La educación agraria en alternancia ha sido un modelo educativo clave en Uruguay, que ha combinado teoría y práctica en el contexto de la producción agrícola. En este marco, el Ciclo Básico en Alternancia de la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU) se ha presentado como una herramienta valiosa para preparar a las y los jóvenes en el sector agrario. Sin embargo, recientemente se han observado cambios preocupantes en la oferta educativa que podrían afectar negativamente a estudiantes del medio rural.
Orígenes y evolución del modelo
El concepto de educación en alternancia surgió en Francia en 1935, como una respuesta a la necesidad de ofrecer una educación más adaptada al medio rural. La iniciativa fue liderada por el movimiento de las Maisons Familiales Rurales (MFR), una red de centros educativos orientados a combinar la formación teórica en el aula con prácticas agrícolas en el hogar o en establecimientos del entorno. Este modelo fue desarrollado como una manera de mantener a las y los jóvenes en sus comunidades rurales, ayudándolos a adquirir conocimientos prácticos y relevantes para el contexto en el que vivían.
Con el tiempo, el éxito de la alternancia en Francia hizo que el modelo se expandiera a otros países de Europa, como Italia, España y Bélgica, donde también se implementaron iniciativas similares. En América del Sur, la alternancia llegó a países como Brasil y Argentina, donde se adaptó a las realidades rurales locales, con un enfoque dirigido a la agricultura familiar y el desarrollo sostenible de las comunidades rurales.
En Uruguay, la educación agraria en alternancia comenzó a tomar forma a fines de la década de 1990. Con anterioridad a este plan, existían en algunas escuelas agrarias cursos para formar idóneos agrarios con carácter profesionalizante, que no presentaban continuidad educativa y estaban dirigidos a la población en edad de cursar el ciclo básico. En 1996, UTU implementó el Ciclo Básico Tecnológico en Alternancia, dirigido a jóvenes de 12 a 15 años. Este programa permitió a los y las estudiantes alternar períodos de formación en el aula con prácticas en los establecimientos agropecuarios donde residían. El enfoque no sólo buscaba transmitir conocimientos técnicos, sino también desarrollar habilidades como el trabajo en equipo, el liderazgo y la resolución de problemas, en un contexto educativo en el que se priorizaba el “aprender haciendo”.
En este modelo los estudiantes adquieren experiencia práctica en el campo, lo que fomenta su permanencia en el entorno rural y contribuye al desarrollo sostenible de las comunidades. Además, la alternancia ofrece una alternativa real para que los jóvenes del medio rural puedan continuar su educación sin desarraigarse de sus comunidades, ya que el predio productivo de residencia juega un papel fundamental en su formación, integrando los saberes y experiencias de la práctica con los contenidos académicos a través de la asignatura Cuaderno de Explotación Familiar.
Transformación educativa y la crisis del modelo en alternancia
Desde 2022, el sistema educativo uruguayo viene experimentado una transformación significativa, en particular por la imposición generalizada de un enfoque de formación por competencias. Este enfoque, que busca preparar a los estudiantes para el mercado laboral mediante el desarrollo de habilidades específicas que este demanda, ha dado como resultado la sustitución del Ciclo Básico Agrario en Alternancia por la Educación Básica Integrada. Últimamente las propuestas de Formación Básica Integrada en alternancia han sido sustituidas en muchas escuelas agrarias de UTU por Educación Básica Integrada (Modalidad Rural Extendido).
Este cambio, presentado como parte de la actual Transformación Educativa, ha sido especialmente perjudicial para los jóvenes que provienen del medio rural, quienes pasan a formar parte de una propuesta junto con jóvenes de entornos urbanos. Esta no se desarrolla bajo régimen de alternancia y tampoco cuenta con el papel fundamental de la práctica semanal en el predio de residencia, articulada al proceso de enseñanza-aprendizaje. Dicha modalidad no contempla ni prioriza las necesidades formativas de los jóvenes que provienen efectivamente del medio rural, alejándolos de una educación técnica especializada en la producción agropecuaria. Esto conspira además contra el necesario retorno de los jóvenes a su territorio al egresar de su formación, provocando de esta forma el despoblamiento de los entornos rurales.
La formación por competencias tiende a fragmentar el conocimiento, priorizando habilidades individuales que responden a demandas inmediatas del mercado laboral, en lugar de ofrecer una educación integral que responda a las realidades del sector agrario. En el modelo de alternancia, la conexión entre la práctica en el campo y el aprendizaje formal en el centro educativo permitía una formación más completa, que no sólo preparaba a los jóvenes para enfrentar desafíos técnicos, sino también para comprender y transformar su entorno rural.
Consecuencias de la transición
La eliminación del Ciclo Básico en Alternancia promueve el desarraigo y la pérdida del sentido de pertenencia de los jóvenes hacia el medio rural. Al no recibir una formación contextualizada y articulada con el quehacer diario en su predio de residencia, estos jóvenes se ven tentados a optar por carreras que no se alinean con las necesidades del Uruguay rural, lo que aumenta la migración hacia las ciudades y debilita aún más las comunidades rurales.
Además, este cambio en la propuesta educativa podría tener un impacto directo en la sostenibilidad del sector agrícola. Con menos jóvenes capacitados para enfrentar los desafíos de la producción agrícola, ganadera y lechera de nuestro país, se pierde capacidad en esos sectores para enfrentar enormes desafíos como la modernización, el cambio climático y la competencia con sus vecinos gigantes por espacios de mercado comunes.
Una mirada crítica hacia la formación por competencias
La Transformación Educativa y su enfoque competencial tienen como cometido subordinar la educación a las demandas del mercado también en las propuestas de educación agraria que imparte la UTU. No obstante, este modelo aleja la formación técnica de las necesidades reales del medio rural y del sector agrario de Uruguay. La alternancia ofrece un aprendizaje contextualizado, que integra lo práctico y lo teórico, permitiendo a los estudiantes desarrollar una visión integral de la producción agropecuaria.
El modelo de formación por competencias se basa en estándares generalizados, actualmente impuesto a los países por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, que no tienen en cuenta las especificidades ni las dinámicas propias de las comunidades agrarias. Al privar a los jóvenes rurales de una educación que les permita articular el saber adquirido en el entorno productivo con el conocimiento formal, se les niega la posibilidad de un desarrollo pleno en su ámbito de vida.
Al privar a los jóvenes rurales de una educación que les permita articular el saber adquirido en el entorno productivo con el conocimiento formal, se les niega la posibilidad de un desarrollo pleno en su ámbito de vida.
Es necesario oponerse a esa tendencia global e impuesta por los organismos internacionales y abogar por el fortalecimiento del currículum basado en contenidos sólidos, que no sólo transmitan conocimiento técnico, sino que además se vinculen de manera estrecha con la práctica en el entorno rural donde residen los estudiantes. La educación agraria debe necesariamente integrar la experiencia personal de los estudiantes, permitiendo que apliquen lo aprendido en el predio donde residen con sus familias y que el aula se retroalimente de dicha experiencia. El modelo de alternancia en el cual los estudiantes pasan una semana en el centro educativo y otra en su predio rural ha demostrado ser altamente efectivo para conectar el saber académico con la realidad práctica.
Mirando hacia el futuro
El intercambio permanente con docentes y funcionarios del sector agrario de UTU ha puesto de relieve la necesidad de encontrar un equilibrio que permita a los y las jóvenes del medio rural acceder a una educación agraria de calidad. Además de esta necesidad primordial que acercaremos a las nuevas autoridades de la educación, hemos recogido un conjunto de propuestas para construir una transición a la alternancia que rescate la rica experiencia acumulada, atendiendo especialmente a algunas de las áreas de la formación técnica que deben ser priorizadas: producción sustentable, visión agropecuaria y el uso de nuevas tecnologías, entre otras.
La educación agraria en alternancia, con su enfoque en la práctica y la conexión con la realidad del medio rural, sigue siendo un modelo valioso que merece ser mantenido y fortalecido. Reforzar esta modalidad no sólo beneficiaría a los estudiantes, sino que también contribuiría al desarrollo sustentable de las comunidades rurales y al futuro del sector agrícola, ganadero y lechero de Uruguay.
Apostar por una educación agraria en alternancia es hacerlo por el fortalecimiento del vínculo entre el conocimiento y la práctica, la permanencia de los jóvenes en sus comunidades rurales y por el futuro del Uruguay rural.
Daniel Devitta es integrante del equipo del consejero electo del Codicen Julián Mazzoni.