“Una cosa no es justa por estar en la ley. Debe estar en la ley por ser justa”. Esta cita de Montesquieu viene a cuento de lo sucedido en el proceso que comenzó con la aprobación de la ley de urgente consideración (LUC) en julio de 2020 y culminó el domingo 27 de marzo. Como es de conocimiento público, ese día, por un leve margen, la ciudadanía ratificó los 135 artículos impugnados del total de los 478 de la LUC. En el marco de un escenario desfavorable para los impulsores del Sí por la abrumadora propaganda a favor de la LUC en los grandes medios hegemónicos de comunicación, el resultado definido a último momento dispara varias reflexiones. Es más, otra vez dejó en posición desairada los pronósticos de las encuestadoras, que otorgaban claras ventajas al No, con la sola excepción de la Usina de Percepción Ciudadana, que había adelantado un empate técnico.
La iniciativa de la Comisión Nacional Prorreferéndum, que contó con la adhesión de organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles y el Frente Amplio (FA), logró lo que parecía inalcanzable. El rechazo a la LUC aprobada por la coalición multicolor el 9 de julio de 2020 creció desde el pie porque la democracia, con sus atractivos, no es sólo el ejercicio del voto, sino que hay que asegurarla en los hechos con la presencia en las calles. Esa movilización hizo posible que el 8 de diciembre de 2021 la Corte Electoral validara más de las 671.544 firmas necesarias para convocar el referéndum. Una LUC que, en su versión original, contenía artículos propios del género grotesco. Poco faltó para que al chorizo carnicero artesanal se le agregara una norma de urgente reglamentación del pitarro para niños.
La conducta de los partidos Nacional y Colorado, a los que se sumaron voceros de otras tiendas políticas afines a la derecha más conservadora, como Cabildo Abierto, el Partido de la Gente y el Partido Independiente, rubrica el ingrato perfil de su accionar histórico. Aun reconociendo que algunos matices ideológicos los diferencian, blancos y colorados fungen como alas de un mismo partido, cuyo recorrido han compartido discrecionalmente en las últimas décadas con el sello de la gobernabilidad.
Sus promesas preelectorales quedaron en el poncho del olvido y se convirtieron en el amargo pan ciudadano. Los números son datos reales e irrefutables, aunque se los pretenda maquillar. En el contexto de varias medidas impopulares adoptadas por el actual gobierno, los salarios y las jubilaciones perdieron un caudal importante de su poder adquisitivo, subieron los impuestos y las tarifas públicas, y en sólo dos años de su administración la inflación superó holgadamente el rango meta previsto.
Desde hace un buen tiempo, más allá de inevitables contradicciones, gran parte de la población se ha puesto a observar y ha comprobado que existen muchas cosas que no le satisfacen y deben ser modificadas. La historia enseña que cuando el pueblo mira y no le gusta lo que ve, se pone en marcha para cambiar lo que no le agrada. Dos hechos demostrativos avalan lo expuesto. El referéndum del 13 de diciembre de 1992, cuando la ciudadanía, con 71% de los votos, derogó parcialmente la Ley 16.211, conocida como ley de empresas públicas, sancionada y promulgada en el gobierno del presidente Luis Alberto Lacalle. Por el mismo recurso, con 62,14% de los votos, el pueblo uruguayo derogó la Ley 17.448, de desmonopolización de Ancap, sancionada y promulgada por el Poder Ejecutivo que presidía el doctor Jorge Batlle en 2002.
El rechazo a la LUC creció desde el pie porque la democracia, con sus atractivos, no es sólo el ejercicio del voto, sino que hay que asegurarla en los hechos con la presencia en las calles.
Un par de consideraciones. Con relación al Sí, el reconocimiento a quienes “calzaron botas de siete leguas” con su esforzada militancia hasta el final. No obstante, debe señalarse un hecho que, tal vez, haya sido un factor de descrédito en la campaña del Sí: la designación de un exfrenteamplista –desde hace unos años con severos cuestionamientos y descalificaciones al FA y al PIT-CNT– para que asumiera la responsabilidad de la comunicación y la publicidad de la campaña por el voto rosado, circunstancia que causó sorpresa y desconcierto en muchos partidarios del Sí. Al aceptar el ofrecimiento, entre otros conceptos, dijo: “Esta campaña la hago porque no es partidaria y de forma honoraria”.
En contrapartida, es posible que algunos hechos hayan contribuido a que el No perdiera terreno en los días previos a la consulta popular. A modo de ejemplo: la altanería y la insensibilidad política del presidente de la República, acentuadas en su mensaje y conferencia de prensa previas al referéndum, las deplorables intervenciones del secretario del Partido Colorado, condenado por la historia y principalísimo responsable de llevar al despeñadero a su fuerza política, y la impericia del cabildante formado en la dictadura, ex comandante en jefe del Ejército destituido, que parece confundir a Artigas con Jean Lartéguy, acaso por su insolvencia cultural y su accionar de ultraderecha, que lo ubica en las antípodas del ideario artiguista. Hizo campaña por el No en varios departamentos del país y reiteró que lo hacía en defensa de quienes tienen menos recursos y de los más sumergidos. Sin embargo, una simple ecuación matemática desmiente sus afirmaciones. Si se repasa la votación en Montevideo es fácil observar que la LUC ganó en las zonas residenciales de la costa, en los barrios Carrasco, Punta Gorda, Malvín, Buceo, Pocitos y Punta Carretas. Como sapo de otro pozo. Contradictio in adiecto, según los juristas.
En suma, una coalición multicolor que en defensa de la LUC fue la voz de los terratenientes, de los empresarios más poderosos, de la Federación Rural, la Asociación Rural y la banca privada, en sintonía con el dicterio editorial del diario El País, vocero de la dictadura civil y militar, en una lista que reúne a las fuerzas más conservadoras del país y que, oportuno es recordarlo, apoyaron el golpe de Estado. Imposición a lo Pirro que nos lleva a volver la mirada al rey de Epiro con grandes triunfos en guerras contra los romanos antes de Cristo. En sus conquistas, relativas y pasajeras, sus tropas sufrieron grandes pérdidas y fueron calificadas de “victorias pírricas” por sus propias palabras: “Con otra victoria como esta estoy perdido”.
El FA fue la única fuerza política que participó en la campaña del Sí en apoyo a los colectivos intersociales. Y lo hizo a tono con la síntesis dialéctica expresada en su “Declaración constitutiva”, del 5 de febrero de 1971, cuando declara que “el objetivo fundamental del FA es la acción política permanente y no la contienda electoral” y convoca al pueblo a participar activamente en la lucha. “Nada podemos esperar si no es de nosotros mismos”. Siempre Artigas, el Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres. Su legado revolucionario y esencialmente democrático continúa presente en las luchas populares, en la resistencia frente a la adversidad, con firme resiliencia en su capacidad de reconstruirse. Por encima de eventuales y transitorios tropezones, aunque sean por ínfimo margen, nunca nos empeñaremos en la estética de la derrota, porque lo verdaderamente importante es ganar. Con más razón, cuando están en pugna las necesidades del pueblo más vulnerable y desprotegido.
Miguel Aguirre Bayley es periodista y escritor.