Colas en los bancos para cambiar dólares, anuncios de distribuidores de que suspenderán la venta de sus productos a supermercados y contradicciones entre autoridades del gobierno. Fueron varios los factores que ayer se sumaron a los económicos y financieros y que aumentaron exponencialmente la devaluación del peso argentino, que venía en caída desde el comienzo de la semana. El dólar se vendió a 31,5 pesos argentinos el lunes, 32 el martes y cerró a 34,4 el miércoles, para dispararse ayer, cuando superó los 40 a mitad de la tarde.

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En una medida que sólo encuentra antecedentes en estos últimos meses, el Banco Central vendió 330.000 millones de dólares, aumentó la tasa de referencia de 45% a 60% e incrementó 5% los encajes por los depósitos en dólares. Así, logró reducir el impacto y, sobre el cierre de la jornada cambiaria, el dólar quedó en 39,8 pesos argentinos según los datos del Banco Central, aunque la banca privada lo vendía incluso a 41,4. Hace exactamente un año, el dólar valía 17,4 pesos argentinos. El aumento de ayer, de 16%, fue el mayor que se registró desde el día que se levantaron las medidas conocidas como “cepo cambiario”, que limitaban la venta de dólares, cuando fue de 36%.

Hubo momentos de incertidumbre. El ICBC, el HSBC y el Banco Nación vieron suspendida la venta de dólares online en gran parte del horario bancario, supuestamente por problemas técnicos en sus plataformas digitales. También hubo suspensiones durante la jornada de la venta en ventanilla.

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No sólo los bancos se vieron afectados: en la tarde dos proveedores de alimentos y uno de aceite informaron a las cadenas de supermercados que hasta que no se termine la incertidumbre o se normalice el precio del dólar, frenarían la distribución de sus productos, informó La Nación. Otros proveedores tomaron la misma decisión en las siguientes horas, mientras algunos actualizaron sus listas de precios con aumentos de entre 5% y 10%, de acuerdo con el mismo diario.

Las dudas alcanzaron a jerarcas de gobierno, que no mostraron un discurso común ante una nueva estampida del dólar. “No estamos ante un fracaso económico”, manifestó al comienzo de la jornada el jefe de Gabinete, Marcos Peña, en una serie de declaraciones públicas que incluyeron que “no hay previstos cambios en el gabinete”, porque “no es la solución cambiar funcionarios”, y agregó que en el gobierno están “confiados de que de esta crisis salimos fortalecidos”.

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Distinto fue el tono del ministro del Interior, Rogelio Frigerio. “Es un día difícil, claramente”, dijo, antes de reconocer “errores propios” y “forzados” que generaron una situación de “río embravecido” en la que “el equipo es totalmente prescindible”. Otra de las figuras más visibles del macrismo, la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, se manifestó de manera similar: “Estamos ante una dificultad y no reconocerlo sería no entender a la gente”. Pareció una referencia clara a Peña, señalado por algunos –oficialistas, opositores y actores del sistema financiero– como el responsable de la situación económica del país.

Pese a esas declaraciones aisladas, no hubo pronunciamientos oficiales más que una improvisada conferencia de prensa del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Dijo que el lunes se anunciarán medidas y que él viajará a Washington para reunirse con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Dujovne negociará con el principal acreedor argentino el adelanto de transferencias que pidió el gobierno para garantizar que cumplirá con el pago de los vencimientos de deuda de 2019, un anuncio que hizo Macri el miércoles buscando generar confianza en los mercados, algo que claramente no logró.

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Con este contexto de fondo, ayer se desarrolló una masiva movilización universitaria contra los recortes –en la que algunas personas fueron detenidas– y además, hubo caceroleos en al menos tres grandes ciudades de Argentina: Rosario, Mar del Plata y La Plata.

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