Nacido en la ciudad de Haifa en 1972, hijo de inmigrantes judíos estadounidenses, el nuevo primer ministro de Israel pasó buena parte de su infancia entre el país natal de sus padres e Israel.

Desde su juventud Bennett adhirió a la corriente religiosa nacionalista que promueve la colonización judía en todo el terreno histórico de la “Tierra de Israel”, o sea en toda Palestina. Bennett sirvió varios años como oficial del ejército y participó en varias operaciones bélicas. Tras varios exitosos años como ejecutivo de empresas de alta tecnología, algunas de las cuales le generaron millonarias ganancias, Bennett ingresó a la vida política en 2005 como asistente de Netanyahu, entonces diputado opositor, junto a Ayelet Shaked, su inseparable socia política.

En 2008 un conflicto personal entre ambos asistentes y Sara Netanyahu, la esposa del primer ministro, determinó el alejamiento de ambos y el comienzo de una relación muy tensa entre dos políticos que piensan de manera muy similar. Desde entonces Bennett ha saltado de un emprendimiento político a otro: fue por un tiempo secretario general de la organización que defendía los derechos de los colonos en los territorios ocupados, luego estuvo al frente de diversas listas parlamentarias, con éxitos y fracasos electorales dispares, siempre sosteniendo posiciones que combinaban nacionalismo duro, religiosidad moderada y neoliberalismo económico.

Sus actuaciones ministeriales en gobiernos liderados por Netanyahu se caracterizaron por la disparidad entre declaraciones, sus grandilocuencias y la escasa capacidad de implementación. Como ministro de Educación (2015-2019) anunció la reducción del número de alumnos por aula, y puso metas que no fueron alcanzadas. Sí logró extender los horarios dedicados al aprendizaje de inglés y matemática a costa de los horarios de las materias humanísticas. También incrementó la participación de ONG de orientación nacionalista y religiosa en la enseñanza liceal.

Como ministro de Defensa, entre noviembre de 2019 y mayo de 2020, no logró aplicar su postulada “mano dura” contra Hamas en la Franja de Gaza. A pesar de que expresó su oposición al traspaso de dinero catarí para subvencionar el gobierno de Hamas, lo permitió y no modificó en absoluto las políticas de sus predecesores, que tanto había criticado desde posiciones intransigentes. Sí incrementó la siempre existente colaboración militar con los movimientos colonizadores en Cisjordania, ejerciendo presiones para legalizar asentamientos considerados ilegales.

Su socia política Ayelet Shaked, ministra de Justicia, intervino constantemente en la comisión denominadora de jueces para promover abiertamente jueces conservadores y presionando para limitar la intervención de la Corte Suprema de Justicia en decisiones gubernamentales y en legislación que afecta derechos básicos.

Shaked es célebre por un spot de la campaña electoral de 2019 en el cual olía un perfume en que se leía “fascismo” y decía: “Me huele a democracia”. Los videos breves que Bennett suele difundir en las redes sociales incluyen muchas evocaciones a la inspiración divina y supuestas conversaciones con personajes míticos del judaísmo, como el rey David, en los cuales estos le sugieren orientaciones.

En 2013 Bennett expresó su estrategia respecto de la existencia de población palestina en los territorios que Israel coloniza: “Es como tener una esquirla en el trasero: si tratas de quitártela, hay riesgos quirúrgicos; si la dejas ahí sin hacerle caso puede molestar y doler en cambios de estación, pero se puede vivir bien”. En 2015 aseguró que “todos somos herederos del rey David, que construyó el Templo en Jerusalén, y pronto los judíos podrán rezar en el Monte del Templo”, o sea la actual explanada de las mezquitas, probablemente el punto neurálgico en el cual el diferendo político-territorial entre israelíes y palestinos se puede transformar en un conflicto religioso entre judíos y musulmanes.

Tras fracasar repetidamente en las sucesivas elecciones parlamentarias de estos últimos dos años, Bennett y Shaked, al frente de una lista denominada Yamina, obtuvieron en marzo de 2021 siete diputados, que le sirvieron al primero en las negociaciones poselectorales para perfilarse como el “fiel de la balanza” entre los dos bloques polarizados en torno a Netanyahu, lo que le otorga un inusitado y desproporcional peso político para tratarse de un partido chico.

Gerardo Leibner, desde Tel Aviv.