La Plaza Internacional que comparten Rivera y Santana do Livramento se tiñó con los colores del Partido de los Trabajadores (PT), del Frente Amplio (FA) y del Movimiento de Participación Popular (MPP) con motivo del encuentro entre los ex presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, y de Uruguay, José Mujica, al que llegó a último momento el de Ecuador, Rafael Correa. Rodeados por seguidores y bañados de aplausos, los ex mandatarios expusieron sobre la situación de América Latina y de Brasil.

En su primera disertación, Mujica planteó dos puntos que consideró claves para el futuro de la región. Por una parte, consideró que “en América del Sur ha habido cambios muy fuertes en cuanto a la preocupación social de los gobiernos” y que “la economía se impone a la sensibilidad social”, por lo que “tenemos una América Latina que está apostando al crecimiento económico, pero no se pregunta cómo le va a su pueblo”. Por otra parte, señaló que ve a las sociedades latinoamericanas “muy crispadas, razonando en blanco y negro, perdiendo el respeto y dejando de quererse a pesar de las diferencias”, y en este sentido planteó que no cree que “la confrontación le convenga a ninguna sociedad”, por lo cual dijo que es necesario “aprender a tolerarse y negociar todo lo necesario”. “No se puede progresar con odio; con odio se retrocede”, concluyó en su intervención inicial.

Lula compartió las apreciaciones de Mujica, pero destacó principalmente la integración regional alcanzada entre los años 2000 y 2014, que permitió “una nueva manera de hacer política”, y a las dificultades que enfrenta actualmente Brasil. “Hoy tenemos un gobierno golpista que atiende todo aquello que le pide el mercado financiero y que hace empeorar mucho la vida de las personas, especialmente de los más pobres”, opinó el ex presidente, después de considerar que Brasil sufrió “un golpe moderno”, que no fue a través del asesinato de un presidente o del uso de los militares, sino de la Justicia y los medios de comunicación. Además, Lula reconoció que lo “asusta” el odio de clases que ve en su país. “Antiguamente se acusaba que era de los trabajadores hacia la élite, pero ahora el odio de clases viene de arriba hacia abajo y empezó durante la campaña de Dilma. Nunca vi tanto odio como en la campaña de Dilma”, lamentó. También advirtió que “el crecimiento en la escala social que consiguieron las personas más humildes [durante su gobierno] incomoda a las élites, que quiere que los pobres sigan siendo pobres”. Dirigiéndose directamente a Mujica, Lula aseguró: “Si las elecciones son normales, vas a tener el placer de ver al PT volver al gobierno para que, a partir de Brasil, empecemos a reconstruir la unidad que construimos con tanta fuerza entre 2000 y 2014”.

La presencia de Rousseff no había sido anunciada, pero su llegada junto con Lula generó un rápido reacomodo de los asientos en el pequeño escenario, donde también estaban presentes los ex gobernadores de Rio Grande do Sul, Olivio Dutra y Tarso Genro, quien también es uno de los principales dirigentes y pensadores del PT. Rousseff dijo que el “golpe parlamentario” que sufrió fue sólo una fase inicial que permitió que se instalara en Brasil “una agenda neoliberal que venía de ser derrotada en cuatro elecciones presidenciales consecutivas” y que implica la “deconstrucción” del Estado, la “liquidación” de las empresas estatales y la “desregulación” del mercado laboral. La solución para esta situación es la candidatura de Lula, planteó: “Tenemos un candidato que es único, que representa la oposición del pueblo ante el retroceso y tiene una visión: hacer que Brasil se reencuentre consigo mismo”. “Tenemos en la candidatura de Lula la posibilidad de una solución no violenta de los problemas que sufre Brasil”, concluyó.

Mujica volvió a mover el foco, sacándolo de Brasil y dirigiéndose hacia la izquierda regional, llamando a su unidad y a la de toda América Latina. “La izquierda se dedicó más a luchar entre sí que contra la derecha. Tenemos que aprender en toda América Latina que, sin unidad, a la larga, no hay poder”, consideró, antes de advertir que la izquierda “se pelea por ideas”, debilitándose, cuando la derecha “se junta por intereses”. En esta línea, agregó que es necesario “no dividir a la izquierda por cualquier cosa” y también opinó que los dirigentes de izquierda tienen “el deber de vivir como lo hace la mayoría del pueblo y no como vive la minoría privilegiada”. En cuanto a lo regional, advirtió: “No somos nada en el mundo de hoy si no nos juntamos”, y lamentó que en el período de los gobiernos de izquierda se hiciera “muy poco” por la integración porque “era más importante quién ganaba en las próximas elecciones y no juntarnos en América Latina”. Consideró que es necesario aprender de esa experiencia para, “por encima de las diferencias, tener políticas comunes” y buscar la unidad, “porque es la única manera de ser alguien en el mundo que viene”.

Además, en un mensaje dirigido al PT, Mujica advirtió “a las fuerzas de izquierda que los cambios no se pueden respaldar en una figura sola, porque mañana no está la figura y la lucha continúa, hay que hacer partido”, en una frase que fue aplaudida por todos los presentes, incluido el propio Lula. “Suerte que tienen a Lula, pero no lo tendrán eternamente y la lucha dura. Tienen que generar generaciones de militantes y luchadores sociales y construir colectivamente”, concluyó.

Retomando el aspecto regional, Lula reconoció que los presidentes de izquierda podrían “haber avanzado más en la integración”, pero no pudieron hacerlo porque “cosas que parecían fáciles eran muy difíciles” y “muchas veces” no tenían “total comprensión de las dificultades de la integración”. Refiriéndose nuevamente a Brasil, advirtió que están viviendo “un momento muy difícil política, económica y socialmente” y se están “perdiendo muchas de las conquistas” de “los últimos 15 años”. Lula agregó que su “problema personal”, en referencia a la condena que pesa en su contra por corrupción, que fue ratificada por un tribunal de segunda instancia y puede llevar a su detención, “es pequeño delante de los problemas que sufren millones de trabajadores que están perdiendo sus empleos” y de los “jóvenes que están perdiendo el acceso a la universidad”. Ya refiriéndose a su candidatura presidencial, que podría verse truncada si es arrestado, aseguró que tiene “apenas 72 años”, “la energía de los 30 y el tesón de los 20”. “Lo único que tengo a mi favor es la conciencia de ser inocente”, aseguró, antes de sostener: “No quiero gobernar Brasil, quiero cuidar al pueblo trabajador”.

La de Correa fue una llegada a último momento, cuando el acto ya estaba entrando en la recta final. En los breves minutos que tuvo el micrófono dijo que no estaba de acuerdo con Lula en que su “problema personal” era “pequeño”, porque “la injusticia que se comete contra un hombre se comete con toda la humanidad, igual que el caso de Jorge Glas”, en referencia a quien fue su vicepresidente y también el de su sucesor, el actual presidente Lenín Moreno. Acerca de este último, aseguró que “es el Temer de Ecuador” porque “traicionó a la Revolución Ciudadana” llevada adelante por su gobierno, y “a sus compañeros”. “Está totalmente entregado a la derecha, entrega a Ecuador a los poderes de siempre”, agregó. En términos regionales, Correa dijo que “es claro que hay un retroceso” y que se está viviendo “la contraofensiva de la derecha, la restauración conservadora” que se produce mediante una “articulación nacional e internacional”. “Nuestros pobres no permitirán que nos lleven al pasado”, concluyó.

Ellos y todos los demás

En los alrededores, desde una hora antes de que comenzara el acto, la Plaza Internacional de Rivera estaba teñida del rojo del PT y del rojo, azul y blanco del FA. Banderas del MPP y del Partido Comunista de Brasil y del Movimiento de los Sin Tierra también sobrevolaban a los casi 1.000 asistentes al acto, que entonaban cánticos como “Lula, guerrero, del pueblo brasileño” y “Olé olé olá, olá, Lula, Lula la”. También se gritó el clásico “¡Fora, Temer!” y en algún momento varias mujeres entonaron un “Mujeres, unidas, jamás serán vencidas”.

Además de las banderas, se podían ver carteles con las frases “¿Cuál es la prueba?”, en referencia al proceso judicial contra Lula, y “Todos con Lula”, que son las utilizadas en las caravanas que Lula viene haciendo por distintas regiones de Brasil. También se vendían por 250 pesos unas remeras alusivas al evento y algunas personas se sacaban fotos con una imagen en blanco y negro de Mujica levantando el puño adentro de su Fusca.

Hubo momentos de tensión cuando aparecieron en los alrededores de la plaza otras dos banderas, pero en este caso contrarias a Lula y al PT. “Livramento no. Lula, queremos tu prisión” y “Líbranos del PT”, decían una pancarta en blanco y negro y una bandera celeste con letras blancas. Eran portadas por poco más de una veintena de personas que enseguida fueron rodeadas por la Policía Militar a pie y a caballo. Enseguida una veintena de hombres identificados con el gorro del Movimiento de los Sin Tierra se acercaron para increparlos y hubo algún amague de que la cosa pasaría a mayores, pero finalmente eso no sucedió.

“Vinimos a ver un evento histórico, a dos grandes”, dijo a la diaria Elisa, que llevaba a los hombros una bandera del MPP. “El próximo presidente va a ser Mujica, y él va a cambiar la historia de Uruguay”, agregó. Su compañero, Raúl, se refirió a la situación de Lula: “Saben que, si lo dejan, va a ganar las elecciones”, aseguró. Érica y Dienifer contaron que van a la universidad gracias a los programas impulsados durante el gobierno de Lula para ampliar el acceso a la educación terciaria. Dijeron que están “muy agradecidas” con Lula y que por eso iban a apoyarlo en este acto. Varios de los que llegaron temprano con sus banderas y sus remeras del PT repitieron ideas parecidas. Lidiane, una joven que llevaba al hombro una bandera del Movimiento de los Sin Tierra y que participa actualmente de la toma de un predio a unos 50 kilómetros de Santana do Livramento, aseguró: “Todas las mejoras sociales las hizo Lula. Él ayudó a la gente en muchas cosas”, dijo. Y concluyó: “Aunque sea desde la prisión, va a volver a ser nuestro presidente”.

El contacto entre la gente y los ex mandatarios se produjo gracias a un corte de luz que interrumpió el acto cuando este iba por la mitad. Mientras esperaban que volviera la luz que permitía el funcionamiento de las cámaras de los medios de comunicación y, fundamentalmente, el micrófono que estaban utilizando los oradores, decenas de personas pudieron subirse al pequeño escenario para sacarse fotos, pedir autógrafos o simplemente pedir un beso. Lula, Rousseff y Mujica se mostraron más que dispuestos, e incluso se pudo ver a la ex mandataria convidando con un vaso de agua a un niño que estaba visiblemente emocionado.

Andrea Martínez, desde Santana do Livramento.