En Uruguay, desde la restauración democrática han convivido de diversas maneras y muy dinámicamente dos proyectos de país. Uno que viene desde la dictadura y su economía neoliberal, y otro que pretende un país inclusivo, con igualdad de oportunidades y justicia social.
Las realidades cambian y los actores cambian de lugar (muchas veces por intereses electorales). Por ejemplo, un momento cúlmine de esa expresión fue cuando en 1992 se votó el referéndum para derogar cinco artículos de la Ley 16.211, llamada “de empresas públicas”. Se salvaron a UTE, Antel y otros sectores estratégicos del voraz apetito de los sectores que querían regalarlos a trasnacionales. El botín era la telefonía celular (algo que sabíamos, pero no en toda su magnitud) y otros sectores estratégicos. A último momento, Julio María Sanguinetti, viendo que la población votaría afirmativamente la derogación, se pasó con todo el Foro Batllista a las fuerzas populares.
Estos dos bloques se han mantenido en el tiempo. Actualmente, se ha radicalizado la sociedad y también el espectro político; los dos bloques están nítidamente perfilados: el Frente Amplio (FA), por un lado, y la Coalición, por otro. El diálogo es mínimo y todos piensan en las elecciones de 2029.
El primer gobierno del FA, que comenzó en 2005, con Tabaré Vázquez en la presidencia y Danilo Astori dirigiendo la economía, tuvo más que limitaciones económicas, ya que agarró un país fundido y con vastos sectores de la población en la miseria, pero puso una condición de acero: se iban a destinar 300 millones extrapresupuestales al Fondo de Emergencia (que era un punto o más del producto interno bruto).
Con una economía creciendo y con gente viviendo mejor sustancialmente, con José Mujica el FA ganó por segunda vez en 2009 y destinó más y más recursos a la sociedad, y desarrolló el consumo interno como otro motor más de la economía que se prendía (salarios reales con altos crecimientos, con la pobreza y la marginación cayendo aceleradamente). Los neoliberales y los “entreverados ideológicamente” hicieron creer –e hicieron carne hasta en sectores del FA– que su gestión había sido desprolija, por decir lo menos.
Y, sin embargo, el rumbo estaba claro, y el FA ganó por tercera vez nuevamente con Tabaré. Danilo Astori habló de consolidación fiscal (un mini ajuste fiscal), ya se escuchaba a los tecnócratas en demasía y se decía que se podía perder el investment grade y etcéteras varios. Se les hizo caso, los dirigentes cayeron en el corral de ramas de esa discusión y un político de raza (sin dudas) les arrebató legítimamente e increíblemente el gobierno a las fuerzas populares en 2019.
La disyuntiva de hierro exige coraje, valentía e inteligencia, todas cualidades que el señor presidente de la República posee. Está en él saberlas usar. Y a tiempo.
Asumió así el Partido Nacional, y como furgón de cola el Partido Colorado (nuevamente Sanguinetti y su alegoría de que al pollo se lo despluma de a una pluma a la vez, con risas macabras y cadavéricas en una exposición pública, buceen internet y lo verán).
Luego hubo una gestión rara, extraña, con pandemia de por medio y que dejó como herencia maldita un agujero fiscal. Ese es un dato real y cierto. Ganó por cuarta vez el FA en 2024 (esta vez sin mayoría parlamentaria ) con Yamandú Orsi como presidente. Como nota sobresaliente, un intendente del interior, llano y sencillo. Que quiere la pública felicidad sin dudas y la justicia social, pero que tiene que cuidar la investidura presidencial por razones republicanas y democráticas. Que dialoga, que no sale a pontificar y que prefiere mostrarse como un hombre común y corriente, que lo es. Por esa razón tuvo y tiene que soportar infamias. Y las deberá seguir soportando.
Pero quisiera decirle una sola cosa: que recuerde cuando Tabaré exigió como verdad sacrosanta la creación del Fondo de Emergencia, que recuerde a Mujica con su defensa a capa y espada de los sectores más desposeídos.
Es hora de que lo político prime sobre la sirena neoliberal. Le tienen que llegar a la gente recursos para volver a saborear la vida como en los tiempos de Mujica y Tabaré. Y esa decisión la puede tomar solamente él, asumiendo el costo, pero sabiéndose respaldado por millones. 2029 está ahí y la coalición del Partido Nacional y del Partido Colorado está más fuerte que nunca. Los demás partidos políticos desaparecerán.
La disyuntiva de hierro exige coraje, valentía e inteligencia, todas cualidades que el señor presidente de la República posee. Está en él saberlas usar. Y a tiempo.
Federico Arregui Mondada es abogado.