Esta semana se celebró el IV Foro Ministerial de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y China en Pekín. Tal como se comunicó, el foro tuvo como objetivo promover la relación entre China y la Celac, con foco en la cooperación en áreas como el comercio, la inversión y la tecnología. Tengamos en cuenta, en el horizonte, que el 6 y 7 de julio se celebrará la cumbre de los BRICS en Río.

Comercio, inversiones y asimetría

Como se sabe, tanto el comercio como la inversión de China en los países de la Celac han experimentado un crecimiento notable en las últimas décadas. China se ha convertido en un importante socio comercial para la región, particularmente para su exportación de recursos naturales y también en la importación de bienes manufacturados. Además, China ha incrementado su inversión en infraestructura y proyectos de desarrollo.

Dicen los estudios de la Cepal: “El intercambio comercial entre América Latina y el Caribe y China, que en 2000 apenas superaba los 14.000 millones de dólares, se acercó en 2022 a los 500.000 millones de dólares, con lo que multiplicó 35 veces su valor. Mientras que el valor de las exportaciones regionales a ese país se multiplicó por 49, el de las importaciones lo hizo por 30. [...] China es hoy el segundo socio comercial de la región: en 2022 concentró el 13% de sus exportaciones y suministró el 22% de sus importaciones”.

Desde la fecha del estudio citado a la actualidad la realidad no se ha modificado significativamente. Lo preocupante es la estructura de esta relación comercial. En efecto, según señala el estudio de Cepal: “El comercio entre América Latina y el Caribe y China tiene una estructura claramente interindustrial: en 2022 el 95% de las exportaciones de la región correspondieron a materias primas y manufacturas basadas en recursos naturales, en tanto que el 88% de los envíos de China correspondieron a manufacturas de tecnología baja, media y alta”. “Entre 2020 y 2022, sólo cinco productos (porotos de soja, mineral de cobre y de hierro, petróleo y cátodos de cobre) representaron el 67% de las exportaciones totales de América Latina y el Caribe a China. Todos los países de la región exportan a ese país un número de productos significativamente menor que el que destinan a Estados Unidos, la Unión Europea y el propio mercado regional [...]. Debido a su composición, las exportaciones a China tienen una mayor huella ambiental por dólar exportado que las dirigidas a otros mercados, lo que se refleja en sus emisiones netas de gases de efecto invernadero y su intensidad de uso de agua”.

Por su parte, la inversión extranjera directa (IED) de China en América Latina y el Caribe (ALC) ha sido importante aunque con variaciones en los diferentes años, períodos y países.

En cuanto a los proyectos de IED de China en la región, vale tener en cuenta lo siguiente: “Los anuncios de proyectos de China recuperaron su nivel de 2019 por primera vez desde la pandemia, con un aumento del 201% en 2023, con lo que alcanzó la cifra de 14.377 millones de dólares y se consolidó como el tercer mayor origen de anuncios. El aumento se debió principalmente al renovado interés en los sectores automotor y de energías renovables y no renovables, siendo los principales destinos de los anuncios México, Brasil y Argentina. Entre los anuncios más destacados hay dos proyectos en la industria automotriz de México [...]. Además, se anunciaron otras grandes inversiones de empresas chinas en el sector químico”1 en Brasil y Argentina.

Tercer mundo, Sur/Sur y cooperación para el desarrollo

¿Esto indica que ALC ha tenido un importante crecimiento económico? Para nada. Forma parte, junto con África y otras regiones del mundo, de la zona atrasada del Sur global. O del nuevo tercer mundo. Ha incrementado su comercio con China y otros países, y ha recibido algunas IED, pero en los términos clásicos de la relación centro/periferia (materias primas por productos manufacturados) y con niveles mínimos de integración interna en la región.

La reprimarización de ALC (pérdida industrial y crecimiento en exportaciones de productos primarios) constituye un problema grave. El intercambio con China no solamente no debe agravarla, sino que debe permitir incorporar tecnologías y complementariedades que posibiliten la incorporación de valor agregado en nuestros bienes y servicios. La cooperación en energías e industrias de la transición hacia la descarbonización o en minerales estratégicos como el litio, cobre o niobio; los acuerdos en inversiones en infraestructuras –puertos, sistemas de transporte y comunicación– y en logística; las facilidades para el comercio y el desarrollo de nuevos sistemas de pagos, etcétera, forman parte de una agenda de ganar/ganar y apuntarían en sentido contrario a la clásica relación centro/periferia.

La reprimarización de América Latina y el Caribe (pérdida industrial y crecimiento en exportaciones de productos primarios) constituye un problema grave.

Civilización, globalización y geopolítica

¿La asimetría hace que la reunión sea poco importante? Todo lo contrario. ALC es una región de paz y ese valor es tremendamente relevante en la situación actual y futura. Es evidente la militarización de las relaciones internacionales en el marco de la disputa geopolítica global y del declive de Occidente. La multiplicación de conflictos fronterizos (con o sin fondo histórico y en algunos casos estimulados por servicios de seguridad de terceros y muy funcionales a los complejos industriales-militares) desvela a todos aquellos que siguen estas situaciones seriamente. No es circunstancial ni sólo local la escalada judío-musulmana, la guerra en Ucrania o la reactivación del conflicto entre India y Pakistán en Cachemira.

Quizás se aplique a la situación actual el razonamiento que hiciera el historiador británico Paul Kennedy: “Las grandes potencias en decadencia relativa responden instintivamente gastando más en ‘seguridad’, y por lo tanto desvían recursos potenciales del terreno de la ‘inversión’ y agravan su dilema a largo plazo”.2

El trumpismo (que no es el Partido Republicano como tal) juega al suma cero (uno gana lo que el otro pierde), China afirma que se trata de jugar a ganar/ganar y ambos arriesgan perder/perder si no acuerdan.

ALC puede ayudar a lo mejor para la humanidad, aunque la situación, como es obvio, es extremadamente difícil. Entre otras cosas, porque es inédita. Si se lee con atención el mojón que colocó en 1966 el gran historiador francés Fernand Braudel3 y se lo compara con la situación actual se advierte rápidamente la diferencia y el nuevo componente del riesgo: la geopolítica global ha sido transversalizada por la diferencia civilizatoria.

No se trata de una construcción imperial que domina a otros pueblos y civilizaciones, como sucedió casi siempre, y tampoco de una lucha entre estados en el interior de la misma civilización, como ha pasado tantas veces en Occidente o fuera de él, sino de una disputa por la hegemonía en el interior de la globalización entre grandes hegemones que tienen matrices civilizatorias diferentes.

Y esto no tiene antecedentes históricos. Es preciso, por consiguiente, descifrar lo nuevo. Realizar el esfuerzo para interpretar las tendencias y los nudos de conflictos. Somos conscientes de que para Uruguay y ALC una política de no alineamiento es una clave ineludible cuando se procesa el declive de Occidente, se pertenece geográficamente a América, y la geografía política evoluciona con gran turbulencia hacia la multipolaridad.

Las fuerzas políticas progresistas, más allá del posicionamiento internacional, deberían realizar un ejercicio de aprendizaje y advertir que el desarrollo espectacular de China en las últimas décadas se apoya en tres pilares: la conducción del Estado, que enlaza la dirección política, la planificación de largo plazo, y la ejecución tecno-burocrática eficiente; el papel del mercado con regulación pública, actores privados y apertura internacional, y la histórica cultura colectiva de base aldeana que logró durante varios milenios la capacidad para desarrollar el potencial de escala en el manejo del agua, las tierras y otros recursos naturales.

Las rutas comerciales y la geoestrategia

Desde que irrumpió la cuestión de Groenlandia quedó claro que el tema de las rutas y los cuellos de botella en la navegación internacional y de los suministros para toda clase de industrias eran estratégicos.

“En un mundo donde primaban las fuerzas centrípetas y la cooperación internacional –tras el fin de la Guerra Fría–, los puntos de estrangulamiento (chokepoints) de la navegación internacional, así como los principales puertos comerciales, eran visualizados desde la búsqueda de la globalización y la eficiencia. El canal de Suez, el estrecho de Ormuz, el canal de Panamá, el estrecho de Malaca y el estrecho de Dinamarca, por mencionar sólo algunos ejemplos, funcionaban como las grandes rutas de la conectividad marítima en el marco del offshoring (deslocalización), el outsorcing (tercerización) y la proliferación de las cadenas globales de valor. Un sistema internacional “basado en reglas” garantizaba la libre navegación de los mares por buques y bienes (e insumos), sin importar el pabellón y el made in inscripto en ellos. Era la utopía de la aldea global. Sin embargo, en un mundo donde priman las fuerzas centrífugas y la conflictividad internacional entre potencias –el denominado interregno–, los chokepoints pasaron a ser percibidos por los grandes centros de poder como elementos clave de la seguridad nacional. La interrupción de las cadenas de suministro por la pandemia de covid-19 y por la guerra entre Rusia y Ucrania implicó que las élites políticas globales dejaran de pensar en los beneficios del just-in-time para imaginar las amenazas del just-in-case (por si acaso) en el marco de la fragmentación del comercio global y la búsqueda de cadenas cortas y regionales de valor”.4

La ruta por el Ártico acortaría tremendamente todos los tiempos (por ejemplo, la distancia de China a la costa oeste de Estados Unidos se reduciría en cerca de 5.000 kilómetros comparada con la vía por el canal de Suez); se estima, además, que como consecuencia del calentamiento global, el Ártico podría ser navegable todo el año en algo así como una década y media. Todo ello sin considerar las riquezas de Groenlandia o de los fondos marinos de la región.

La hora del puerto de aguas profundas en Rocha

Los uruguayos no deberíamos dormirnos. China hizo una inversión formidable en Perú en el puerto de Chancay (nexo con Shanghái y demás), base de un corredor bioceánico que terminará en Brasil. En esa situación, ¿no es hora de reactivar la ubicación estratégica de Uruguay reactualizando el puerto de aguas profundas de Rocha, salida natural a las aguas del Atlántico sur?

El valor de ALC es muy grande en lo político y en lo geoestratégico. El subcontinente es, como hemos señalado, un área de paz en un mundo con guerras por doquier, pero, además, su carácter bifrontal –región del único continente que está enteramente de cara al Pacífico y al Atlántico– le da un enorme valor, lo que permite que gravite en las negociaciones políticas internacionales. Este razonamiento es de total obviedad para los equipos que estudiaron y elaboraron durante años el proyecto que fue lanzado en 2013 como la iniciativa de la Franja y la Ruta.

Muchos estudiosos uruguayos advirtieron hace ya un siglo largo las bondades que tendría un puerto de aguas profundas en Rocha, al que naturalmente pueden llegar y salir buques de gran calado (profundidad natural de 20 a 23 metros pegados a la costa, ideal para los buques pos Panamá, etcétera); nexo con el Atlántico de una región extensa y fecunda, que comprende la producción de gran parte de los países del Mercosur y que es complementario de otros sistemas, como la hidrovía, con su red de ríos y puertos; escala natural fundamentalmente hacia el Atlántico sur, hacia África, sur y sudeste de Asia. Desde 2011 a 2019 se avanzó en esa dirección en los gobiernos frenteamplistas. No se pudo concretar, pero es necesario colocarlo nuevamente en la agenda.

Enrique Rubio fue senador del Frente Amplio y director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto.


  1. Cepal (2024). La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe. Naciones Unidas: Santiago. 

  2. Kennedy, Paul (1994). Auge y caída de las grandes potencias. Plaza & Janés: España, p. 22. 

  3. Braudel, Fernand (1993). Las civilizaciones actuales. Estudio de historia económica y social. Tecnos: España. 

  4. Actis, Esteban (2025, 22 de enero). “Panamá, Groenlandia y la ‘geopolítica de los accesos’ en la nueva era Trump”. la diaria. La versión original fue publicada por Nueva Sociedad en enero de 2025. Juan Manuel Rodríguez me advirtió sobre la importancia de esta cuestión y de este planteo.