Pakistán, que en idioma urdu, la lengua nacional, quiere decir “tierra de pureza”, surgió como estado independiente en 1947.

Ese año, después de arduas negociaciones, finalizó la administración colonial británica en el Indostán, con la consecuente creación de India y Pakistán. Con cerca de 200 millones de habitantes, es uno de los países más poblados del mundo, y más de 90% de su población es musulmana. La conservadora Liga Musulmana- N, el Partido Popular (PPP) y el Tehrik-e-Insaf son las tres fuerzas políticas mayoritarias, según los resultados que arrojaron las últimas elecciones, realizadas el 11 de mayo. Con 176, 39 y 35 escaños respectivamente, la amplia mayoría parlamentaria obtenida por la Liga Musulmana le permitió nombrar a su líder, Sharif, primer ministro sin necesidad de negociar con los otros sectores.

La historia política del empresario metalúrgico es un tanto paradójica, debido a que se introdujo en el escenario político en 1981, durante la dictadura de Zia-ul-Haq, que duró 11 años, desde 1977 a 1988. Sharif primero integró el gobierno del estado de Punyab, uno de los más poblados del país, y a partir de 1985 pasó a ser el primer ministro de este estado, algo que le sirvió de catapulta para su elección como primer ministro de Pakistán en 1990, sustituyendo a Benazir Bhutto, del PPP. Sin embargo, tres años después debió dejar el cargo y llamar a elecciones anticipadas por problemas financieros y presiones del Ejército.

Curiosamente, fue el propio Sharif quien en 1988 designó jefe del Ejército a Pervez Musharraf, que rápidamente se puso en su contra dio un golpe de Estado en 1999 que lo alejó de su segundo mandato, que sólo duró dos años. Sharif, políticamente considerado conservador, principalmente durante su segundo gobierno fue acusado de corrupción y de querer imponer la sharia, un código de conducta religioso musulmán, la comúnmente conocida “ley islámica”. Estos dos fueron los principales argumentos de Musharraf para dar el golpe de Estado, que contó con un firme apoyo de Es- tados Unidos. Días antes, cuando Musharraf se encontraba fuera del país, Sharif trató sin éxito de destituirlo de su cargo al frente del Ejército, y al derrocarlo consiguió enviarlo a la cárcel bajo los cargos de corrupción, secuestro y terrorismo.

Una de acción

Sharif fue condenado a cadena perpetua en 2000 junto a su hermano y cinco de sus ministros, pese a haberse declarado inocentes de los cargos que se les imputaba. En particular se los acusó de ser los responsables del atentado a un avión en el que viajaba Musharraf junto a 197 personas, además de causar la crisis económica que vivía Pakistán en ese momento. Meses antes de la condena, uno de los abogados de su defensa fue asesinado a sangre fría en su despacho, lo que enturbió aun más el proceso judicial.

Sin embargo, meses después, el gobierno excarceló a Sharif, que logró esquivar la sentencia de muerte tras haber llegado a un acuerdo con el presidente de facto, que establecía que él y su familia se exiliarían en Arabia Saudita. Luego de permanecer siete años en el exilio, el Tribunal Supremo de Justicia paquistaní habilitó a Sharif a retornar al país sin que los cargos volvieran a caer sobre él, lo que significó un duro golpe al gobierno de Musharraf. En aquel entonces, el propio exiliado dijo a Reuters que la sentencia significaba una derrota para la dictadura y un triunfo de la democracia, y que era “el principio del fin” de Musharraf.

La decisión de la Justicia tuvo lugar tras un recurso presentado por Sharif y su familia, luego de un supuesto acuerdo para que permaneciera exiliado durante diez años. El recurso tuvo una clara intención electoral, ya que meses después se celebrarían elecciones nacionales, de las que el presidente de facto quería mantener alejado al ex primer ministro. Al mismo tiempo, la ex primera ministra Benazir Bhutto, quien también se encontraba exiliada, estaba negociando con Musharraf para formar un pacto para los próximos cinco años de gobierno y poder regresar a Pakistán.

Finalmente, y pese al anuncio del gobierno de que lo detendría o lo deportaría, Sharif voló hacia su tierra natal el 10 de setiembre de 2007. Al aterrizar, estuvo detenido en el avión por militares durante 90 minutos, mientras funcionarios de Migración le reclamaban el pasaporte. Cuando descendió de la aeronave y acudió a sellar su documento en la aduana, sucedió lo previsible y fue detenido. Inmediatamente la Liga Musulmana alertó al Tribunal Supremo de que no permitiera una deportación, porque eso significaría un desconocimiento de la sentencia dictada por el organismo. Pero las gestiones no tuvieron éxito y Sharif fue devuelto a Arabia Saudita, tras ser embarcado en un helicóptero militar que al poco tiempo de despegar volvió al aeropuerto para dejar al ex mandatario en un avión especialmente preparado.

Todo vuelve

Un mes después Musharraf declaró el “estado de excepción” en el país, lo que significó un nuevo orden constitucional y la caída del Tribunal Supremo, que en esos días debía pronunciarse sobre la legalidad de su reelección. Tres semanas después, y tras reunirse con el rey de Arabia, sorpresivamente aceptó el regreso al país de Sharif, incluso antes de la fecha límite para la presentación de candidaturas de cara a las elecciones que se realizarían en enero de 2008, lo que inmediatamente levantó sospechas sobre una eventual alianza electoral entre los archienemigos. Al mismo tiempo, Bhutto también retornaba a Pakistán, pero tanto ella como Sharif no podrían presentar su candidatura presidencial, porque Musharraf limitó en 2002 la cantidad de veces que una persona podía acceder al cargo de primer ministro.

Sin embargo, ambos líderes negaron un acuerdo y el propio Sharif dijo, al retornar a su país, que volvía para combatir la dictadura, y reclamó por un escrutinio transparente y por fuera del estado de excepción. Como no podía ser de otra forma, su llegada estuvo marcada por la polémica y horas antes varios dirigentes de la Liga Musulmana fueron detenidos para evitar que lo recibieran. Además, la caravana de recepción se realizó en el marco de un fuerte operativo de seguridad.

Finalmente, tanto Sharif como Bhutto fueron candidatos a las elecciones legislativas y sus partidos fueron los que obtuvieron más votos. A pocos días de que se conocieran los resultados y tras el asesinato de Bhutto en un ataque suicida, se anunció un acuerdo entre su viudo, Asif Ali Zardari, y Sharif. Uno de los puntos del acuerdo fue el compromiso de reintegrar a los integrantes del Tribunal Supremo en un plazo máximo de 30 días, tras haber sido destituidos por Musharraf, quien de todas formas continuó en su cargo de presidente.

Lado B

Ante tal escenario de conflicto y confusión, Musharraf terminó dimitiendo antes de ser destituido y acusó al gobierno de “engañar al pueblo”. Además aseguró que tomaba esa decisión para evitar más inestabilidad, pero de todas formas se despachó contra la coalición de gobierno, de la que dijo que presentó argumentos falsos para plantear su destitución. El PPP, el partido de Zardari, calificó a la renuncia como “una victoria para el pueblo”.

Pero cuando todo parecía despejado para el nuevo gobierno, diferencias internas hicieron que la alianza entre el PPP y la Liga Musulmana se rompiera. El punto que desencadenó la ruptura fue la restitución de los miembros del Tribunal Supremo, pero ya existían diferencias acerca del nombramiento de un nuevo presidente. Mientras que para Sharif debía ser alguien sin vínculos partidarios, el PPP impulsaba al propio Zardari, quien finalmente fue designado.

Pese a que en un principio la Liga Musulmana dijo que jugaría un rol de “oposición constructiva”, la tensión fue en aumento hasta que el gobierno del PPP resolvió prohibir las manifestaciones públicas, lo que llevó a que Sharif y varios de sus allegados desafiaran públicamente el arresto por tal motivo, mientras reclamaban la restitución de los miembros del Tribunal Supremo.

En un país que vivió 33 de sus 66 años de historia gobernado por militares golpistas, es toda una novedad que un primer ministro haya podido suceder a otro democráticamente. Los dos rivales de Sharif fueron Aseefa Bhutto-Zardari, hija del presidente y de la ex primera ministra y el ex jugador de cricket Imran Khan. El triunfo del conservador y declarado opositor de Estados Unidos fue interpretado por la opinión pública como una necesidad de cambio en el rumbo del gobierno, hasta ahora en manos del PPP.