Más de 700.000 árabes palestinos abandonaron sus casas entre 1947 y 1949, muchos de ellos obligados por el Ejército israelí. Aunque algunos de ellos pensaron que se trataba de una situación temporal, más de siete décadas después su situación y la de sus descendientes dista mucho de estar resuelta. La mayoría de refugiados palestinos se asentaron en los países árabes circundantes, especialmente en Jordania, Siria y Líbano, donde se convirtieron en importantes actores políticos y económicos a pesar de su precaria situación. El número de refugiados palestinos aumentó considerablemente tras las guerras de 1967 y 1973. Por si fuera poco, los conflictos de las últimas décadas en Líbano, Irak y Siria han obligado a huir y solicitar asilo en otros lugares a muchos refugiados palestinos que vivían en esos países, con la consiguiente incertidumbre jurídica. Los 150.000 árabes que pudieron permanecer en el nuevo Estado judío se convirtieron con el tiempo en ciudadanos israelíes, quedando fuera del objetivo de este artículo. Tampoco se tratará la situación de los más de dos millones de palestinos residentes en Gaza y Cisjordania registrados como refugiados.
La UNRWA
A diferencia del resto de los refugiados del planeta, los palestinos no dependen del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), sino de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por su sigla en inglés). La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció la UNRWA en diciembre de 1949 ante la necesidad urgente de asistir a los civiles palestinos que habían huido de sus casas y que veían imposibilitado su regreso. La organización no comenzó a operar hasta mayo de 1950. Un año después, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, el principal acuerdo internacional sobre el derecho de asilo, que no firmaron entonces ninguno de los países árabes colindantes a Israel. Según la UNRWA, los refugiados palestinos fueron “específica e intencionalmente excluidos” de esta convención. Esto explicaría por qué hasta la fecha la UNRWA es la única organización internacional centrada en un grupo de refugiados específico, los palestinos, en un área específica: Líbano, Siria, Jordania, Cisjordania y Gaza.
Aunque la UNRWA se fundó como una organización temporal, su mandato ha sido renovado periódicamente por la ONU; la última vez en noviembre de 2019, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó su extensión hasta 2023. Las diferencias fundamentales entre ACNUR y la UNRWA son la fuente de los ingresos, la gestión de los campos de refugiados –UNRWA no gestiona ninguno– y el énfasis que la UNRWA hace en el acceso a la educación y oportunidades laborales. Las escuelas e institutos de UNRWA, en los que la organización invierte más de 50% de sus fondos, han permitido que los refugiados palestinos accedieran a puestos de trabajo cualificados en sus países de acogida.
La protección de la UNRWA se aplica principalmente aquellos palestinos –y sus descendientes– que abandonaron sus hogares entre 1947 y 1949 y se asentaron en las áreas de acción de la organización: Jordania, Líbano, Siria y los territorios palestinos. Los que no se registraron entonces por no necesitar ayuda o se asentaron en zonas donde la UNRWA no estaba presente, no pudieron acceder a los servicios de la organización, aunque a partir de 2004 esta comenzó a distribuir ayuda a refugiados no registrados.
Por supuesto, la organización no está libre de crítica. Además de asuntos relacionados con la terminología empleada y la gestión de fondos, se suele reprochar que la cúpula de la UNRWA suele estar compuesta por extranjeros, en su mayoría occidentales. La organización asegura que esto es una medida para evitar que la política interna palestina influya en sus operaciones. Los detractores de la UNRWA también critican el elevado número de empleados de la agencia, sus supuestas conexiones con el partido islamista Hamas y el hecho de que “perpetúe el conflicto” al no ofrecer soluciones a los apátridas de origen palestino, motivos con los que el presidente estadounidense Donald Trump justificó su decisión de retirar la financiación a la organización en agosto de 2018. En todo caso, y a pesar de sus sombras, la UNRWA continúa siendo un importante elemento en la vida de los refugiados palestinos. En la actualidad, más de 5,5 millones de personas están registradas por la UNRWA, y gracias a ella muchos han podido acceder a una educación y sanidad gratuitas y de calidad. No obstante, la situación varía dependiendo de cada país.
Jordania: anexión, concesión de la ciudadanía y ambivalencia
Durante la guerra árabe-israelí de 1948, el recién independizado reino de Jordania ocupó y se anexionó Cisjordania, una zona de mayoría árabe densamente poblada que además había recibido un número importante de refugiados. Tras la anexión, la población pasó de 400.000 a casi un millón de habitantes. En 1954, el rey Abdalá concedió la ciudadanía al más de medio millón de habitantes de Cisjordania y refugiados de otras partes de Palestina, que empezaron a disfrutar de los mismos derechos que el resto de los jordanos, en especial la libertad de movimiento y el acceso a la educación y al mercado de trabajo, incluyendo empleos en la administración pública y la posibilidad de establecer sus propios negocios. Los refugiados de Gaza y aquellos que entraron a Jordania tras la guerra de 1967 no corrieron la misma suerte: quedaron excluidos de la ciudadanía, de los servicios sociales y del mercado de trabajo formal; hoy son unas 150.000 personas, la mayoría de las cuales viven en campos de la UNRWA.
Jordania perdió el control de Cisjordania en la guerra de 1967. Sus habitantes conservaron la ciudadanía jordana hasta 1988, cuando el rey Husein decidió cortar los lazos administrativos que unían Cisjordania al reino hachemí. Más de un millón y medio de refugiados y habitantes del margen occidental del Jordán perdieron la ciudadanía. Aunque conservaron sus pasaportes –que ahora debían ser renovados cada dos años–, perdieron el derecho a residir y moverse libremente por Jordania, así como sus empleos en el sector público. Desde entonces, el gobierno ha ido revocando paulatinamente la ciudadanía de miles de jordanos de origen palestino.
La situación contrasta con la política jordana de aceptar refugiados árabes de otros conflictos de la región. En 1991, Jordania acogió a 300.000 personas expulsadas de los países del Golfo tras la invasión iraquí de Kuwait; la mitad de ellos eran iraquíes y la otra mitad emigrantes jordanos de origen palestino. El reino hachemí, que no es signatario de la Convención de 1951, también acoge a más de 700.000 refugiados procedentes de la guerra civil en Siria. Sin embargo, las autoridades jordanas han devuelto a Siria a algunos refugiados palestinos que huían del país.
En la actualidad, una quinta parte de los más de diez millones de habitantes de Jordania son refugiados palestinos registrados por la UNRWA, a los que se suma otro medio millón de palestinos sin registrar. Menos del 20% de los refugiados viven en campos. De hecho, hay una fuerte clase media jordano-palestina que se ha beneficiado de la protección de la UNRWA, lo que, en un contexto de reajustes económicos, contribuye a explicar el resentimiento hacia ellos de parte de los locales. Las comunidades jordana y palestina no están firmemente divididas, y aunque algunos grupos locales han tratado de capitalizar los resentimientos, también hay muchos matrimonios mixtos, especialmente entre familias acomodadas.
Líbano: exclusión y activismo político
Unos 100.000 refugiados palestinos llegaron al Líbano en 1948. En la actualidad son unos 475.000, según la UNRWA, aunque muchos de ellos que viven fuera de Líbano continúan registrados para no perder el estatus de refugiados y la protección de la organización. La mayoría de los refugiados palestinos en Líbano vive en los 12 campos que se erigieron como solución “temporal” hace 70 años, hoy convertidos en barrios con edificaciones permanentes aunque precarias, con acceso limitado e intermitente a electricidad y agua corriente. También hay un gran número de refugiados que viven en asentamientos informales cercanos a los campos.
A diferencia de Jordania, la población palestina en Líbano sufre una dura exclusión social y unas elevadas tasas de pobreza debido a su precaria situación jurídica. Para no alterar el delicado equilibrio sectario que define la política libanesa, organizada por grupos confesionales, los refugiados palestinos no recibieron la ciudadanía. Del mismo modo, el acceso de los palestinos al mercado de trabajo está muy limitado: el desempleo es muy elevado entre la población refugiada, y los pocos que consiguen trabajo lo hacen en empleos informales poco cualificados y mal remunerados. Muchos libaneses se niegan a contratar a refugiados palestinos, y estos no pueden ni siquiera abrir una cuenta bancaria. Asimismo, los palestinos no pueden poseer o heredar propiedades inmobiliarias ni disfrutar de la sanidad pública, y es la UNRWA la que se encarga de proveer servicios médicos a los refugiados.
A pesar de su vulnerabilidad, los palestinos han sido actores influyentes en la política libanesa. En los años 70, los activistas palestinos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y otras organizaciones usaron el Líbano como base de operaciones, lo que causó tensiones entre los refugiados y la población local y pudo haber precipitado el estallido de la guerra civil, que se cobró la vida de muchísimos refugiados. Tras la guerra, la mayoría de refugiados palestinos continuaron su vida en los campos. En la última década, la llegada de cientos de miles de refugiados desde Siria ha supuesto una fuente de ingresos adicional para muchos refugiados palestinos, que han podido alquilar habitaciones y espacios en sus campos de refugiados para los que huían de la guerra en Siria.
Siria: pragmatismo y derecho al trabajo
A diferencia de Líbano y Jordania, los 100.000 palestinos que llegaron a Siria entre 1948 y 1949 no alteraron significativamente la estructura demográfica: los palestinos nunca han superado 3% de la población del país. La política siria respecto de los refugiados palestinos se sitúa en un punto intermedio entre Líbano y Jordania. Aunque Siria no concedió la ciudadanía a los palestinos, estos han gozado históricamente de mayores derechos y libertades que los palestinos en Líbano.
En la década del 50, el Gobierno sirio otorgó a los refugiados palestinos el derecho a trabajar sin restricciones en el sector público y en el privado –incluyendo la posibilidad de formar parte de los sindicatos y asociaciones de trabajadores sirias–, así como el acceso a los servicios públicos, a la sanidad y a la educación. Del mismo modo, los refugiados palestinos se vieron obligados a realizar el servicio militar con el resto de los ciudadanos sirios, una medida que favoreció la integración. Las únicas áreas donde los palestinos no gozan de igualdad con los sirios son el derecho de propiedad –restringido en algunos casos– y en la posibilidad de viajar al exterior, supeditada al contexto político del momento. Estas políticas fueron un éxito: a mediados de los años 80 menos de 30% de los palestinos en Siria permanecían en los campos de refugiados de la UNRWA.
En la actualidad, la UNRWA cifra el número de refugiados palestinos y sus descendientes en Siria en algo más de medio millón. El estallido de la guerra civil en 2011 complicó la situación de los refugiados palestinos en el país, especialmente para los residentes en los campos de refugiados. Muchos de ellos abandonaron el país en dirección a Líbano, Jordania, Turquía y Europa entre una gran incertidumbre. Los que han permanecido en Siria –60% de los que quedan son desplazados internos– han visto cómo los fondos asignados a la UNRWA en Siria descendían a causa de las sanciones y restricciones de la comunidad internacional.
Egipto: vulnerabilidad sin la UNRWA
La mayoría de los refugiados palestinos residen en los territorios asignados a la UNRWA. Sin embargo, también hay comunidades importantes en otros países árabes. El ejemplo más significativo es Egipto, donde viven entre 50.000 y 100.000 palestinos.
Egipto, al igual que Siria, no dio la ciudadanía a los palestinos –ni siquiera a los gazatíes tras la anexión egipcia de la Franja de Gaza hasta 1967–, pero desde 1954 les permitió trabajar y además les concedió acceso a los programas de educación primaria, secundaria y superior, así como a puestos de trabajo estatales. Sin embargo, Egipto no reconoció a la UNRWA ni la dejó operar en su territorio. La mayoría de los palestinos en Egipto no llegaron al país en 1948, sino a causa de la guerra de 1967. Tras la firma de los acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel en 1978 y el asesinato de un ministro egipcio por parte de una escisión militante de la OLP, la situación de los palestinos en el país se deterioró: perdieron el derecho a la educación y sanidad gratuitas, lo que unido a la restricción para poseer propiedades inmobiliarias aprobada en 1967, limitó mucho las posibilidades económicas de la comunidad palestina. Aunque en 1981 Egipto firmó la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, los palestinos en Egipto nunca han sido reconocidos como refugiados. Además, el hecho de que la UNRWA no opere en el país implica que muchos palestinos no tengan acceso a servicios sociales básicos.
Futuro congelado
Los refugiados palestinos son un grupo especial, el único que no depende de ACNUR. El derecho al retorno, al que los palestinos no quieren renunciar, así como las circunstancias específicas del conflicto árabe-israelí y la negativa de muchos países árabes a firmar la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 han hecho que la UNRWA, una organización creada en 1949 como solución temporal al problema de los palestinos, extienda el límite temporal de su mandato cada pocos años.
La situación de los refugiados palestinos y sus descendientes varía de país a país, incluso en aquellos dentro del área de operaciones de la UNRWA. En Jordania muchos palestinos accedieron a la ciudadanía y pudieron disfrutar de los mismos derechos que el resto de la población, aunque el reino hachemí comenzó a restringirlos en la década del 80. En Líbano, los refugiados palestinos han ocupado una posición marginal y vulnerable, a pesar de la relevancia de las facciones políticas palestinas en la política libanesa durante los años 70 y 80. En Siria, los palestinos pudieron acceder en igualdad de condiciones con los locales a los servicios sociales y el mercado de trabajo, lo que permitió a muchos refugiados salir de la pobreza e integrarse en la economía del país, aunque la guerra civil que comenzó en 2011 ha complicado su situación. En países fuera del mandato de la UNRWA como Egipto, las comunidades palestinas no están reconocidas oficialmente como refugiados, lo que hace que su situación quede a merced de los vaivenes políticos del momento. Aunque la posibilidad del retorno a sus hogares en Palestina es una reivindicación central de los refugiados, todo parece indicar que su situación seguirá congelada en el futuro.