Los Manini Ríos vienen del fondo de la historia. Su prosapia se remonta a finales del siglo XIX, tiene su auge en los primeros años del siglo XX cuando Pedro Manini Ríos pasa de ser uno de los principales hombres de José Batlle y Ordóñez a enfrentarlo y oponerse a él, y siempre estuvo vinculada al poder político y económico.

Atravesó el siglo XX con énfasis en el discurso terrateniente, un pensamiento profundamente conservador y de derecha. Los diarios La Mañana y El Diario fueron los portavoces del ruralismo y de ese pensamiento durante décadas, donde también se enalteció al fascismo italiano y a su líder Benito Mussolini. Uno de sus escribas, el doctor Eduardo J Corso, fue una punta filosa de esa narrativa conservadora. Es recordado el debate entre Corso con el entonces ministro de Trabajo y Seguridad Social, Hugo Fernández Faingold, cuando este quiso impulsar la ley de ocho horas para el trabajador del campo (la ley no salió hasta 25 años después, con el gobierno de José Mujica).

Los Manini siempre fueron sinuosos. Colorados riveristas y católicos, ruralistas con Benito Nardone dentro del Partido Nacional, fundadores de la Juventud Uruguaya de Pie, sostenedores de la dictadura, ministros de Julio María Sanguinetti. Finalmente, concretaron un viejo anhelo familiar: fundar su propio espacio con la creación de su propio partido, Cabildo Abierto. Toda la familia –Guido, Hugo (fallecido) y los hijos– puso recursos para el nuevo emprendimiento al tiempo que sacó el semanario La Mañana.

Una cierta fatiga social frente a la oferta electoral existente, y un montón de razones aún no estudiadas exhaustivamente, permitieron que Cabildo Abierto emergiera con fuerza en las elecciones de 2019. Coroneles y soldados, otros que viven en “alpargatas” en los cantegriles cerca de los cuarteles, muchos individuos seducidos por el discurso de la mano dura y el garrote, y de un supuesto retorno a un orden, le dieron fuerza electoral con un discurso que quiso ser anticasta, que quiso ser nacionalista, que quiso ser artiguista. Pero un partido no es un escuadrón de infantería motorizada ni un batallón de soldados.

Frente a la oscura puerta

En los últimos días trascendió una encuesta de la consultora Cifra que insiste en la caída sostenida de la intención de voto de Cabildo Abierto y de su líder, mentor y promotor ideológico, el general retirado Guido Manini Ríos. Las razones son múltiples, pero seguramente se incluyan los episodios en los que estuvo envuelta su esposa en la entrega de viviendas a militantes de su sector, su posterior despido presentado como una renuncia, ese jugar constante en un método algo esquizoide de ser parte fundamental del gobierno y al mismo tiempo criticarlo como si no fuera parte de él, y su enfrentamiento con el propio presidente de la República, que lo dejó muy mal parado y que lo mostró débil en la defensa de su esposa y de su sector todo.

En los últimos días también se distanciaron de su movimiento varias figuras que hasta ese momento habían sido importantes integrantes, muy activos en el Parlamento y en los medios, alejamientos que se pretendió minimizar, pero que impactaron fuerte, habida cuenta de las agresivas reacciones y ninguneos que recibieron quienes abandonaban el barco.

El supuesto artiguismo de Manini y su pretensión de ser una especie de Artigas reencarnado ya habían sido malheridos cuando el senador fue objeto de varias denuncias, entre las que se destacó la inspección del Instituto Nacional de Colonización que confirmaba que había algo dudoso en la obtención de su familia, en plena dictadura, de los campos que los convirtieron en colonos. Todo lo alejaba de aquello de que “los más infelices sean los más privilegiados”. El artiguismo se esfumó cuando se refugió en sus fueros parlamentarios en el inicio del gobierno, para así evitar enfrentar a la Justicia. Esa actitud distaba de aquel “mi autoridad emana de vosotros”.

El ADN conservador y de derecha también quedó expresado cuando el gobierno de Ecuador sacó a las Fuerzas Armadas a las calles y Manini aplaudió, y también le brindó público apoyo a Jair Bolsonaro, fotografiándose con él y los generales brasileños. Sus dudosas convicciones democráticas se vieron reflejadas en sus constantes cuestionamientos a la Justicia, en presentar a los militares procesados por violaciones a los derechos humanos como víctimas, y en sus fuertes críticas a las organizaciones de derechos humanos.

Días después de la encuesta que anunció la entrada en la sala velatoria de Cabildo Abierto, el general retirado salió a jugar fuerte produciendo uno de sus característicos actos: atacó al PIT-CNT y expresó que las Fuerzas Armadas son la garantía ante fuerzas antidemocráticas. Justo en la semana en que se supo que varios coroneles robaban leña, que usaban instalaciones del Ejército para preparar caballos que luego vendían en su provecho y que un oficial era perseguido por denunciar irregularidades cometidas por otros militares. Aquí no hizo otra cosa que apelar al viejo método fascista de la proyección, acusando de antidemocrática a la organización de los trabajadores.

Las expresiones nostálgicas de Manini parecen evidenciar que ante la notoria desbandada, le quiso hablar a su núcleo duro, al cerno mismo de su movimiento, los viejos militares, y a los sectores más de derecha del país, muchos seguramente nostálgicos del proceso militar. Lo que sí parece clarificarse es que un gran conglomerado popular que creyó ver en él a alguien que podía venir a poner orden en el país, los que creyeron que Manini podía llevar a la práctica su célebre frase, “se terminó el recreo”, fueron ampliamente decepcionados: ni puso orden, ni cambió los viejos hábitos de cierta política. Todo lo contrario. No tuvo ninguna incidencia en las políticas de seguridad, y reprodujo los peores componentes del viejo clientelismo, favoreciendo a sus amigos y siendo desautorizado de un modo contundente.

Todos estos movimientos de último momento dejan ver a un Manini que trata de reordenar sus tropas ante lo que parece una desbandada general e irreversible.

En la desesperación por reposicionarse, tuvo una muy reciente aparición en la red social Tik Tok, principalmente usada por la población joven, celebrando un video en el que la gente se reía de un Manini consumidor de pasta base y bailarín, personificación que a muchos les hizo pensar que se trató de una alegoría que expresa muy bien la situación en la que se encuentra el general. Y fue más allá con una propuesta a tono con el derechista top del momento, seguramente para colgarse de su supuesto éxito, promoviendo la construcción de una cárcel de máxima seguridad, al estilo Bukele, apelando al viejo discurso punitivo, basado en el sentido común penal que pretende resolver los problemas de la sociedad castigando. Habida cuenta del análisis de la realidad carcelaria de este momento en el país, uno creería que ese discurso estaría condenado al fracaso y ya perimido; sin embargo, siempre renace el castigo y el encarcelamiento de personas como el método de resolver los problemas de seguridad pública, porque vivimos en lo que el antropólogo Didier Fassin (2018) llama una época de castigo y de ilusiones penales. Fassin también afirma que el problema no es si se debe castigar o no castigar, sino el de la selectividad del castigo, es decir, por qué se castiga a unos y no a otros.

Todos estos movimientos de último momento dejan ver a un Manini que trata de reordenar sus tropas ante lo que parece una desbandada general e irreversible, mientras su plebiscito por la deuda justa parece hundirse en el silencio de las masas. Todas estas apariciones en los medios de los últimos días, apelando a la vieja receta que anteriormente le había dado buenos resultados, parece hoy ser una señal inequívoca de desesperación política, queriendo ocupar la escena política y buscando generar reacciones, polarizando, al enfrentar, por ejemplo, a las organizaciones de trabajadores y al feminismo.

Ahora que no hay nada

El final de Manini Ríos está cerca, y seguramente –como los ciclos familiares, que muchas veces tienden a repetirse– pase de ser un posible líder con pretensiones presidenciales a concretar una desaparición sin pena ni gloria del escenario político nacional, y se lo trague el olvido, al igual que a sus ancestros.

De todas maneras, es necesario advertir que lo que más importa, las ideas que encarnó, seguramente sobrevivan bajo otras formas y encuentren otros brazos que levanten la bandera.

Broquetas y Caetano (2023) caracterizan muy bien la emergencia de Cabildo Abierto y de su líder Manini Ríos, ubicándolos en el contexto de un resurgimiento de la derecha en la región y en el mundo entero, siendo el Uruguay receptivo de estas derechas que se presentan como patriotas nacionalistas, desconfiadas de la globalización, antiprogresistas, antifeministas, antiagenda de derechos y enemigas de lo que llaman la ideología de género, victimizando a los varones. En los últimos días, en la embestida que quiere poner fin a su caída libre, en su tono de voz característico, afirmó que “la libertad de género es una ideología que pervierte a la gente”. Todo parece indicar que ese papel de víctima ya no puede representarlo, que el papel de general autoritario y violento que viene a regenerar a la sociedad en decadencia (dos atributos característicos de su pensamiento, ver Traverso, 2019) por culpa del Frente Amplio se ha desdibujado y ya parece una caricatura de sí mismo.

Carlos Demasi (2019) analiza notablemente el recorrido de tantos años de los Manini en la política nacional, hasta llegar a este fenómeno llamado Cabildo Abierto, encabezado por Guido, quien ha sido presentado como un hombre providencial de la nueva derecha, y la apelación a lo que llama un “Artigas abstracto”, evaluando también sus posibles alternativas de crecimiento y su futuro. También reflexiona que para causar daño no necesita ser una fuerza de gran envergadura.

Sin voces y sin humo

La existencia de Cabildo Abierto puso en riesgo a la democracia misma. Su debilitamiento y su posible fin no puede ser otra cosa que una buena noticia para cualquiera que tenga convicciones democráticas. Al mismo tiempo, no debemos ceder a la ingenuidad de no valorar con seriedad estas expresiones fascistas. Como bien afirma Umberto Eco (2019), debemos estar atentos al ur fascismo, es decir, el fascismo eterno, que encuentra formas renovadas de expresión. Las ideas, sensibilidades y valores que pretendió encarnar Manini se despegarán de él y esperarán a otro abanderado, porque si bien Eco advierte que el fascismo como sistema filosófico es bastante pobre, está bien ensamblado emocionalmente y se debe estar muy atento a identificar expresiones de lo que llama la “nebulosa fascista”, que se puede presentar como un culto a la tradición, rechazo a la modernidad, irracionalidad, explotación del miedo a lo diferente. El fascismo nace y renace de las frustraciones sociales o individuales, el discurso nacionalista, la vida como una guerra permanente, y su elitismo aristocrático y militarista.

Nunca debemos subestimarlo, porque siempre es capaz de encontrar un nuevo traje que ponerse.

Linng Cardozo es periodista. Fabricio Vomero es licenciado en Psicología, magíster y doctor en Antropología. Los subtítulos pertenecen a la canción “Final”, de Eduardo Darnauchans.

Referencias

  • Broquetas, Magdalena, Caetano, Gerardo (2023). Historia de los conservadores y las derechas en Uruguay. Pasado reciente: legados y nuevas realidades. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo.
  • Demasi, Carlos (2019). ¿Qué hay de nuevo en Cabildo Abierto?. la diaria, 2 de noviembre de 2019.
  • Eco, Umberto (2019). Contra el fascismo. Lumen. Buenos Aires.
  • Fassin, Didier (2018). Castigar. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires.
  • Finchelstein, Federico (2023). Breve historia de la mentira fascista. Taurus. Buenos Aires.
  • Stanley, Jason (2022). Cómo funciona el fascismo. Blackie Books. Buenos Aires.
  • Traverso, Enzo (2018). Las nuevas caras de la derecha. Siglo XXI. Buenos Aires.