“El anhelo del peronismo fue siempre la unidad del movimiento obrero. A veces no se puede, y durante algunos años hay dos o más facciones. Pero, a la larga, todo siempre tiende a la unidad”. Es un diagnóstico del secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) oficial, Antonio Caló. El dirigente metalúrgico es el principal nexo entre el candidato Daniel Scioli y los sindicatos que hoy están alineados con el gobierno, encabeza la mesa sindical de campaña del gobernador bonaerense, tiene un lugar de honor en todos los actos y es mencionado en todos los discursos de campaña.

La sentencia, de todas formas, se repite, palabras más, palabras menos, en casi todo el arco del sindicalismo peronista, ya sea oficialista u opositor, que ve en el recambio gubernamental la chance de barajar y dar de nuevo. La perspectiva de una victoria de Scioli, un dirigente que cultiva el diálogo, estimula la diplomacia, que en las últimas semanas se intensificó. Es que los dirigentes del Movimiento Obrero creen que llegar unidos al cambio de mando, que se producirá el 10 de diciembre, es importante para recuperar el rol protagónico perdido en los últimos años en el escenario político.

Los 12 años del kirchnerismo fueron muy positivos para los gremios, que, con la recuperación de fuentes de trabajo, volvieron a engrosar sus nóminas, fuertemente impactadas por la desocupación de los 90 y la crisis posterior. Sin embargo, mientras los trabajadores veían mejorar sus condiciones de vida y los sindicatos recuperaban vigor, ese movimiento no tuvo un correlato en el reparto de poder real.

El Movimiento Obrero, que dice ser la columna vertebral del peronismo, no fue, durante el kirchnerismo, más que un socio, no menor, pero un socio al fin. Éste fue el principal motivo, aunque nunca dicho en voz alta, de la última ruptura que sufrió la CGT, cuando el dirigente camionero Hugo Moyano, pieza clave del sindicalismo durante la primera década de kirchnerismo, decidió romper con Cristina Fernández y arrastrar en ese cisma a un tercio de los sindicatos de la central más importante. Desde hace tres años el espacio está partido en dos. El desafío ahora es curar las heridas que dejó ese quiebre, para poder volver a unir las partes.

Scioli dio el primer paso. Aunque en público levanta la mano de Caló, en privado dialoga frecuentemente con Moyano, directamente o por medio del dirigente canillita Omar Plaini, de excelente vínculo con ambos. Hace algunos meses, el camionero se mostró con los candidatos opositores Sergio Massa y Mauricio Macri; además, su hijo Facundo es primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires por el Frente Renovador, de Massa. Pero no habló antes de las primarias y evitó inclinarse públicamente por una propuesta opositora, como muestra de buena voluntad hacia el candidato peronista.

“Con Daniel siempre hubo mucho respeto”, interpretan en el moyanismo. Cerca de Scioli, la lectura es que “no le queda otra”, ya que muchos de los gremios que se fueron con él ya tienen decidido volver al oficialismo antes de diciembre si hay una victoria sciolista, y sólo les queda margen para negociar algunas condiciones. En principio, la mesa sindical Scioli Presidente, que conduce Caló, cuenta con varios representantes de peso del cegetismo moyanista. En estos encuentros, entre aportes de campaña y discusiones sobre el rumbo de la economía, también se está gestando la unidad. El ministro de Trabajo de la provincia de Buenos Aires, Oscar Cuartango, es la pieza clave que articula las negociaciones.

Hay interés mutuo en llegar a buen puerto. El sindicalismo quiere acrecentar su porción en la torta de poder. En concreto, participación real en el gobierno, con uno o más ministros de ese origen, además de más lugares en futuras listas parlamentarias. También pretenden que Scioli garantice una serie de reivindicaciones que Fernández de Kirchner nunca les otorgó. Para conseguir todo eso, saben, es necesario negociar desde una posición de fortaleza, como la que otorgaría la unidad y una renovada legitimidad ante la sociedad.

El candidato necesita, en caso de ganar, contar con una sola central gremial fuerte y disciplinada como interlocutor a la hora de afrontar el debate económico para el próximo año, en el que habrá que discutir las herramientas para bajar la inflación y combatir el empleo precario, dos de las prioridades del actual gobernador de la provincia de Buenos Aires en caso de que acceda a la Casa Rosada. Mostrar la unidad bajo su presidencia le permitirá a Scioli reforzar su rol de conductor del peronismo, algo que compartirá, al menos por un tiempo, con la mandataria saliente. Por eso, un eventual anuncio en ese sentido será luego de las elecciones, pero antes de la asunción del próximo presidente.

Los engranajes para avanzar hacia un pacto están en marcha y se consagraron a fines de julio, en un acto en el que más de 3.000 sindicalistas de más de 40 gremios le dieron a Scioli su respaldo explícito de cara a las primarias. Allí, él les retribuyó con promesas de “cuidar el poder adquisitivo del salario” y de que “los trabajadores serán la columna vertebral de este movimiento y los protagonistas de las grandes transformaciones”. También ratificó su compromiso con el actual sistema de asociaciones sindicales por actividad y el control gremial de las obras sociales, dos de los pilares sobre los que se construye el poder de la CGT.

Ese día participó una mayoría de gremios de la central oficial (entre ellos, los más importantes: metalúrgicos, construcción, metalmecánicos, alimentación, personal civil de la Nación, obras sanitarias), varios de los más destacados dirigentes del moyanismo y representantes de otras expresiones sindicales minoritarias, como la CGT Azul y Blanca, facción minúscula que desde hace 15 años conduce el ex gobernador de Catamarca Luis Barrionuevo (uno de los estandartes del sindicalismo durante el menemismo), y la Central de Trabajadores de la Argentina, que responde al docente Hugo Yasky.

No faltan, de todas formas, obstáculos en el camino a ese santo grial obrero. “La palabra ‘unidad’ es muy linda y todos la queremos. Pero lo que no se puede perder de vista es que cuando decimos ‘unidad’ implica elegir a uno que la encabece y represente a todos. Ahí es cuando es más difícil ponerse de acuerdo”, reflexiona un experimentado dirigente sindical. Si bien Caló es hoy el interlocutor visible de Scioli y llega en pole position a esa carrera, su compromiso con el gobierno de Fernández durante los últimos años despertó recelos entre los dirigentes de los gremios que saltaron a la oposición, que no estarían dispuestos a aceptar de buenas a primeras su conducción.

Particularmente, la cabeza del metalúrgico es una condición que busca imponer Moyano para acceder a la reunificación. “De todas formas, todo se puede charlar”, observan optimistas desde el peronismo territorial, que confían en que la palabra de un presidente entrante pueda ayudar a ordenar el cuadro. Otro que, con sutileza, teje para fomentar la unidad sindical es el mismo papa Francisco, que con frecuencia recibe a dirigentes cegetistas en el Vaticano. Cuando se lo consulta con el micrófono abierto sobre su preferencia, Scioli dice que ésos son asuntos internos propios del movimiento obrero y que deben resolverse en ese marco. Pero, por debajo de la mesa, dialoga con todos los sectores, para fomentar avances en las negociaciones.

Hay una última razón que motiva a todas las partes a acercar posiciones y llegar a un buen acuerdo: el aumento de la influencia de partidos de izquierda tradicional en las asambleas de base y las comisiones internas de fábricas, particularmente en las grandes plantas de sectores clave, como el metalmecánico y la alimentación. Estos sectores, que promueven una mayor conflictividad con las patronales, las cúpulas de los sindicatos y el gobierno nacional, preocupan tanto a los sindicatos tradicionales como al candidato peronista, que los ve como un obstáculo en las negociaciones salariales del año que viene, que serán clave para comenzar a bajar la inflación.

¿Y que sucedería si finalmente el peronismo no lograra imponerse en las elecciones de octubre? ¿Habría una CGT unificada con un gobierno de Mauricio Macri o de Sergio Massa? “Ahí no nos quedaría otra que juntarnos”, coinciden varios dirigentes de distintas extracciones consultados. Existe la certeza de que cualquier candidato opositor llegaría a la Casa Rosada para imponer un plan de ajuste con consecuencias complejas para los trabajadores, particularmente en las tasas de empleo. En ese caso, lo que estaría en juego ya no serían los ministerios ni la caja, sino las fuentes de trabajo. “El compromiso de todos es trabajar para evitar llegar a ese punto”, afirmó uno de los miembros de la Mesa Sindical Scioli Presidente. “Más allá de las internas, al final el sindicalismo peronista se alinea detrás del candidato peronista. No sé por qué se sorprenden”, sentenció.