El cambio no cae del cielo. Es preciso ir a su encuentro y encarar, tomando como referencia la realidad nacional en su conjunto. Esta es la actitud que inspira mis últimas notas. Ellas refieren a los diversos ángulos y enfoques desde los cuales abordar la gran materia a la que debemos apuntar los uruguayos: niveles más altos y crecientes de desarrollo económico y social.

Hoy quiero comentar uno de los posibles y necesarios atributos que deben estar presentes en la tarea de colocarnos en un plano de ofensiva responsable respecto de la construcción de una sociedad de avanzada que encuentre su lugar a niveles más altos de vida que los que hemos construido y conocido hasta ahora.

Ese atributo al que aludo tiene que ver con los estímulos emocionales que la propia tarea va generando y que resultan un ingrediente fundamental para su avance. Si se comparte esta reflexión, se convendrá que el pilar fundamental sobre el que descansa esta conducta tiene que ser el de evitar el desconocimiento de los progresos que se van logrando. No es posible cambiar una realidad que no se conoce.

Todos los días lo percibimos. Tengamos en cuenta un par de estos desconocimientos que, a su vez, no sólo no reconocen cambios hacia adelante en la estructura productiva de Uruguay, sino que diagnostican una primarización de la economía. El primero de esos ejemplos refiere al desconocimiento total acerca del papel que los servicios están jugando en la producción y el comercio. Es un error muy grande, especialmente si se toman en cuenta los llamados servicios globales, vehículos de avance tecnológico y calificación creciente de capital humano. Es que, a partir de importantes inversiones, los servicios globales son el resultado de la tendencia a fragmentar los procesos de producción a lo largo y ancho del mundo, posibilitado por el progreso en las tecnologías de la información, la reducción de los costos de las comunicaciones internacionales y la estandarización de procesos. Por estas razones es que los servicios globales son intensivos en empleo de calidad.

El segundo ejemplo al que aludí antes es que frecuentemente se pone el acento en la naturaleza física del producto, desconociendo la composición de su valor y su nivel de calidad. Así, según este planteo, la soja, el trigo y la carne de hoy son iguales a los de ayer, ignorando el importante cambio tecnológico durante los últimos años y los correspondientes incrementos de productividad.

Muchas veces no se tiene en cuenta la incorporación de un eslabón en la cadena maderera, como es la pasta de celulosa, que definen simplemente como producto primario, y desconocen que su producción se presenta asociada a otros factores generadores de valor, como los biocombustibles, los productos compuestos o biomateriales, los bioquímicos y las nanofibras.

Sería también muy difícil avanzar sin un protagonismo social creciente. Esta es una parte importante de la tarea del gobierno: crear condiciones para que ese protagonismo crezca a todo nivel e involucrando a toda la sociedad. A los más humildes, sabiendo que son los más necesitados de derechos y de oportunidades. A los sectores medios, que más allá de sus niveles de ingresos han sentido la responsabilidad cultural de constituir factores de equilibrio y estabilidad en la sociedad. A los que invierten, arriesgan, innovan y crean trabajo y oportunidades para sus compatriotas.

En este sentido, la Unesco con sus conceptos sobre “nueva diversidad creativa” nos ayuda a comprender un planteo de este tipo sobre la peripecia humana: “el desarrollo humano se refiere al individuo, que es tanto el objetivo último como el agente o actor principal. Sin embargo, las personas no son átomos independientes, trabajan juntos, compiten, cooperan, interactúan de múltiples maneras. Es la cultura la que vincula y hace posible el desarrollo de cada persona”. Esa cultura que, según la Declaración de Friburgo de 2007, abarca los valores, las creencias, las convicciones, los idiomas, los saberes y las artes, las tradiciones, instituciones y modos de vida por medio de los cuales una persona o un grupo expresa humanidad y los significados que dan a su existencia y su desarrollo.

En última instancia, se trata de hacer política, en el sentido más elevado y profundo del concepto. Se trata de asumir que no estamos encerrados en un tubo de ensayo, observando la realidad desde su interior. Se trata de asumir que somos sujetos de la historia y que la contamos actuando sobre esa realidad, con objetivos y estrategias e instrumentos para influir sobre las conductas de los ciudadanos, lo que es administrar el poder al servicio de esa construcción.

En última instancia, se trata de hacer política, en el sentido más elevado y profundo del concepto. Se trata de asumir que no estamos encerrados en un tubo de ensayo, observando la realidad desde su interior.

Para convocar a dar este paso hay que tener muy clara la importancia de los valores superiores que la inspiran, en cuya definición la ética está llamada a cumplir un papel fundamental en tanto disciplina relativa a los valores y costumbres que se consideran buenos según la concepción o el bien y el mal que existe en una comunidad a partir de sus principios filosóficos o religiosos, su visión del mundo y sus costumbres. Son las bases de un sistema de normas que determinan la rectitud de las conductas y atañen al fuero interno, al espíritu de cada uno de nosotros, pero también al estado de ánimo, la confianza y la autoestima.

De esta manera, la libertad, la igualdad de derechos, la democracia, la participación y la prosperidad pueden constituir la plataforma de valores desde los cuales convocar a hacer política. Hablo de la libertad en todas sus dimensiones y expresiones, de los derechos y no de la compasión, de la democracia en tanto ideal reconocido como derecho fundamental de los ciudadanos, la participación en toda la cobertura del espacio público, y la prosperidad y no la cultura del pobrismo, porque no se trata de igualar para abajo. Se trata siempre de apuntar a la excelencia, convencidos de que ese debe ser el destino al que conduce la historia que hemos venido escribiendo los uruguayos.

Danilo Astori fue ministro de Economía y Finanzas y vicepresidente de la República.