Rajoy está muy cerca de alcanzar la presidencia española pese a que sus promesas de campaña fueron escasas y a que no dio a conocer todavía su programa de gobierno. Al contrario de lo que muchos podrían pensar en primera instancia, la estrategia está resultando todo un éxito. La popularidad y la intención de voto del político conservador no ha cesado de aumentar en los últimos meses. A Rajoy no le hace falta decir demasiado. Los errores del oficialismo le bastan para asegurarse una cómoda victoria, que ya nadie pone en duda, ni sus partidarios ni sus detractores.

Para el PSOE la cuestión está en salvar la cara y evitar que los conservadores alcancen la mayoría absoluta en el Parlamento. Una derrota severa de los progresistas podría abrir la caja de los truenos en el seno del partido y mantenerlo alejado del poder durante muchos años. Pese al panorama sombrío, al candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, no le falta entusiasmo. Este veterano político lleva meses recorriendo España en una hiperactiva campaña con su lema, "Escuchar, hacer, explicar". Desde que fue designado candidato en junio, ha hecho todo tipo de esfuerzos para marcar diferencias con el gobierno socialista que él integró hasta hace unos meses, y especialmente con algunas de las decisiones más impopulares del presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Rubalcaba ha tratado de erigirse en un renovador de la socialdemocracia y en el principal defensor del Estado del bienestar, cuya supervivencia considera que está en riesgo por los severos ajustes que podrían introducir los conservadores si alcanzan el gobierno. Ha lanzado, además, numerosos guiños a los electores socialistas desencantados que podrían abstenerse de votar o respaldar al PP. Un sinfín de esfuerzos que le están resultando, sin embargo, insuficientes.

Muchos analistas tienen la sensación de que, digan lo que digan Rubalcaba o Rajoy, los españoles hace tiempo que decidieron su voto. “La gente está muy cansada, no confía en el PSOE en general. Desean mejorar su situación económica y piensan que el PP es la mejor opción”, explicó a la diaria Montse Fernández, investigadora de Ciencias Políticas en la Fundación Ortega-Marañón de Madrid.

Se trata de un voto emitido en clave económica y de severo castigo a Zapatero y al PSOE. Como en el resto de Europa, los españoles optan por sacar del poder al partido que gobernó durante la eclosión de la crisis. Esta tendencia podría acrecentarse en España, uno de los países más afectados por la crisis de la deuda europea y el que tiene la mayor tasa de desempleo de la Unión Europea: del 20%, con casi cinco millones de parados.

En números

Según una encuesta de la consultora Metroscopia, publicada por el diario español El País, el PP obtendría 45,5% de los votos frente 29,7% del PSOE. La diferencia de Rajoy sobre Rubalcaba es de 15,8 puntos, y creció 1,7 puntos en el último mes.

En las elecciones de 2008, el PP obtuvo 154 diputados y, según este sondeo, este año alcanzaría entre 185 y 190 escaños, superarían la mayoría absoluta, (cifrada en 176) y podrían obtener los mejores resultados de su historia. Rajoy conseguiría por fin llegar al Palacio de La Moncloa, luego de perder frente a Zapatero las elecciones de 2004 y 2008.

Los socialistas, en cambio, se arriesgan a cosechar su peor resultado desde las primeras elecciones democráticas, en 1977, cuando, recién salidos de la clandestinidad, obtuvieron 118 escaños. El PSOE sumaría este año, según esta encuesta, entre 115 y 120 diputados, un verdadero descalabro en comparación con los 169 escaños que cosechó en 2008.

Otra muestra del deterioro de Rubalcaba es la variación de la percepción ciudadana hacia él. Hace sólo un mes, Rubalcaba aventajaba a Rajoy en distintas cualidades que mide la encuesta, y ahora sólo en dos: conocimiento de los problemas del país y en preocuparse más por los ciudadanos.

Pese a que la fidelidad de los votantes del PSOE está bajo mínimos, en 43%, dos datos invitan al optimismo de los socialistas: el 24% de indecisos y la estabilidad en 28% del porcentaje de los antiguos votantes socialistas que se han decantado por otras opciones. La sangría de votos del PSOE beneficia en especial a los partidos minoritarios de izquierda y de centro. Izquierda Unida duplicaría su resultado, pasando de 3,8% a 7,6%, mientras que Unión Progreso y Democracia (UPyD), un nuevo partido liderado por Rosa Díez y Fernando Savater, una formación de centro ubicada entre el PSOE y el PP, casi lo cuadriplicaría, al pasar de 1,2% a 4,5%.

Distintos cinturones

La salida de la crisis económica y la reducción del apabullante desempleo han centrado estos meses de precampaña. España lucha por cumplir las exigencias europeas de disminución del déficit público y espera cerrar este año con un déficit de 6% del PIB y una deuda pública situada en el 67,3% del PIB. Para lograr estos ambiciosos objetivos, es clave la implantación de impopulares medidas de ajuste. Desde mayo de 2010, el gobierno de Zapatero ha aplicado numerosos ajustes, como la reducción de los sueldos públicos o el aumento de la edad de jubilación hasta los 67 años. El PSOE y el PP coinciden en que es necesario ahorrar, pero la diferencia entre ambos hoy se encuentra en cómo hacerlo.

Para Mariano Rajoy no hay ninguna duda de que todos los males que sufre España tienen un culpable: el presidente Zapatero y el PSOE. Lo ha repetido día tras día. “La peor herencia que un gobierno ha legado jamás al siguiente”, dijo recientemente. “Engañar, improvisar, gastar lo que no se tiene y presumir lo que no eres”, agregó el que fuera ministro durante los gobiernos de José María Aznar (1996-2004), un período en el que la economía creció significativamente.

Con el lema “Empieza el cambio”, Rajoy se ha comprometido a reducir el desempleo y a reactivar la economía española, que está al borde de una segunda recesión, pero sin desvelar su fórmula. El programa electoral del PP iba a presentarse hace unas semanas pero finalmente se pospuso hasta finales de octubre. “No creo que presenten grandes medidas. No les hace falta. Saben que algunas de sus propuestas de austeridad serían impopulares y podrían jugarles en contra”, consideró la politóloga Fernández.

Algunas de las pocas medidas dadas a conocer incluyen retribuciones fiscales para las pequeñas y medianas empresas, reducción del número de empresas públicas y la mejora del control de las arcas nacionales. En el plano social, Rajoy aboga por cambiar la legislación que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo en las primeras 14 semanas de gestación, y volver a la norma de 1985, que ha sido criticada, entre otras cosas, por no establecer reglas claras. En cuanto a la ley que permite el matrimonio homosexual, Rajoy dijo que no tiene una posición inamovible y que esperará el pronunciamiento del Tribunal Constitucional, ante el cual impugnó la norma el PP.

Rubalcaba, por su parte, ha emprendido un significativo viraje a la izquierda, por lo que ha sido calificado de oportunista por muchos círculos conservadores al prometer medidas contra los ricos y el sector financiero, que no promovió durante sus ocho años en el gobierno de Zapatero. “Es cierto que es un cambio de discurso pero seguramente es la única estrategia que tiene para atraer a los votantes socialistas que están muy desilusionados y aún no han decidido si votarán”, señaló la investigadora Fernández.

El candidato socialista apuesta por subir los impuestos a las grandes fortunas y gravar las transacciones financieras. También aboga por combatir el fraude fiscal, el 75% del cual procede de las grandes empresas, que dejan de ingresar a las arcas públicas 58.600 millones de dólares. Otras medidas son las de permitir que se devuelva la casa al banco para saldar la deuda de la hipoteca; o la supresión de los privilegios hipotecarios de la Iglesia católica. Son dos de las muchas propuestas que constituyen un claro guiño a las demandas del movimiento de los indignados, que reclaman, desde las masivas movilizaciones de mayo, una nueva forma de hacer política, más cercana a las verdaderas preocupaciones ciudadanas.

“No somos lo mismo”. Éste el mensaje que más ha repetido Rubalcaba en los últimos días. Ante la evidencia de que los socialistas también están recortando el gasto público, ha apostado por destacar su método y diferenciarlo de los ajustes que están aplicando algunas administraciones regionales del PP. “Saldremos de la crisis sin sacrificar ni la educación ni la sanidad pública, porque no pueden estar sometidas a las leyes del mercado. Si nos equivocamos en la reacción a la crisis, podemos retroceder a épocas olvidadas”, asegura. Todo parece indicar, sin embargo, que el mensaje de miedo a la victoria conservadora ya no cala en la mente de los españoles. La crisis marca la agenda.