La frase “otra vez sopa” fue popularizada por el personaje de Mafalda en la historieta creada por el humorista gráfico argentino Quino en 1964. Cada vez que la niña de seis años se sentaba a la mesa frente al mismo menú que detestaba, gruñía: “Otra vez sopa”. Rápidamente la expresión fue adoptada por el imaginario colectivo para manifestar desilusión o rechazo frente a la verificación, en nuestra experiencia, de que una vez más eso que “no nos gusta, no funciona, no nos sirve” vuelve a repetirse en nuestra vida. Lamento ser la que diga algo tan obvio como que la política no está exenta de esa frase.
En vísperas de elecciones, la gestión en general, y las obras en particular, se realizan y aceleran al ritmo de la cuenta regresiva de las urnas. Este mecanismo como artilugio de campaña es utilizado una y otra vez, sin importar el color de la bandera partidaria. Otra vez sopa. Como sea, y aunque a destiempo (a veces muy tarde) las obras siempre son necesarias, en tanto y en cuanto responden a necesidades insatisfechas de la población toda y, en especial, de los sectores más vulnerables. Pero puede pasar también que las obras respondan sólo a la necesidad política de mostrar gestión y no estén vinculadas a las insuficiencias de la población.
Veamos un caso puntual con una obra de infraestructura prevista para setiembre, a días de las elecciones, que involucra a la zona del balneario El Ensueño, en el departamento de Colonia. Hablamos de la pavimentación del tramo de acceso y de parte del balneario que, dicho sea de paso, está amparado en la Ley 15.393 de protección de bosques. Hablar de asfaltar un bosque protegido se acerca bastante a la definición de un oxímoron. Pero me interesa analizar cómo, a veces, las buenas intenciones salen mal. Es decir, son positivas para quien las genera, pero no para quien las recibe. Entonces, a la larga, son negativas para ambos. Si la política aspira a obtener un retorno en votos por una obra que perjudica al hábitat y a la calidad de vida de las personas, es muy probable, casi tengo la certeza de que la ejecución de dicha obra de infraestructura, en este caso puntual, será contraproducente. Perdemos todos. Pero no de igual manera, ya que la política siempre tiene nuevas chances en la siguiente elección, pero el impacto ambiental y en la vida diaria que sufriremos los vecinos a partir de la pavimentación en esa zona protegida es irreversible. El daño estará hecho para siempre.
Los efectos del bitumen en el medioambiente son bien conocidos, pero siempre es bueno recordar su impacto nocivo para tomar conciencia. Entre los efectos ecológicos más significativos pueden citarse la fragmentación de ecosistemas, la dispersión de especies exóticas y la disminución de las poblaciones de especies de flora y fauna nativa, alteración del ciclo hidrológico, cambios microclimáticos, producción de material tóxico, disminución en la calidad del suelo e incremento en la erodabilidad y modificación de la calidad del agua de los acuíferos.
Si pensamos que, además, el tramo de 1.200 metros a pavimentar se encuentra a un nivel más alto que el resto del balneario, y que el asfalto no tiene capacidad de absorción, cuando suceda la primera lluvia y en las subsiguientes, todas las casas y terrenos a lo largo de esa vía en descenso se verán seriamente afectados con inundaciones.
Cabe aclarar que a lo largo de ese tramo están también los accesos a dos barrios que tienen ecosistema propio con fauna y flora nativa, que se verá gravemente afectada por la emigración de especies autóctonas.
La política siempre tiene nuevas chances en la siguiente elección, pero el impacto ambiental y en la vida diaria que sufriremos los vecinos a partir de la pavimentación en esa zona protegida es irreversible.
Pero ¿qué tenemos del otro lado? ¿Cuál sería el beneficio de asfaltar el acceso y parte del balneario? ¿Es por un tema de accesibilidad rápida para quienes van y vienen a trabajar diariamente? ¿Cuánto tiempo pueden ahorrar en ese tramo corto? ¿Dos minutos? ¿No es mejor salir cinco minutos antes y dejar a la naturaleza en paz? Si es un tema de mantenimiento del actual acceso de balastro, lamento decir que el bitumen también lo requiere y en cada reparación emitirá gases tóxicos y cancerígenos que el balastro no provoca.
Sumado a esto, esa obra prevista para setiembre interfiere con la agenda de actividades del balneario, específicamente con Bosques pintados, un evento declarado de interés departamental que convoca a artistas muralistas a pintar, durante cuatro o cinco jornadas, los eucaliptos gigantes tronchados en forma de tótems.
Hace un tiempo escribí: “El Ensueño es la frondosa arboleda de la cual aprendí su singularidad y, con nombre propio, la identidad de cada especie, cada planta, cada flor. El Ensueño es caminar descalzo por la playa sin importar la estación; es reconocer tu huella en la arena del día anterior. El Ensueño sabe a moras en primavera. Hacia donde gires verás una postal pigmentada con la paleta de colores de un cuadro de Cézanne. El Ensueño es enterrar las manos en la tierra húmeda y olvidarte para siempre de la manicure. Es las calles de tierra con nombre indígena. Es la leche de tambo y la pesca del día. El Ensueño es mi estufa, la leña; es mirar el fuego de modo hipnótico. El Ensueño huele, huele a eucalipto, aromo y jazmín, y por esta época huele a chimenea. Y también suena: en un pájaro carpintero repiqueteando su ritmo sobre la madera, en el soplido del viento meciendo los árboles. Y en el río revuelto que parece mar. Pero es río. Es el río que me distrae desde el ventanal mientras escribo…”.
Mientras tanto escribo, porque es lo único que sé hacer y mi palabra es mi único patrimonio. Escribo porque no puedo ser indiferente. Escribo implorando para que no se altere irreversiblemente el statu quo. Escribo exponiendo el tema y la preocupación que esto genera. Escribo para decir gracias a quien quepa agradecer por poner el foco en esta zona, pero esa obra no es necesaria. Mejor ocupar esos recursos en otros objetivos, preferentemente medioambientales, y probablemente, casi tengo la certeza de que esas acciones se verán reflejadas en votos.
Entonces, no deseamos otra vez sopa, porque ese plato “no nos gusta, no funciona, no nos sirve”. Mejor ofrecer otro menú.
Andrea Paula Garfunkel es escritora y columnista en diversos medios de la región. Es autora de seis novelas y un libro de no ficción, Wunderkammern, que obtuvo el Primer Premio Literario, Narrativa 2022, otorgado por la Intendencia de Colonia.