Transcurrió el mes de noviembre y hace pocos días, además de celebrar un nuevo 8 de noviembre (fecha en la que se conmemora el Día Mundial del Urbanismo), comenzamos a conocer los nuevos datos censales 2023 para Uruguay. Efectivamente, tal como era de esperar, el incremento demográfico nacional en los conglomerados urbanos confirma e incluso acentúa las tendencias de la región y del mundo. La perspectiva global sostenida es la de incrementar en forma sostenida la población que habita en las ciudades. Ámbitos urbanos donde, por lo tanto, hay mucho trabajo a impulsar para que se efectivicen las oportunidades en materia de desarrollo humano.
Es inviable que la humanidad avance en materia de desarrollo sostenible si no se consideran las ciudades y los territorios. La evidencia es categórica respecto a la relación estrecha entre urbanización territorial y desarrollo. Sin embargo, también las ciudades marcan notorias desigualdades, en barrios cada vez más heterogéneos y desiguales (adentro y en comparación con otros).
Uno de los imprescindibles en el estudio de estos temas, al que mucho extrañaremos, como José Arocena, describía: “Dos formas de percibir la sociedad contemporánea”. Por un lado, la que acentúa lo supranacional y va marcando el reperfilamiento de los estados nacionales ante una lógica planetaria “uniformizante”. Por el otro lado, la noción de un proceso en el que se reafirman las diferencias y especificidades, considerando allí centralmente las dimensiones culturales e identitarias. Esa reflexión de Arocena, una verdadera visión que data de hace algunas décadas, ya indicaba un riesgo potencial de poner los énfasis “en la disociación y en la complejidad”, aunque marcaba la necesidad de avanzar en la búsqueda de “alguna forma de articulación” de ambas visiones.
Urbanización y desarrollo están vinculados, pero ello no inhibe la amplísima desigualdad de entornos urbanos donde afloran dificultades de segregación sintetizada en viviendas y empleos precarios, sumados a grandes brechas de acceso a la salud o a la educación que se traducen en diversas formas de vulnerabilidad social. Se trata por lo tanto de una coyuntura que plantea también retos y oportunidades para los gobiernos locales y regionales, que deben gestionar, y por lo tanto incidir y participar, en diversos ámbitos globales. Pero también es imperioso que los estados nacionales identifiquen la pertinencia de otorgar los recursos y garantizar las capacidades para que el enfoque territorial de la política pública sea cada vez más factible.
Hoy es impensable promover la transformación de las sociedades sin considerar a las ciudades como ámbito esencial.
Para América Latina y sus ciudades la agenda es aún más desafiante y parece momento de jerarquizar los procesos de internacionalización de las ciudades y los gobiernos locales en esfuerzos como el de Mercociudades, por ejemplo. Las ciudades deben discutir e incidir en una agenda que juega cada vez más elementos en aspectos de planificación y gestión urbana. Una vez más, ello supone recursos y capacidades.
Un desarrollo sostenible que satisfaga las necesidades de las personas hoy, sin comprometer las necesidades de las personas mañana, es mucho más que un juego de palabras. La perspectiva del desarrollo multidimensional marca una indisoluble asociación con las escalas territoriales (particularmente las urbanas). Las ciudades son un espacio prioritario y decisivo para abordar los principales retos del desarrollo sostenible. Y ante ese desafío, la institucionalidad subnacional de gobierno está llamada a cumplir un papel protagónico. Uruguay y América Latina deberán profundizar los pasos en esta perspectiva. Si bien no es comparable, bien vale atender la experiencia acumulada de la Unión Europea desde Euro Social, donde ha generado, por ejemplo, un proceso incremental de articulación de políticas sectoriales en convergencia con la perspectiva integral a escala territorial. La propuesta de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) (aun con todo lo que le ha pasado al mundo) es una estrategia y a su vez una herramienta potente. Independientemente de las campañas, vaivenes y oleadas en relación a la Agenda 2030, el territorio es el campo de acción prioritario y decisivo para transformar las realidades sociales, económicas, políticas y ambientales. Los desafíos recientes como la pandemia y el cambio climático son apenas dos de los muchos ejemplos que continúan marcando grandes desafíos para los países y las regiones.
Hoy es impensable promover la transformación de las sociedades sin considerar a las ciudades como ámbito esencial. En América Latina, una región inmensamente desigual, el peso de los conglomerados urbanos es cada vez más relevante y, por lo tanto, hay que trabajar en esas escalas con herramientas de proyección y planificación que brinden respuestas acordes, inteligentes e inclusivas.
Martín Pardo es politólogo con especialización en desarrollo económico territorial, maestrando en desarrollo local y regional.