Desde hace varios años, el Estado canadiense revisa una de las páginas más ominosas de su historia. Entre 1863 y 1996, se estima que aproximadamente 150.000 indígenas menores de edad, en su gran mayoría pertenecientes a las etnias inuit y métis, fueron retirados forzosamente de sus hogares e internados en colegios manejados por distintas entidades religiosas, la iglesia católica y también la anglicana, con la idea de adaptarlos a la sociedad colonizadora.
En estos lugares a los niños no se les permitía hablar en su lengua materna ni realizar manifestaciones propias de su cultura y eran frecuentes los maltratos y abusos de todo tipo, incluidos los sexuales. Definido en 2015 como un “genocidio cultural” por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, órgano estatal creado especialmente para investigar el tema, esta práctica promovida por los sucesivos gobiernos canadienses durante más de un siglo generó profundas heridas en las comunidades indígenas del país.
Se estima que a lo largo de los años murieron en estos centros aproximadamente 3.200 niños, la mayor parte de ellos a causa de la tuberculosis y otras enfermedades, pero en ningún caso hubo notificación de los fallecimientos a las familias. La comisión investigadora informó también que durante las décadas de 1940 y 1950 algunos niños indígenas fueron sometidos a experimentos científicos inhumanos, mediante los cuales se les privó de nutrientes esenciales y de cuidados dentales.
En su informe final, los integrantes de la comisión pidieron la creación de un registro de muertes de los escolares y un registro en línea de los cementerios de las escuelas residenciales, entre otras recomendaciones, para ayudar a las comunidades a documentar la pérdida de seres queridos.
El tema de estos centros residenciales permaneció latente y, de hecho, en 2017 el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, invitó al papa Francisco a visitar el país y disculparse en nombre de la iglesia católica por estos hechos, cosa que el religioso argentino no hizo. En aquel momento Trudeau, en nombre del Estado canadiense, ofreció disculpas oficialmente por los abusos contra los niños. “Lamentamos la creencia equivocada de que los niños indígenas sólo podían ser atendidos, cuidados o educados apropiadamente si eran separados de la influencia de sus familias, tradiciones y culturas”, dijo el mandatario, según recordó la agencia de noticias AFP.
A fines de mes de mayo este doloroso tema volvió a tomar notoriedad en la sociedad canadiense, luego de que se revelara que los restos de 215 niños indígenas habían sido encontrados en el predio donde funcionó una de estas escuelas, cerca de la localidad de Kamloops, en la provincia de la Columbia Británica.
En repudio a estos episodios del pasado, el domingo cerca de 1.000 personas se reunieron en las afueras de la Universidad Egerton Ryerson, ubicada en la ciudad de Toronto y cuyo nombre homenajea a este educador, quien fue uno de los grandes promotores de estos centros residenciales de niños indígenas. Según informó Radio Canadá Internacional, los manifestantes tiraron abajo la estatua de Ryerson que estaba erigida en el exterior del centro educativo. Luego de los hechos, que están siendo investigados por la Policía, este lunes el presidente de la universidad, Mohamed Lachemi, informó mediante un comunicado que la estatua no será restaurada ni reemplazada.
En los últimos años, tanto los trabajadores como los estudiantes de la universidad reclamaban la remoción de la estatua de Ryerson. En su comunicado Lachemi explicó que el futuro de la estatua estaba siendo evaluado por un grupo de trabajo, cuyo mandato incluye la consideración del nombre de la universidad, la respuesta al legado de Egerton Ryerson y otros elementos conmemorativos.