El objetivo central de un gobierno del Frente Amplio debe ser poner al país en la senda del desarrollo. Por ello el debate es cuáles son los cambios en el modelo productivo que es necesario hacer.

El modelo productivo sustentado en bienes primarios de exportación está claramente agotado al menos desde 2015, y ello explica en parte la meseta del empleo en la que hemos entrado desde ese año.

Pero entonces las preguntas centrales son: 1) qué significa cambiar la matriz productiva; 2) cuáles son los sectores a priorizar; 3) cómo se desarrollan esas políticas; 4) qué condiciones adicionales requiere esta estrategia.

Cambiar la matriz productiva significa tener una estrategia de desarrollo productivo con mayor valor agregado y en particular incorporando más trabajo nacional en los productos.

Una estrategia de desarrollo significa retomar un concepto central que es la planificación estratégica del Estado, definiendo las orientaciones básicas para esta transformación productiva, utilizando las empresas públicas como motor de esa estrategia de desarrollo y con el uso de las herramientas de promoción para lograr los cambios en la matriz productiva.

Dicha estrategia al mismo tiempo debe tener un anclaje territorial, de manera de contribuir al equilibrio entre territorios y desarrollando potencialidades en todas las regiones del país.

Una pregunta central es cuáles deben ser los principales sectores a impulsar en esta transformación productiva. Aquí hay dos ejes de trabajo.

Por un lado, es claro que un cambio en la matriz productiva no significa dejar de producir bienes basados en recursos naturales. De lo que se trata es de no agotar la producción en la fase primaria o en una fase industrial de escaso valor agregado, sino avanzar en la agregación de valor. La cadena forestal es un ejemplo de ello. En lugar de exportar celulosa, es necesario trabajar en la industrialización en Uruguay de bienes como muebles, aserraderos o el propio papel.

La hortifruticultura es otro ejemplo en el que se puede agregar valor en un proceso de industrialización de alimentos elaborados, pero para ello es necesario pensarlo como una cadena con componentes agrícola, industrial, comercial y de transporte integrados. La cadena láctea es otro ejemplo en el que es posible salir de la industrialización más primaria y avanzar en la producción de bienes de consumo como yogur, postres, etcétera.

Pero el cambio en la matriz productiva no se agota en bienes derivados de recursos naturales. Es necesario diseñar una estrategia que desarrolle bienes y servicios diferenciados.

El cambio en la matriz productiva no se agota en bienes derivados de recursos naturales. Es necesario diseñar una estrategia que desarrolle bienes y servicios diferenciados.

Menciono algunos ejemplos de esta estrategia, algunos de corte tecnológico y otros vinculados a las necesidades de los ciudadanos. El primero es que Uruguay tiene potencialidades en materia de las ciencias de la vida y las biotecnologías. En esta misma dirección hay que seguir aumentando el peso de los sectores vinculados a la informática y al software, a las tecnologías de la información y la comunicación, así como otros servicios globales ligados al diseño, al audiovisual, etcétera.

Una segunda línea debe estar vinculada al sector de la salud, que es un gran generador de empleo y de desarrollo de las calificaciones. Allí entran aspectos de tecnología sanitaria, equipamientos y medicamentos donde ya hay avances importantes y que deben ser potenciados.

Una tercera línea, a vía de ejemplo, es el sector de los cuidados. El desarrollo del sistema de cuidados tiene un componente claro de equidad y desarrollo de la corresponsabilidad entre varones y mujeres. Pero, al mismo tiempo, significa en sí mismo una fuente de nuevos trabajos, en el propio cuidado. Y además es una fuente de empleos de cercanía que se pueden organizar en el propio territorio recurriendo a vecinos que pueden asumir estas tareas y que quizás tengan dificultades para trabajar fuera del propio territorio.

Estos son tan sólo ejemplos de sectores que deben promoverse pues quiebran la lógica de la primarización, agregan valor, generan empleo y significan una reducción de la dependencia con los vaivenes internacionales de los productos primarios.

Cómo lograr el cambio

Un cambio en la matriz productiva requiere una fuerte acción del Estado promoviendo estos sectores y su agregación de valor.

La ley de inversiones y sus exoneraciones tributarias son un primer factor clave de apoyo. Hasta ahora esta ley define los estímulos de manera transversal, en función de cualidades de los proyectos como número de trabajadores, ubicación geográfica, uso de tecnologías limpias, etcétera.

Hay que transitar hacia un sistema de promoción en función de sectores, ramas y empresas que pertenezcan a los productos que se quiere promover. Es decir, elegir sectores productivos ganadores de estas exoneraciones e impulsarlos integralmente.

Un segundo factor es la generación de estímulos a la construcción de estas cadenas, con apoyos a la constitución de estas empresas, a su desarrollo inicial o a la promoción de sus productos en el mundo.

Tres condiciones son importantes para hacer viable esta transformación productiva. La primera, que las empresas públicas sean un sostén de esta transformación productiva. Incluso no hay que desechar la constitución de una empresa pública en áreas de alta tecnología para que conduzca el proceso de difusión tecnológica en el sector privado.

La segunda refiere a la necesidad de pensar esta industrialización (concepto usado en sentido amplio como sinónimo de valor agregado) con un marco de integración regional que permita potenciar la escala de nuestra producción. La complementación productiva entre los países de la región y en particular del Mercosur es central para desarrollar sectores productivos integrados que tomen las ventas de cada país y las integren en una política industrial común.

La tercera refiere a las necesidades de financiamiento que estas políticas requieren en materia de subsidios para esas etapas iniciales de agregación de valor. Una parte surgirá de redistribuir los recursos de la ley de inversiones, y otra deberá generarse en apoyos explícitos al desarrollo técnico y a la generación y capacitación del trabajo.

Como ya dije en un reportaje en la diaria Economía del jueves 23 de mayo, las condiciones en las que se desarrolló Uruguay hasta 2019 dieron sostenibilidad a la economía. En ese contexto, hoy nos encontramos con una situación fiscal sostenible y un endeudamiento también sostenible, lo que permite asegurar que existen las condiciones para encarar esta transformación productiva, integradas a los cambios laborales y sociales de los que hablamos en la nota anterior.

Daniel Olesker es magíster en Economía y presidente de la Comisión de Asuntos Sociales del Frente Amplio.