“Si querés a alguien que impulse tu agenda, no soy yo la persona”, le dijo Carmen Sanguinetti a Ernesto Talvi cuando el entonces candidato del Partido Colorado le planteó ser su primera suplente al Senado. Talvi le contestó que quería que ella impulsara su propia agenda. “En ese sentido, estoy muy tranquila, porque en definitiva estoy haciendo lo que le dije en su momento que iba a hacer”, comenta Sanguinetti, que es senadora titular desde que asumió el actual gobierno, dado que Talvi primero fue ministro y luego abandonó la política.
Uno de los temas que más le interesa abordar a Sanguinetti en el Parlamento es la infancia. De hecho, en pocas semanas presentará un proyecto de ley para crear la figura del Comisionado de Infancia, similar al de cárceles, porque entiende que en el Palacio Legislativo “los niños tienen un lugar mucho menor que el que deberían tener”. La senadora integra Ciudadanos, el mismo sector colorado del diputado Ope Pasquet, uno de los impulsores del proyecto de ley para legalizar la eutanasia, con el que Sanguinetti no está de acuerdo, y ese es uno de los temas sobre los que conversó con la diaria en su despacho del Palacio Legislativo.
Ya pasó la mitad de esta legislatura y es tu primera experiencia como parlamentaria. ¿Viene siendo lo que esperabas?
Yo estaba acostumbrada a cargos más ejecutivos, en los que controlaba mucho más los tiempos y los resultados, pero obviamente eran cargos de mucha menos responsabilidad e injerencia. Una de las cosas que más me cuestan es la cantidad de variables que influyen en el resultado de tu trabajo que uno no controla en este lugar. Después, a nivel de cosas positivas, me siento muy cómoda trabajando acá porque tengo un buen diálogo con todos los senadores. A veces desde afuera parecería que el clima es uno, por esos pedacitos que se suben a las redes sociales de esos momentos en que se crispa el debate parlamentario, pero la verdad es que eso no es para nada representativo de lo que pasa acá un lunes, martes o miércoles. En los temas en los que más he trabajado y me siento más cómoda, los sociales, la infancia, no entra tanto una cuestión ideológica y es en donde tendríamos que encontrar los consensos. Obviamente, lo que rinde más a nivel mediático son las discrepancias, pero deberíamos encontrar mínimos comunes denominadores en los distintos temas a los que nos enfrentamos. Acá adentro se precisa mucha gente que tenga perfil conciliador y articulador, que no dinamite los puentes, porque una vez que dinamitás un puente, después es muy difícil sentarte a trabajar con alguien.
Y hay legisladores que hacen eso en las redes sociales.
Estamos en un momento en que los algoritmos de algunas redes sociales terminan premiando las bombas. Los que somos moderados y tuiteamos cuestiones moderadas sabemos que esos en general no son los tuits que explotan. Todo el mundo sabe qué es lo que tiene que decir si quiere que algo reviente; el tema es hasta dónde eso nos hace bien y contribuye al debate que debemos tener. Un politólogo dijo que Twitter es como un boliche a las tres de la mañana con todos gritando; creo que es bastante gráfico de lo que muchas veces termina pasando.
Más allá del contenido de tus opiniones, en estos casi tres años de labor parlamentaria no diste muchas entrevistas a los medios de prensa. ¿Eso también es para mantener la mesura?
Debo ser de las legisladoras que menos hablan acá, lo cual no tiene nada que ver con cómo trabajo o con los proyectos de ley que presento. Tengo convicciones fuertes, opiniones fuertes, pero no necesariamente opino de todo. No necesariamente leo un tema de coyuntura y tengo algo para decir. Me acuerdo, sobre todo, que al principio –ahora creo que ya no me preguntan porque saben– generaba mucha sorpresa cuando [los periodistas] me venían a decir “senadora, ¿usted qué opina de...?” y yo contestaba “no tengo una opinión formada”, porque los temas tienen una enorme complejidad y cada uno viene con una formación y experiencia en determinada área. Entonces, si me preguntan sobre los temas en los que me siento cómoda, quizás puedo decir algo rápido, pero acá tenemos que definir una postura sobre física cuántica y muchas veces no hicimos ni Física 1 ni 2. Entonces, para definir una postura sobre algo me lleva muchas horas entender de qué estamos hablando y recién ahí ver qué me parece, si está alineado con lo que pienso o no.
Pero los políticos deben mostrarse para que la gente los conozca y los vote. ¿Cómo conjugás ambas cosas?
Es una tensión difícil. Obviamente, a mí todavía hay muchísima gente que no me conoce y probablemente hay que asumir un costo por no estar exponiéndome mucho más, pero creo que uno tiene que ser fiel a uno mismo. Yo vengo de la academia, de la sociedad civil, de mundos muy ajenos a este, y siento que en tres años aprendí mucho. Por ahora, mantenerme fiel a no opinar de temas en los que no me siento cómoda es algo en lo que no estoy dispuesta a transar.
Integrás la comisión especial del Senado que está tratando el proyecto de ley de reforma de la seguridad social. ¿Ya lo estudiaste? ¿Tenés opinión formada?
Lo estoy estudiando. Tuvimos una reunión buenísima con Renán Rodríguez y Ariel Davrieux –que estuvieron en la comisión de expertos– junto con el senador [Raúl] Batlle, sus asesores y mis asesores. Fue una reunión de miles de horas, ellos fueron los corredactores de la ley anterior y surgían anécdotas. Estamos en una situación en la que una reforma hay que hacer, es evidente que vivimos más y no hay manera de sostener un sistema si no trabajamos más. Tengo algunas preocupaciones en lo que tiene que ver con la discapacidad, que las estoy estudiando más a fondo; obviamente, siempre hay matices. Todo es perfectible, pero hay que avanzar. A veces en Uruguay el debate se eterniza. Yo presenté un proyecto de ley de teletrabajo [en 2020, se aprobó en 2021] y estuvimos diez años hablando sobre eso. El primer proyecto de ley sobre teletrabajo es de 2009, y en Europa el acuerdo marco es de 2002, de hace 20 años. Casi toda la región había avanzado en un marco regulatorio, mejor, peor, perfectible, como todo, y a nosotros nos llegó la pandemia y no teníamos marco regulatorio.
Volviendo a la reforma de la seguridad social: el déficit y la posibilidad de hacerle cambios a la Caja Militar es un tema que suele estar en el tapete. ¿Cómo lo ves?
En esto no tengo una opinión formada todavía. La verdad es que es un tema complejo y estoy como en tantos otros... hay 17 temas. Como te digo: leés los artículos, tenés que hacer doble clic, triple clic y cuádruple clic porque hay que ver desde dónde venimos y hacia dónde vamos.
También estás en la Comisión de Salud del Senado y ya anunciaste que no vas a votar el proyecto de ley de eutanasia que fue aprobado en la Cámara de Diputados. ¿Cuáles son tus motivos?
A ese proyecto de ley hace mucho tiempo que lo vengo estudiando, por lo que te decía: no tomo posturas rápidas. La ficha que me cayó es que no importa qué pienso yo de la eutanasia en sí; de hecho, no tengo una definición tomada sobre la eutanasia como concepto, como podés tener vos como periodista. Tenemos que pensar en el efecto en el mediano y largo plazo, y no creo que sea el efecto deseable para un país como Uruguay, por distintas cuestiones. Uruguay tiene un problema severo con la violencia hacia las personas mayores y también en relación a la valoración de las personas con discapacidad, que en definitiva tiene que ver con la valoración de las personas que no son tan productivas o dejan de ser productivas; entonces, ese es un ángulo que me preocupa mucho. Y hoy tenemos en discusión un proyecto de cuidados paliativos, un área en la que tenemos una cobertura subóptima. Lo que dicen las personas que se dedican a esto es que cuando la gente te pide morirse en realidad pide dejar de sufrir, más o menos, nueve de cada diez. Entonces, yo no digo “eutanasia nunca”, sino que abordemos eso, que tengamos un marco regulatorio de cuidados paliativos como tiene que ser –entiendo que es muy bueno este que estamos por votar–. Evaluemos, y si después sigue siendo necesario, pensémoslo. Hay un tema de cronología: no podemos empezar por el final.
Quienes defienden el proyecto de eutanasia sostienen que una cosa no excluye la otra.
No, lo entiendo, lo que pasa es que, de vuelta, acá tenemos que mirar el efecto en la sociedad entera. En el debate que se dio, muchas veces se generaron dicotomías que no están buenas. Nosotros no podemos decir que el que está a favor de la eutanasia no defiende la vida, ni que el que está en contra no es empático con el que está sufriendo. No digo que sean antagónicos [ambos proyectos], sino que tiene más sentido empezar con un marco regulatorio como el que se está por votar, y que los cuidados paliativos se extiendan en serio, y después definamos a ver si hay que avanzar o no en este sentido.
Mencionaste el tema de la vejez y las personas con discapacidad, pero el proyecto de ley dice que la eutanasia la puede solicitar “toda persona mayor de edad, psíquicamente apta, que padezca una o más patologías o condiciones de salud crónicas, incurables e irreversibles que menoscaben gravemente su calidad de vida, causándole sufrimientos que le resulten insoportables”. En esa definición no veo la relación con la vejez o la discapacidad.
Yo tengo un matiz ahí. Tiene que ver con una cuestión más profunda: qué le estamos diciendo –como sociedad– a esa persona sobre el valor de su vida. Muchas veces está esto de “no quiero ser una carga para mi familia” y, en definitiva, cómo nos percibimos tiene que ver con cómo nos ven desde afuera. Me parece que una ley en este sentido profundiza esta visión de que si tenés una determinada condición sos una persona a la cual le podemos practicar la eutanasia, mientras que si estás sano, no. Entonces, a una persona que está psíquicamente apta y sana no le decimos: “Mirá, te podemos practicar eutanasia”. Por lo tanto, me genera ruido que como Estado digamos: “Bueno, porque estás en esta determinada condición, yo entiendo que tú...”.
¿Lo hablaste con el diputado Ope Pasquet, de tu sector, que es uno de los impulsores del proyecto?
Por supuesto, una vez que tomé una definición, lo primero que hice fue ir a hablar con Ope Pasquet. Tuvimos una conversación muy abierta y muy franca, pero indudablemente tenemos visiones diferentes sobre este tema. Porque es un tema de una enorme complejidad, son muchas las aristas y las razones. Me voy al inicio de la vida: yo soy de la teoría de que los partos no tendrían que suceder en los hospitales sino en lugares específicos para nacer, como pasa en algunos países del primer mundo, porque nacer y morir son hechos naturales de la vida, no deberían suceder en donde estamos tratando específicamente la enfermedad. Tiene que ver con cuál es la concepción de la muerte. Mi padre tuvo Alzheimer durante ocho años y se terminó muriendo. En su momento me enojé mucho con la enfermedad, me puse a leer mucho sobre la muerte y di con Elisabeth Kübler-Ross, que está considerada la primera tanatóloga occidental y se dedicó toda su vida a acompañar personas a morir. Leyendo a esta autora entendí la enfermedad de mi padre. Entendí que él, que había estado toda su vida muy abocado en el hacia afuera, en ayudar, muy pendiente de todo el mundo, muy comprometido con todas las causas, necesitó estar ocho años recibiendo para, de alguna manera, equilibrar y morirse. Entonces, entiendo la muerte como un proceso que tiene que ver con la vida, y Kübler-Ross tiene esta teoría de que, en definitiva, nos morimos cuando llega el momento de morirse.