En una nota de opinión publicada por el diario El País el 9 de julio, el exministro de Educación y Cultura Leonardo Guzmán expresó su discrepancia con la decisión de la Asociación de Docentes de la Universidad de la República (ADUR) de no concurrir al acto de homenaje al Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) organizado por el Poder Ejecutivo el 8 de julio. Nada tenemos que comentar sobre su legítima discrepancia con nuestra decisión. Sin embargo, su texto contiene tanto afirmaciones como omisiones que merecen una respuesta, a fin de precisar argumentos y aportar información que puedan alimentar un intercambio constructivo sobre el tema.

Comenzaremos por repetir lo que en estos días hemos dicho en numerosas ocasiones y que hemos transmitido directamente al propio GACH: estamos muy orgullosos de su trabajo, de su esfuerzo, dedicación y compromiso en circunstancias tan extremas. Junto a tantas y tantos otros colegas universitarios, y trabajadores de la salud, han escrito una hermosa página en la historia del compromiso social del conocimiento como bien público. La mayoría de ellos/as son nuestros/as colegas y compañeros/as, los conocemos, seguiremos contando con ellos y contarán con ADUR para impulsar y defender la ciencia, la cultura y la educación en nuestro país.

Nuestra decisión de no concurrir al homenaje se basa, simplemente, en valorar que no era el momento ni la forma, dado el estado de la pandemia y la necesidad de no dar mensajes ambiguos a la sociedad. Algo que lamentablemente ha ocurrido desde que el gobierno comenzó a desoír las recomendaciones del GACH, la Universidad de la República (Udelar) y otras entidades científicas, en el peor momento de la pandemia.

Es bueno que Guzmán haga mención a la coincidencia del homenaje con la instancia de entrega de firmas para convocar al referéndum contra la ley de urgente consideración (LUC). Dicha instancia, prevista desde hacía mucho tiempo, tenía una notoria relevancia social en tanto acontecimiento de ejercicio democrático directo. Concitaba, además, la atención de una inmensa parte de la ciudadanía que participó en diversos modos en la proeza de recoger casi 800.000 firmas en circunstancias tan adversas, para reclamar la imprescindible discusión pública de una ley tan relevante votada por un mecanismo que impide esa discusión. En este marco, realizar el homenaje al GACH en esa misma jornada fue una decisión totalmente desacertada, muy por debajo de la “actitud levantada” que reclama Guzmán. Una actitud divisoria por parte del gobierno, que dejó en el medio al GACH, que merecía un homenaje libre de sospechas de ser usado para el desvío de la atención de la movilización de entrega de las firmas del referéndum.

En otro pasaje, Guzmán abre una interesante línea de análisis al afirmar que “ni los peores momentos de la tragedia nos empujaron a convertir la ciencia en dogmatismo”. El espíritu científico es, por definición, antidogmático. Luego los ensayos y las acciones humanas suceden en la trama de relaciones sociales y materiales que las condicionan y las ponen en tensión. Más que un principio abstracto, el antidogmatismo es un ejercicio concreto en esa trama de relaciones materiales, simbólicas y políticas. Y lo cierto es que durante la pandemia hemos tenido algunos ejemplos notorios de dogmatismo en la aplicación de algunas teorías. Así sucedió en materia económica, con tristes resultados que ubican al país en las peores comparaciones internacionales. Según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), mientras que el promedio regional de esfuerzo fiscal destinado a atender la emergencia social fue de 3,9% del producto interno bruto, en Uruguay ha sido de 1,4%, uno de los más bajos del continente.1 Mientras el mismísimo Fondo Monetario Internacional proponía aumentar los impuestos al capital concentrado, el gobierno uruguayo se aferraba a su teoría de “los malla oro”. Tal fue el dogmatismo que, mientras en todo el mundo se dejaban en suspenso algunos principios canónicos como el déficit fiscal, para priorizar la atención a la tragedia social, en Uruguay se hizo un recorte del gasto en plena pandemia e incluso se introdujo mediante la LUC una regla fiscal por la cual el propio gobierno se ata de manos. ¡Mejor ejemplo de dogmatismo a prueba de toda evidencia no se encuentra!

Una actitud divisoria por parte del gobierno, que dejó en el medio al GACH, que merecía un homenaje libre de sospechas de ser usado para el desvío de la atención de la movilización de entrega de las firmas del referéndum.

El resultado fue el aumento del desempleo y la pobreza, que pasó de 3% a 5,1% de la población (y creció de 0,1% a 0,3% de la población en el caso de pobreza extrema, multiplicando por tres la cantidad de compatriotas en esa situación), y un esquema económico que provocará que la recuperación venga de la mano de mayor concentración y desigualdad.

Por último, nos alegra coincidir con Guzmán en la convicción de la necesidad imperiosa que tiene nuestro país de fortalecer su sistema científico, tanto para el ejercicio público del derecho al conocimiento como para apuntalar la soberanía nacional en diversas áreas. Esta convicción, además de homenajes, requiere políticas, planificación, acciones y presupuestos. Y en este sentido Guzmán, junto a nosotros, tendrá mucho que reclamar. Veamos. Desde 2020 a esta parte:

  • Se redujo el presupuesto de la Udelar 5,90% a precios constantes, cuando el incremento de la matrícula estudiantil ha sido de 12% sólo en 2021, habiendo superado los 20.000 nuevos estudiantes por primera vez en la historia.

  • Se recortó 16% de presupuesto en pesos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación para 2021.

  • El Decreto 90/2020 de marzo de 2020 hizo un recorte de 15% al Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas, al Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, al Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, al Centro Uruguayo de Imagenología Molecular y otras instituciones científicas dependientes del Poder Ejecutivo, que sólo fue dejado sin efecto en agosto de 2020 tras la movilización de estudiantes e investigadores y la receptividad de la sociedad en su conjunto. En ese decreto se exhortó a la Udelar a hacer el mismo recorte.

Es decir que, mientras la pandemia sobreexigía al sistema científico y universitario, y a la vez ponía en evidencia su importancia social, el gobierno le realizaba recortes, situación que consolidó luego en la ley presupuestal.

En el cierre de su nota, Guzmán nos acusa de no “entender y sentir la libertad”. Por cierto que no “sentimos” el concepto de “libertad responsable” basado en el individualismo y el sálvese quien pueda. Pero en la concepción que sea, el antidogmatismo y la libertad se ejercen cuando tomamos decisiones en base a nuestros principios y no por “el qué dirán”, y cuando sostenemos una verdad aun si incomoda a los poderes de turno. Y aunque molesten, las evidencias y argumentos que en esta nota expusimos, allí están.

Héctor Cancela es presidente de ADUR. Agustín Cano es secretario ejecutivo de ADUR.


  1. Ver informe de la Cepal (2020) “Enfrentar los efectos cada vez mayores del covid-19 para una reactivación con igualdad: nuevas proyecciones. Informe Especial covid-19”, número 5, 2020.