La tensión disparada el miércoles en la reunión de cancilleres del Mercosur por el anuncio de Uruguay de que comenzará a explorar acuerdos comerciales de forma individual, quedó ratificada este jueves en la cumbre de presidentes, y no solo por los discursos de Alberto Fernández y Luis Lacalle Pou. Con Brasil en la presidencia pro témpore y como “líder del bloque” —según palabras del especialista Marcel Vaillant—, los analistas entienden que será clave para los intereses de Uruguay si el vecino avanza en busca de mayor apertura o una liberalización de aranceles, porque es quien tiene poder para negociar con Argentina.
Para muestra del distanciamiento entre los países del río de la Plata, sirve lo ocurrido minutos antes de comenzar la cumbre de mandatarios: el país vecino fue encargado de la transmisión oficial y su presidente el primero en hablar, ya que entregaba la presidencia del Mercosur a Jair Bolsonaro; de forma imprevista se comunicó desde Argentina que solo se iba a transmitir el discurso de Fernández. Esto no fue casual según interpretan en cancillería, e hicieron notar que nunca ocurrió en cumbres previas.
En sus palabras de inicio, el mandatario argentino no escatimó expresiones para dejar en claro la posición contraria al planteo de Uruguay: “Creemos que el consenso es la columna vertebral constitutiva del Mercosur, no podemos resignar este principio, es una regla”; “el camino es negociar juntos con terceros países o bloques”, negociando “solos alimentaremos el espejismo de una vana prosperidad, y unidos podemos tener un Mercosur creativo, que no se corte solo imponiendo visiones unilaterales”. Al cierre del discurso, insistió: “Argentina reafirma que nadie se salva solo. Un Mercosur de corazón solidario es la nave insignia de la estrategia de integración”.
A su turno, el presidente uruguayo recogió el guante y ratificó lo adelantado el miércoles por el canciller Francisco Bustillo en la reunión del Consejo del Mercado Común (CMC). Sostuvo que el gobierno tiene “vocación aperturista” y subrayó: “El mundo ya va muy rápido, se está entrelazando comercialmente y el final del covid va a hacer que estas negociaciones se disparen. El mundo avanza y no nos va a esperar”. Luego, remató: “Hacia allá va Uruguay. Ojalá que vayamos todos juntos, pero lo que está claro es que hacia allá vamos”.
El debate, los planes y las reacciones
En sus palabras, Lacalle Pou remarcó la posición de Uruguay: “pretender avanzar en acuerdos con otros países no significa vulnerar ni violentar la regla del consenso”. Esto tiene relación a lo dicho previamente por la cancillería, que “la decisión 32/00 no está en vigor, ya que nunca fue internalizada”. La alusión es a un viejo conflicto jurídico entre los países del Mercosur, por una resolución del 2000 que establece que todos los socios deben avalar las negociaciones comerciales de los demás.
Para Argentina y Paraguay es parte de la normativa del bloque aunque no fue ratificado por los Parlamentos, es decir que no avalan negociaciones sin respetar el consenso, mientras que Uruguay no lo entiende así.
En tanto, en la cumbre Bolsonaro pidió “no dejar que el Mercosur continúe como sinónimo de ineficiencia” y de “desperdicio de oportunidades”. También ratificó que durante su presidencia pro témpore —hasta fin de año— intentará la reducción del arancel externo común (AEC) del bloque, es decir las tasas aplicadas a las importaciones, tema que genera controversia con Argentina que pretende avanzar protegiendo sectores industriales; y la flexibilización, esto es una reforma normativa que avale que los países puedan negociar de forma unilateral o en distintos tiempos con otros Estados o bloques económicos.
Ambos temas están en la mesa del CMC y en abril Uruguay presentó una propuesta de flexibilización que no alcanzó consenso. Fuentes de cancillería dijeron a la diaria que esa fue la apuesta original del gobierno, pero ante la falta de avances en el bloque se resolvió apostar por el “plan b”, es decir anunciar a los socios que se explorarán acuerdos con terceros. Para dar este paso, que de antemano se sabía iba a tensar el enfrentamiento con Argentina, se valoraron los plazos —lleva años negociar acuerdos y se aspira a lograr resultados en este período—, los diferenciales de Uruguay en la post-pandemia para ser atractivo y el hecho de que Brasil se muestra distanciado de Argentina.
La hoja de ruta del gobierno es empezar contactos con distintas contrapartes, y el interés primordial apunta a China, nación que en 2017 expresó su voluntad de comenzar a negociar un tratado de libre comercio (TLC) con Uruguay. Dialogar y comenzar a negociar no está prohibido en ningún caso, pero sí acordar con terceros aranceles para la importación y exportación de productos. Uruguay pretende adelantar caminos y eventualmente llegado el momento de firmar un acuerdo, evaluar el clima político en el bloque para avanzar; tampoco se descarta que entre tanto se logre un acuerdo en torno a la flexibilización normativa.
Sin embargo, desde Argentina no hay intención de avalar la jugada de Uruguay. El excanciller Jorge Taiana, senador peronista que asumió la banca como suplente de la vicepresidenta Cristina Fernández, definió lo hecho por el gobierno de Lacalle Pou como “una bravuconada”. Indicó que se trata de “un anuncio para la tribuna” y advirtió que si Uruguay “rompe el arancel externo común y hace tratados, habrá que ver qué medida toman los países del Mercosur en relación con la defensa de su propia producción”.
El portal argentino BAE informó que la cancillería argentina tiene sus ojos puestos en los movimientos de Brasil, ya que no descartan una decisión unilateral de Bolsonaro para bajar el arancel y profundizar aún más las diferencias internas en el Mercosur. Un factor clave para conocer los pasos futuros del vecino es si predominará la postura aperturista de Paulo Guedes, el ministro de Economía, o la cautela de los sectores industriales e Itamaraty.
China, el “obstáculo legal” y “el caos”
Los analistas Ignacio Bartesaghi, director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica, y Marcel Vaillant, profesor de Comercio Internacional de la Universidad de la República, coincidieron en que Uruguay tomó una decisión anunciada y que de ahora en más pasa a ser clave lo que haga Brasil. En cambio, Marcos Soto, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Católica, advirtió sobre los costos y peligros por la actitud confrontativa del gobierno.
“Uruguay tiene un obstáculo legal, reglamentario y jurídico” para “cortarse solo”, dijo Soto a la diaria. Señaló que la resolución del 2000 que Uruguay manifestó que no tiene vigencia, es “tan irrelevante como redundante”, porque el Mercosur adoptó desde su origen el “compromiso de negociar en conjunto” y “es una obviedad que los países no pueden generar acuerdos bilaterales violando el arancel externo común”.
Bartesaghi dijo a la diaria que el Tratado de Asunción que dio origen al Mercosur “se cumple muy poco”. En esa misma línea, Vaillant expresó a Teledoce que “que cada país ha hecho de forma unilateral todo tipo de caos, el funcionamiento del Mercosur es violatorio de todos sus acuerdos”, porque ninguno de los cuatro socios “aplica una política comercial común”. En ese escenario, entiende que la postura de Uruguay de negociar de forma individual con terceros sería un incumplimientos más, o visto de otra forma “un sinceramiento” sobre la realidad del bloque.
Bartesaghi subrayó que Uruguay insiste con la flexibilización del bloque para lograr un TLC con China, aunque “el camino de negociar sin un consenso mínimo es muy riesgoso”. Frente a eso y sabiendo la disposición aperturista que expresa Bolsonaro, el gobierno “lo que está haciendo es tensar al máximo la cuerda, sabiendo que vienen seis meses de Brasil” en la presidencia pro témpore.
“Fernández nunca va a aceptar una flexibilización total del Mercosur. Puede llegar a aceptar una flexibilización para Uruguay, jamás va a aceptar que Brasil se corte solo”, indicó Bartesaghi, y prosiguió su análisis: Argentina podría aceptar que Uruguay negocie de forma individual si obtiene algo que entiende “Brasil estaría dispuesto a darle”, que es que cada uno baje el AEC cuando lo desee. “Ese es el escenario que más nos sirve, que la negociación de rebaja del AEC termine en que Brasil va a hacer lo que quiera y Argentina va a hacer lo que quiera, y Uruguay en ese marco lo que hace es pedir una excepción puntual para negociar con China”, sentenció.
Vaillant, por su parte, apuntó que el anuncio de Uruguay “era algo plausible” y en línea con la postura de gobiernos anteriores. “Adquiere más verosimilitud en este momento, porque está amparado por quien indisimuladamente es el líder del bloque, Brasil, que por primera vez en la historia del Mercosur se alinea con la posición de Uruguay, más allá de cómo ahora va a gestionar eso”, declaró.
En cambio, Soto dijo que Uruguay, por las dimensiones que tiene, entre otros motivos, debería buscar una salida “mucho más negociada” para este “embrollo”. Además, alertó que se expone a ciertos riesgos con este planteo: “Uno nunca sabe cómo pueden reaccionar los distintos países, sobre todo Argentina, que es el que puede estar más dolido con esta posición”.
“El planteo debió ser en tonos más amigables y quizás más coherentes. Si realmente esto es lo que queremos, por ahí tenemos que renunciar a ser miembros plenos y pensar en otras figuras asociativas”, señaló Soto. Concluyó que la postura del gobierno resulta contradictoria porque expresa a los socios: “Me quiero cortar solo pero me quiero quedar con ustedes”.