Este martes se vota para renovar los responsables de varias alcaldías en Estados Unidos, y entre ellas está nada menos que la de Nueva York, la ciudad más poblada, diversa y cosmopolita de ese país, con un gran peso cultural y financiero en el mundo. Su electorado es tradicionalmente distinto del promedio estadounidense, pero quizá esto nunca ha sido tan notorio como ahora, cuando todas las encuestas muestran como favorito a Zohran Mamdani, de 34 años, inmigrante nacido en Uganda, de ascendencia india y musulmán chiíta, compositor y productor de rap.
Mamdani se declara socialista democrático, acusa al gobierno israelí de apartheid y genocidio, y defiende un impuesto adicional a los ultrarricos. Promete líneas de transporte público gratuito, limitación del precio de los alquileres, acceso universal a guarderías hasta los cinco años y una cadena de supermercados municipales para abaratar el acceso a los alimentos.
En las internas del Partido Demócrata (PD) llevó adelante una campaña con gran movilización de voluntarios y derrotó en forma contundente a Andrew Cuomo, exgobernador del estado de Nueva York, muy vinculado con la élite de esa fuerza política y apoyado por una vasta coalición de poderes económicos y mediáticos.
Cuomo decidió presentarse como candidato independiente y hoy es el principal rival de Mamdani, con el apoyo de muchas personas perturbadas por su discurso “radical” y “populista”. Entre ellas, el presidente Donald Trump, quien como era previsible opta por adjetivos más pesados, sostiene que Mamdani es “un loco comunista”, amenaza con retirarle a Nueva York el apoyo de fondos federales si es electo, y ha manejado incluso la posibilidad de arrestarlo.
Para muchas personas que le reclaman al PD una actividad opositora más firme y un mayor compromiso con los sectores vulnerables, Mamdani es un símbolo de esperanza. Para la influyente colectividad judía neoyorquina, es un factor que tensiona la diversidad interna. En una encuesta reciente, más del 40% de sus integrantes consultados dijeron que iban a votarlo, pero el resto teme que sus posiciones abonen el antisemitismo y la hostilidad hacia el Estado de Israel. Entre los menores de 44 años, las proporciones se invierten. Los tiempos están cambiando.
Un juego de espejos
Las coberturas periodísticas destacan el contraste entre Trump y Mamdani, aunque señalan también que ambos tienen en común un manejo muy eficaz de las herramientas de comunicación política contemporáneas. De todos modos, cabe acotar que trasladar la contraposición a todo Estados Unidos podría ser catastrófico para el PD, aunque tanto a Mamdani como a Trump les resulte conveniente, desde el punto de vista publicitario, subrayar con trazo grueso lo que no son.
Casi todas las falsedades con las que la ultraderecha estadounidense ha intentado demonizar a figuras del PD como Barack Obama, Kamala Harris o Alexandria Ocasio-Cortez se pueden agitar mucho más fácilmente contra Mamdani, aunque este se siga moderando como lo ha hecho en las últimas semanas. En los sectores más reaccionarios de la población estadounidense, quizá basten para descalificarlo incluso los datos ciertos, como sus creencias islámicas, su autodefinición ideológica, su procedencia de un país que no todos saben ubicar en un mapa y hasta su nombre adecuado para un villano de cómic.
Sus iniciativas programáticas para Nueva York son blancos fáciles para los formadores de opinión predominantes en materia económica. Estos coinciden sobre el efecto negativo de la intervención estatal en mercados presuntamente libres, entre ellos los de la vivienda, el transporte público, los cuidados a la infancia o la venta de frutas y verduras al por menor, aunque todos fallen.
A su vez, Mamdani, como una versión millenial de Bernie Sanders, aprovecha los sentimientos de indignación, desamparo y pánico que causan las políticas de Trump. Contra la complicidad presidencial con los más ricos, iniciativas tributarias para la redistribución. Contra un tiburón del sector inmobiliario, un defensor de la gente amenazada por el desalojo. Contra la criminalización de la población inmigrante, la empatía de alguien que estuvo en ese lugar, aunque haya llegado a Estados Unidos junto con una familia de buen nivel socioeconómico y con los papeles en regla.
Para mañana
Si Mamdani gana este martes, las fuerzas que se le oponen harán cuanto puedan para que su gestión sea un desastre y un escarmiento. Pero con independencia del resultado electoral y de lo que eventualmente logre como alcalde, su irrupción dejará enseñanzas.
Es posible y necesario ensanchar el abanico de opciones para la ciudadanía, no sólo con una resistencia más vigorosa a los desbordes del poder, sino también con propuestas nuevas. Urge reactivar el involucramiento popular en los conflictos políticos con algo más que polarización y memes, prestándoles mayor atención a las necesidades básicas de la gente; todo eso es positivo para la democracia estadounidense y para la democracia a secas, también en esta esquina del Sur.