pertinentes. Para ello es válido, sí, tomar experiencias de fracasos que el país tuvo en su promoción cuando trasladó fondos a los privados, o lo que ocurre en otros países que buscaron nuevos instrumentos y hoy asumen que “por ahí no es”.

Otro aspecto en que fue vital saber qué teníamos y qué podíamos planificar es lo relativo a la marca país Uruguay Natural, creada a instancias del entonces presidente Jorge Batlle. Al asumir la administración, el 1º de marzo de 2005, se analizó y concluyó que tenía valores y que no se trataba, como desgraciadamente pasa con muchos gobiernos, de un caso que por ser de otra administración había que cambiar. Ello llevó a planificar un trabajo de más de diez años, que permite hoy tener más de un millar de empresas asociadas a la marca, la generación de marcas sectoriales y una forma de gerenciamiento, a través de Uruguay XXI, que fue adoptada por otros países de Iberoamérica y es reconocida a nivel internacional.

Si “estamos en el horno”, como dice el declarante, no es por no haber trabajado con objetivos claros y planificación en el turismo. Para superar los cuatro millones de visitantes y lograr ingresos de más de 2.000 millones de dólares, más de 1.000 millones por turismo interno, y que en el BPS se registraran más de 100.000 personas en actividades turísticas en forma directa o indirecta se trabajó mucho y en forma planificada. No fue producto de la casualidad, sino de causalidad.

Lo del principio: es bueno poder discrepar, lo que no es bueno es tener poca memoria sobre los hechos y procesos que sí ocurrieron.

Benjamín Liberoff fue subsecretario de Turismo (2015-2020).