Poco antes de la Copa de las Confederaciones, organizada por el país anfitrión del Mundial el año anterior, en Brasil comenzaron las movilizaciones que continuaron hasta setiembre de 2013. Los motivos de protesta en aquel entonces fueron variados y difíciles de establecer. En aquel momento muchos pronosticaron que durante el Mundial iban a aumentar. Sin embargo, pese a que se han convocado protestas “anticopa” y se registraron varios conflictos sindicales, como el de los funcionarios del metro de San Pablo, no han cobrado la misma magnitud que las del año pasado.

Ayer también

“Como todos los brasileños, estoy muy, muy triste con la derrota. Lo siento inmensamente por todos nosotros, los hinchas, y por nuestros jugadores. Pero no nos vamos a dejar quebrar”, dijo en una serie de tuits la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, en referencia a la derrota de la selección de su país ante Alemania 7-1. Otra líder política brasileña, candidata a vicepresidenta por el Partido Socialista Brasileño en las elecciones de octubre, Marina Silva, publicó en la misma red social: “Estamos tristes por lo que ocurrió, pero tenemos que cuidar a esos jóvenes atletas de la selección, que nos darán mucho orgullo y alegría”. Los otros candidatos presidenciales con más posibilidades en octubre, Aécio Neves y Eduardo Campos, también se refirieron a la derrota.

Ni bien terminó el partido en el estadio Minerão, en Belo Horizonte, comenzó a circular en las redes sociales la foto de varios brasileños quemando una bandera de su país. Sin embargo, esa imagen corresponde a las protestas que se hicieron en 2013 durante la Copa de las Conferederaciones.

La Policía militar aumentó su presencia dentro y fuera del estadio durante y después de la derrota brasileña. Los medios de Belo Horizonte informaron sobre algunos disturbios causados por grupos de pocos hinchas en dos plazas cercanas al estadio, por los cuales fueron detenidas cinco personas. El portal del diario Folha de São Paulo atribuía también a la derrota brasileña la quema de un ómnibus y el saqueo a una tienda en San Pablo. En Copacabana fueron detenidas seis personas en los alrededores del lugar donde se haría la Fan Fest, que estaba custodiado por una cantidad de policías mayor a la habitual.

En diálogo con la diaria, Arthur Trinidade, docente del Instituto de Sociología de la Universidad Nacional de Brasilia y especialista en seguridad pública, dijo que las manifestaciones de junio de 2013 fueron “inéditas” en Brasil. Señaló que hechos similares ocurrían por entonces en todo el mundo: la Primavera Árabe, el movimiento de indignados en España o el de Occupy Wall Street en Estados Unidos, entre otros. Consideró que las protestas fueron “producto del siglo XXI” porque fueron organizadas sin estructuras tradicionales de movilización política, como los partidos y los sindicatos, y que incluso “hubo movimientos sociales que se quisieron sumar a las movilizaciones y no los dejaron”.

Según el sociólogo, este tipo de movilizaciones son novedosas porque son convocadas por medios de comunicación nuevos. Señaló también que en todos los casos hubo un estado de insatisfacción de la población. En la mayoría de los países en los que fueron convocadas comenzaron con un grupo pequeño de gente pero fueron “catalizadas” por la actuación “violenta” de la Policía, dijo Trinidade.

Recordó que el año pasado, las protestas comenzaron en Brasil con el movimiento Pase Libre, un grupo vinculado a organizaciones sociales que reclama mejoras en el sistema de transporte público. La primera movilización tuvo a 150 personas y protestaba contra el aumento de 20 centavos de real en el boleto de ómnibus. Como el gobernador y el alcalde se negaron a negociar con las organizaciones, las manifestaciones se repitieron durante varios días. “Cerrar una avenida importante en San Pablo es multiplicar el caos, que ya hay de por sí en la ciudad”, dijo Trinidade.

Entonces, dijo, hubo una orden para que la Policía se endureciera con los manifestantes y cuatro días después aquella protesta pasó de 150 a casi 4.000 personas. “A la semana siguiente, y tal vez alentada por la proximidad de la Copa de las Confederaciones y con la televisión vendiendo una imagen de que todo era maravilloso, terminó ganando las proporciones que se vieron desde todas partes del mundo”, continuó. Esas manifestaciones estaban conformadas por grupos de todo tipo, desde los que reclamaban por la privatización de la educación hasta quienes estaban en contra de ella.

Después de que las protestas adquirieran esas dimensiones, la Policía tuvo dificultades para tratar con ellas. “Lidiar con movimientos sociales es relativamente una novedad, Hace más o menos cincuenta años que la Policía tiene que hacerlo, pero desde la salida de la dictadura que aprendió a tratarlos: el comandante [de la Policía] sabe quién es el líder y la gente negocia”, dijo. Agregó que los movimientos sociales hacen un despliegue de fuerza y también una “teatralización”, porque una central sindical que bloquea una avenida lo hace para mostrar que paralizó la ciudad.

Mientras que en el comienzo de la década del 80 la Policía iba al choque y había muchos muertos y heridos en ese tipo de situaciones, en las décadas del 90 y de 2000 se arreglaba para que bloquearan la avenida por media hora, las organizaciones convocaban a la prensa para salir en el diario y presentaban sus reivindicaciones, relató. “La primera dificultad fue que todo ese aprendizaje no sirvió para estos nuevos movimientos sociales, porque no hay un liderazgo único, y algo que antes se organizaba en semanas ahora se arma en dos días. Ahora, la Policía aprendió a lidiar con esto, y ya no ocurre lo mismo que el año pasado”, dijo.

Si fuera poco

De acuerdo con el académico, también hubo dificultades debido al modo de actuar de la Policía cuando manifestantes "rompen vidrieras, tiran piedras en los predios públicos o en el consulado de Estados Unidos”.

Mundial y después

En Brasil se discute mucho acerca del beneficio real que el Mundial dejará a la población. El secretario de Seguridad de Brasilia, Paulo Batista, dijo que en su área se espera que quede un legado: los equipos que se compraron, los centros de mando, las cámaras de video, la capacitación de las fuerzas de seguridad, principalmente en temas de terrorismo y de trato con personas extranjeras. También destacó la importancia de la integración de la seguridad pública bajo “un mando” mediante la coordinación, “porque la operación de la Policía durante la Copa no tiene que ver solamente con la seguridad”. Sin embargo, el académico Arthur Trinidade sostiene que el legado en la material será casi nulo porque las inversiones no fueron en las áreas con mayores problemas para la población -brutalidad, arbitrariedad e ilegalidad- ni para la Policía -altísimas tasas de homicidios-. Señaló, por ejemplo, que la duplicación de centrales de seguridad para prevenir el terrorismo, exigida por la FIFA, no es algo que pueda servir una vez que termine el campeonato.

“La reacción de la Policía es atrapar a esas personas porque alguien tiene que ser responsabilizado. La gran dificultad es que hay que hacerlo dentro de los principios del estado de derecho, instruir un proceso criminal que diga que alguien tiró esa piedra. Probablemente, si todo fuera hecho de otra manera, habría pruebas, una filmación de video y la persona sería procesada y condenada a pagar la vidriera. La proporción de la reacción policial es absurdamente desmedida”, dijo Trinidade.

Agregó que los grandes medios retrataron lo sucedido como “violencia extrema” pese a que casi todos los días de aquel junio fueron de manifestaciones y a que en las calles de todo el país llegó a haber cerca de cuatro millones de personas. Destacó que en ese contexto hubo cuatro muertes, y ninguna estuvo relacionada con enfrentamientos entre manifestantes y la Policía. Una se debió a que los policías tiraron gas y una señora que no era parte de la movilización tuvo un infarto (fue socorrida por el servicio de salud de la propia Policía), las otras muertes se debieron a que choferes indignados atropellaron a dos manifestantes y a que un muchacho se que cayó de un viaducto.

De acuerdo con Trinidade, las personas tiraban piedras contra las vidrieras de los bancos y de las asambleas legislativas, pero la mayoría de los receptores de esas piedras eran los principales anunciantes de los informativos y diarios de la Red Globo. “La reacción de la Policía también fue tildada de extremamente violenta cuando tampoco fue tan así”, añadió. Trinidade recordó que en dictadura las fuerzas estatales reprimían las movilizaciones con balas reales, algo que hoy no ocurre, y negó que, como algunos dicen, la Policía de la dictadura sea la misma que la de ahora.

Según el académico, para que el efecto de las protestas cambiara respecto al año pasado, fue clave que “el elemento sorpresa” desapareciera. “La Policía pasó a monitorear las redes sociales con muchos esfuerzos efectivos de recursos, mediante intercambios con policías europeas y norteamericanas". Explicó que la Policía comenzó a anticiparse y a tomar medidas para evitar y dispersar posibles protestas, por ejemplo en las paradas de ómnibus y metro, donde ahora se aplican nuevos controles para el acceso. "Cualquier posibilidad de organizarse para hacer una manifestación a cuatro o cinco kilómetros de los estadios es desarticulada”, dijo. Si bien hay algunas manifestaciones, por lo general son de 40 o 50 personas, “que eran las mismas de junio del año pasado, pero no cerca de los estadios ni de los predios públicos”.

El académico consideró que ésta es “una manera excluyente y poco democrática de lidiar con la manifestación, pero da resultado”. Además, otro factor que influye en las personas es el propio interés de mirar el Mundial: “Entre salir de casa para manifestar y mirar el partido, prefieren mirar el partido”.

Unos y otros

Mácia Texeira, integrante de la Central Sindical y Popular de Brasil, que además forma parte del Comité Popular de la Copa en el Distrito Federal, dijo a la diaria que la Policía militar establece “una guerra permanente contra la población organizada”, y que para ello usa como excusa el crimen organizado. “Cuando tenemos una manifestación o actos políticos vemos cómo se usan tácticas de guerra contra los ciudadanos que se están manifestando y presenciamos espacios rodeadas por policías fuertemente armados para atacar a trabajadores y ciudadanos que están armados de diarios y folletos”, reclamó.

Además, señaló que eso forma parte de una “estrategia” del gobierno para generar miedo en las personas para que no se movilicen durante el Mundial. Está convencido de que la gente está de acuerdo con las reivindicaciones de los manifestantes contra el Mundial y de que todos concuerdan con que los gastos para el torneo fueron “absurdos” y que fue equivocada la forma en que se organizó.

A quienes dicen que son los manifestantes quienes agreden a la Policía, Texeira les responde que es esa institución la que agrede primero. “Es claro que dentro de las manifestaciones hay grupos que tienen tácticas de lucha que son más, no digo violentas, pero que chocan más con esa Policía. Los medios se aprovechan de eso para invertir el orden de las cosas y hacer parecer que la Policía es atacada por los manifestantes pero no es así. Cuando se va por dentro de la manifestación se ve quién es el que comienza. Algunas organizaciones evitan entrar en conflicto cuando son atacadas, otras no hacen esa lectura y van al frente, por lo que termina pareciendo un clima de guerra”, concluyó.

Por su parte, el secretario de Seguridad de Brasilia, Paulo Batista, dijo a la diaria que durante las movilizaciones del año pasado no se registraron muertes por choques entre manifestantes y policías, y aseguró que en cualquier otra parte del mundo hubieran muerto centenares de personas, aunque no niega que existieron abusos “de las dos partes”.

“La Policía actúa en conformidad con la manifestación: si es una manifestación pacífica va a ser pacífica, pero si llega a un punto de violencia va a tener que actuar, y lo va a hacer con los medios menos letales que tiene, como la bala de goma y el gas lacrimógeno, para evitar que la violencia sea más grande”, dijo. Batista entiende que el rol de la Policía es justamente que las manifestaciones se puedan hacer “de manera pacífica y democrática”, y desde su punto de vista las movilizaciones de este año cuentan con menos personas porque “la violencia alejó a mucha gente”.

Batista dijo que además se mantuvieron varias reuniones con organizaciones de derechos humanos que participan en las protestas, por lo que unos y otros “ya se conocen” y tienen un espacio para negociar, y si no hay violencia de quienes se movilizan tampoco la habrá por parte de los funcionarios.

El jerarca explicó que en Brasilia existe una coordinación no sólo entre las cuatro policías (federal, militar, civil y rodoviaria) sino también entre todas las instituciones públicas, que integran el comando de control. En las oficinas de este comando, un integrante de cada institución pública informa sobre eventuales problemas de seguridad, y además cuentan con la transmisión de lo que pasa en varios puntos de la ciudad con 1.000 cámaras de vigilancia.

A esto se suma que la FIFA exigió a todos los estados sedes del Mundial que duplicaran sus centros de operaciones de este tipo, algo que Trinidade consideró como “excesivo”. Además, los responsables de la seguridad nacionales y los de cada estado se reúnen mediante videoconferencias todos los días a las 11.00, y de esa forma coordinan acciones.