El 2 de marzo del año pasado, luego de dos elecciones consecutivas en 2019 y en el medio del comienzo de la pandemia de la covid-19, parecía que la tercera sería la vencida y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, finalmente podría festejar su reelección. Sin embargo, a medida que pasaban los días, el recuento de votos arrojaba un resultado más parejo.

Finalmente, el bloque de partidos de derecha conformado por el Likud de Netanyahu, los religiosos Shas y Judaísmo Unido de la Torá y Yamina no alcanzaría los 61 votos necesarios para tener la mayoría en la Knesset, el Parlamento unicameral israelí, y formar gobierno. Por eso, este martes habrá una nueva votación, a la que se presentarán 40 partidos.

Para estos comicios Netanyahu, que está en el poder desde 2009, tiene dos pros y una contra. Por un lado, Israel es el país que más rápido ha logrado vacunar a su población contra la covid-19: más de 50% de los ciudadanos del país se administraron al menos una dosis de la vacuna de Pfizer. También tiene como punto a favor la caída estrepitosa de quien fue durante estos años su principal rival, la coalición de centroderecha Azul y Blanco, liderada por el general Beny Gantz. En 2019 llegaron a obtener 33 escaños en la Knesset, pero para las elecciones de este martes, de acuerdo a los sondeos, pelean por llegar a cuatro, una respuesta de sus otrora votantes ante la decisión de su líder de hacer una coalición con Netanyahu.

A cambio de la unión entre los partidos, Gantz obtuvo el Ministerio de Defensa, quedó como viceprimer ministro y contó con la promesa de Netanyahu de aprobar un presupuesto para que los mandatos fueran rotativos, lo que en noviembre dejaría al militar en el cargo de primer ministro. Sin embargo, el líder del Likud nunca aprobó ese presupuesto y los votantes de Azul y Blanco abandonaron a Gantz.

El gran punto en contra de Netanyahu, de 71 años, es la múltiple cantidad de acusaciones de corrupción en su contra que se encuentran en la órbita penal. A dos días de las elecciones, en la noche del sábado, unas 20.000 personas se manifestaron frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén para reclamar el fin de su mandato.

El 8 de febrero, Netanyahu declaró ante un tribunal en Jerusalén por tres casos de cohecho, fraude y abuso de confianza, que van desde regalos que supuestamente recibió de manos de empresarios a cambio de favores políticos hasta grabaciones de conversaciones con el director del diario Yedioth Ahronoth (“últimas noticias” en hebreo), Arnon Mozes, pidiéndole un trato favorable en la cobertura editorial a cambio de la aprobación de una ley que perjudicaría a Israel Hayom, un medio rival, o la gestión de una cobertura mediática favorable a cambio de servicios a favor de la compañía Bezeq, propietaria del portal Walla!

La economía, que sufrió enormes perjuicios durante 2020 a causa de la pandemia, generando una altísima tasa de desempleo, ha comenzado lentamente a mejorar. De todas maneras, si bien el gobierno de Netanyahu destacó la reapertura de los negocios y servicios gracias a la campaña de vacunación, desde la oposición se argumenta que la gestión económica de la pandemia dejó bastante que desear.

También la geopolítica parece jugar a favor de Netanyahu, tras la firma de cuatro acuerdos de reapertura de relaciones con Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Bahréin y Sudán, aunque todos estos acuerdos fueron en detrimento de la causa palestina, algo que sí importa a algunos sectores del electorado de izquierda y buena parte de los árabes israelíes, que se nuclean en la Lista Árabe Unida.

La caída de Azul y Blanco dejó como principal rival de Netanyahu al liberal Yair Lapid, líder del partido Yesh Atid. Lapid era socio de Gantz, pero se negó a pactar con Netanyahu, dejando la coalición y convirtiéndose en el gran candidato de la oposición. Detrás de Lapid y como posible socio en coalición aparece el también liberal Gideon Saar, exministro de Netanyahu que dejó el Likud en diciembre para formar Nueva Esperanza y que hoy aspira a obtener unos diez escaños.

Por último, sin chances de vencer a Netanyahu pero como candidato a definir la elección aparece el líder de Nueva Derecha, Naftali Bennett, quien fuera jefe de campaña de Netanyahu hace 15 años. Ahora, Bennett plantea que el líder del Likud debe dejar el poder, pero al mismo tiempo no descarta aliarse para estar en su gobierno.

El panorama parece favorable a Netanyahu, pero algunos analistas aún lo consideran impredecible, sobre todo porque para llegar a la mayoría en el Parlamento pueden ser necesarios los votos de partidos minoritarios, que aspiran a superar el piso de 3,25% de los sufragios para acceder a la Knesset.