Nohelia Millán García

Un nuevo ataque hacia las maternidades y las formas de maternar se ha intensificado desde la aparición de normativas emancipatorias que reconocen la desigualdad de género y buscan revertirla.

Las mujeres vivimos más, pero somos más pobres, no solo por todo lo que sabemos sobre la segmentación laboral, también porque las tasas de interés se van comiendo los magros aumentos.

Más allá del trabajo del TCP y de las asesoras impecables que tiene en el tema género, es muy claro el mensaje que queda: denunciar es un largo camino de escarnio público.

En estos tiempos, tenemos la obligación ética de definir nuestro concepto de “igualdad” y de actuar institucionalmente en consecuencia.

Las campañas antigénero se han fortalecido y son verdaderos dispositivos antidemocráticos. Los ataques contra las feministas son ataques contra la democracia toda.

Hoy, si bien no podemos negar un cambio cualitativo en la retórica y en los programas, todavía las feministas sentimos que seguimos estando en los márgenes del proyecto político de la izquierda.

Hay una lógica de participación que tiene que ver con las diferentes estrategias colectivas para incidir en la realidad cotidiana de la comunidad, esa acción colectiva que genera impactos directos

Este proyecto es una forma más de violencia vicaria, que apunta a la tortura de las niñeces buscando el sometimiento del resto.

Las mujeres siguen cargando el país sobre sus hombros y no vemos políticas orientadas a fortalecer su desarrollo y autonomía económica.

En el confinamiento se multiplicaron las horas de trabajo no remunerado, el sistema de salud y el educativo se apoyaron en la espalda y en las oportunidades de las mujeres.