No paró de llover ni un segundo. En las calles de Buenos Aires, en los subtes, en los colectivos, desde temprano, circulaban muchísimas mujeres vestidas de negro dando inicio a una jornada de luto, paro femenino y lucha para manifestar por las brutales violencias físicas, económicas, políticas, institucionales y culturales contra las mujeres tanto en Argentina como en el resto del mundo. El grito, que partió desde el colectivo #Niunamenos y otras agrupaciones feministas luego de la bestial oleada de femicidios de los últimos días (que tuvo como punto de inflexión el asesinato en Mar del Plata de Lucía Pérez), logró una convocatoria masiva y muchísimas mujeres pararon totalmente sus actividades, remuneradas o no, desde las 13.00 hasta las 14.00. Era un desafío y los resultados estuvieron a la vista.
En el centro de la ciudad algunos locales adhirieron al reclamo bajo la consigna #nosotrasparamos. Ese fue el caso de una panadería del barrio de Congreso que, atendida exclusivamente por mujeres, decidió cerrar sus puertas en ese horario y lo anunció con un cartel que mostraba uno de los tantos dibujos convocantes que se viralizaron en las redes. “Nosotras somos cuatro empleadas y no hubo ni que discutirlo. Le comunicamos a nuestro jefe que íbamos a parar en esa hora y por suerte lo entendió perfectamente. Algunas de nosotras ya habíamos participado en la marcha de 'Ni una menos', otras no. Pero todas hemos tenido cerca casos de violencia de género y esta fue nuestra manera de decir basta”, contó Marta a la diaria. “No podemos ir al Obelisco porque estamos abiertos hasta las 20.00, pero algo es algo”.
No paró de llover ni un segundo. A las 17.00, la hora fijada para reunirse en la Avenida 9 de Julio y marchar desde allí hacia Plaza de Mayo, el Obelisco ya estaba rodeado de cientos de paraguas que protegían tanto a mujeres, varones, niñas, niños, travestis y mujeres trans, formando un colchón tan diverso como contundente. “¡Paraguas negros, paraguas negros!”, “¡La lluvia es machista, hay que protegerse!”, gritaban los vendedores ambulantes aprovechando la ocasión.
Agrupaciones políticas -las menos- convivían con grupos de mujeres de distintas organizaciones barriales que llevaban pancartas en las que se reclamaba tanto por la despenalización del aborto como por medidas concretas de atención a las víctimas de violencia. Pero la mayoría de las personas presentes habían ido por las suyas, con amigos, con familiares, con compañeras y compañeros de trabajo.
Ese fue el caso de Jonatan, un chico de 23 años de Burzaco, que fue con tres colegas de un call center. “Vine para acompañarlas a ellas pero también vine por mí. Yo viví la violencia de género en mi casa. Mi padre es un golpeador que le hizo la vida imposible a mi mamá y a todos nosotros y podría haberse convertido en un femicida si no lo echábamos de casa. Es la primera vez que vengo a una marcha así, me costó darme cuenta de que es una lucha también mía. La concientización se logra con educación. Yo no quiero ser un hombre como mi papá. No quiero que mis hijos vivan lo que se vivió en nuestra familia”, dijo a la diaria.
Lucía, su amiga, contó que en el call center donde trabajan lograron, gracias a una jefa de sección, que todas las mujeres (50 de los 60 empleados) abandonaran sus puestos durante una hora, dejando a cargo a los varones. “Fue bravo porque los jefes de arriba no quisieron saber de nada, nuestro sindicato tampoco. No nos apoyaron. Pero esta mina se la jugó y a las 13.00 nos dijo que nos fuéramos, que se las iban a arreglar sin nosotras. Eso sí, fuimos todos vestidos de negro a trabajar, los hombres incluidos”.
No paró de llover ni un segundo y cada vez caía el agua con más fuerza. Eso no impidió que todos empezaran a avanzar, el viento en las caras y los cuerpos bajo distintos cantos -“Yo sabía, yo sabía, que a los violadores los cuida la policía”, “Ahora las mujeres les decimos, este cuerpo es mío, por eso yo decido”- que se fundían con oleada de gritos, sirenas y bombos para llegar hasta la Plaza de Mayo, frente a la Catedral, donde estuvieron presentes en las fotos y reclamos Milagro Sala, la militante social y política presa en Jujuy, Marita Verón, la chica tucumana desaparecida por una red de trata, Diana Sacayán, la activista travesti asesinada el año pasado, y por supuesto, Lucía Pérez, la adolescente marplatense violada y asesinada que encendió la llama de esta convocatoria.
Conciencia de géneros
“Tenemos que juntarnos, algo hay que hacer”, dice Silvia, una mujer de 65 años que fue con una amiga a manifestar. “La verdad es que es la primera vez que vengo a un tipo de marcha así porque nosotras no somos feministas. Bueno, no sé. Así, feministas como algo extremo. Ya estamos viejas. Pero la verdad es que esto no da para más. Si luchar por nuestros derechos y nuestra seguridad es ser feministas, entonces sí. Para que nos escuchen. Capaz que ahora somos feministas”, dijo a la diaria. Muy cerca de Silvia y Ana, un grupo de cuatro chicas que todavía van al colegio conversan entusiasmadas. “Vivimos día a día la violencia machista, cuando caminamos por la calle, cuando salimos a la noche. Hoy estamos acá por las minas que lamentablemente ya no están. Desde el verano hasta ahora asesinaron a más de 200 mujeres sólo por ser mujeres. Hasta hace unos años no sabíamos lo que era el feminismo, nadie te lo enseña. Estos últimos años con el 'Ni una menos' y sobre todo este año tomamos conciencia de eso y decimos 'somos feministas'”.
Sandra, una travesti que camina sola con un cartel que dice “Justicia por Diana Sacayán”, cuenta que salió a la calle porque se siente desprotegida en el día a día, y más a partir de la asunción de Mauricio Macri como presidente. “Nuestro colectivo sufre tantas aberraciones, tanta violencia que no sé cómo empezar a contarte. Hoy vine como mujer, como travesti, como lo que sea. No importa. Lo importante es estar acá y hacer fuerza para que nuestros derechos se respeten”.
La marcha atravesó también distintas clases sociales y nacionalidades. Cuatro estudiantes estadounidenses llegaron a Buenos Aires por un programa de intercambio de la New York University (NYU). Vinieron aquí un semestre, justamente, para estudiar el movimiento de mujeres y en particular el de #Niunamenos. “Es increíble el nivel de movilización que han logrado. Estamos admiradas por esto que está pasando. ¡Y la convocatoria llegó a Nueva York! En este momento nuestras compañeras de NYU están marchando en el Washington Square Park. Esto es global”. También en Uruguay se marchó con la consigna “Ni una menos”.
No paró de llover ni un segundo y a las 19.00 seguía cayendo gente a la Plaza. Entre la multitud, un grupito de niñas y adolescentes se refugiaba abajo del techo de un comercio. La más chica, Luz, de 12 años, vino acompañada de su hermana mayor y amigas. “Soy feminista, no me importa entenderlo bien, pero si es para poder salir a la calle sin miedo y que paren de matar mujeres y que no haya más violencia contra nosotras, obvio que soy feminista. Hasta el año pasado no pensaba en ir a marchas y eso, pero este año me pareció que tenía que acompañar y salir y gritar 'basta de patriarcado'”.