La semana que viene, cuando se reinicien las actividades parlamentarias luego del receso de verano, la senadora frenteamplista del Movimiento de Participación Popular (MPP) Lucía Topolansky renunciará a su banca y terminará así con una carrera de 22 años en el Palacio Legislativo. Su salida se dará en una época en que las redes sociales han invadido la actividad, algo que admite que no le gusta, y además no duda en afirmar que “el Parlamento está difícil en este momento”.

Para conversar sobre los motivos de su salida, entre otros temas, Topolansky recibió a la diaria en la chacra al oeste de Montevideo donde vive con el expresidente José Mujica, que se retiró del Parlamento en octubre de 2020. Lo que sigue es un resumen de la entrevista, en la que aseguró que dentro de la coalición de gobierno “no hay voluntad de tratar los proyectos que vienen de la oposición”. Además, entre lágrimas recordó al exministro Eduardo Bonomi, un compañero tanto en la lucha del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros como desde la fundación del MPP, que falleció el domingo.

¿Por qué se va del Parlamento?

Cuando hicimos la lista [para las elecciones de 2019], los compañeros me pidieron que estuviera. Hice toda la campaña, les dije que no estaba segura de hacer toda la legislatura porque yo este año voy a cumplir 78. Con estos dos años llevo 22 en el Parlamento. Cuando inicié la cuestión legislativa me propuse tener un despacho de puertas abiertas, recibía a todo el mundo, eran las diez de la noche y estaba recibiendo gente por cosas que podía solucionar y cosas que no, porque a veces la gente lo que precisa es una oreja, que la escuchen, y la democracia empieza por escuchar. Pero estos dos años de pandemia me tiraron para adentro y mi participación fue intermitente, no pude tener el despacho abierto ni ir a los lugares. Lo último que me pasó fue que en el conflicto de Casa de Galicia, en el que trabajé bastante con los compañeros [en el proyecto de ley que se aprobó], no pude ni siquiera ir a saludar a gente que estaba haciendo huelga de hambre. A mí me pareció que ese trabajo intermitente y rengo no servía. Entonces, allá por noviembre empezamos a conversar con los compañeros cómo sería una transición. Pudimos conversar, porque esta no fue una cuestión abrupta como nos pasó ahora con la muerte de Bonomi, sino una cosa mucho más planificada. El 8 de febrero hubo una sesión extraordinaria y había una [reunión de] bancada que probablemente fuera la última antes del 1º de marzo, entonces yo había hablado con Fernando Pereira [presidente del Frente Amplio, FA], porque uno tiene que avisarle al partido también, no sólo al sector, y le comuniqué a la bancada que el 1º de marzo iba a presentar la renuncia. Eso salió, lo publicó la prensa y yo quería hablar con la presidenta de la Cámara [de Senadores, Beatriz Argimón], me parecía que había una serie de cosas formales que tenía que cumplir. No pude y fue medio desprolijo, y aquí estoy, a una semana de irme.

¿Qué balance hace de esos 22 años de trabajo en el Palacio Legislativo?

En estos 22 años, con honestidad, te digo que puse todo lo que pude según mis capacidades. Mi compromiso fue total con el Parlamento, por eso estos últimos dos años, en los que la pandemia me impidió eso, no me cerraba la cuenta. Además, el Parlamento está difícil en este momento, ha trabajado poco, no ha trabajado demasiado bien. He estado como delegada del FA para negociar los lugares para poder cambiar la Corte Electoral, el Tribunal de Cuentas, el fiscal de Corte, la Suprema Corte de Justicia, el Tribunal de lo Contencioso Administrativo, que precisan mayorías especiales; negocié todo lo que pude con [el senador del Partido Nacional, Gustavo] Penadés, pero está trancado –no por un problema de Penadés, que me consta que hizo todo el esfuerzo del otro lado, y un poco Argimón–; eso es una frustración también. Me voy con esa frustración: no pude cerrar ese tema. Pero además las comisiones... Las comisiones de Vivienda, de Salud y de Educación no aprobaron una sola ley. Las comisiones de Transporte e Industria no aprobaron nada. La comisión de Ganadería aprobó la ley forestal y hubo un veto. Se aprobaron la ley de urgencia, que es un punto y aparte, las normas covid y la cuestión presupuestal, pero las comisiones no produjeron. Entonces, el Parlamento, que es el poder más representativo de los tres por la forma en que se elige a sus integrantes, ha quedado muy relegado. Este es un gobierno centrado en la Torre Ejecutiva, en Presidencia, entonces, también me ha tenido bastante disconforme.

¿Eso es responsabilidad exclusiva del Poder Ejecutivo o también de los parlamentarios?

Yo no se lo atribuyo ni al Ejecutivo ni al Parlamento, se lo atribuyo más bien a la coalición de gobierno, porque nosotros presentamos casi 40 leyes. Sobre vivienda presentamos un montón, sobre covid, sobre una cantidad de cosas; logré que saliera de comisión una que tenía que ver con la utilización de tierras para vivienda, y cuando llegó a sala me la tiraron para atrás, lo máximo que logré es que asomara. Da la impresión de que no hay voluntad de tratar los proyectos que vienen de la oposición, y ellos han presentado algunas cosas pero no los grandes proyectos. Parecería que el esfuerzo de la coalición se agotó en la ley de urgencia, y esa ley se discutió en el momento álgido de la pandemia, con un montón de restricciones, con las delegaciones absolutamente esmirriadas y con la prohibición de movilizaciones y reuniones políticas y sindicales de todo tipo. El funcionamiento lo vi muy resentido, y creo que es producto de eso. Entonces, esas son las razones [de la renuncia]. Y yo me tengo que seguir cuidando; la pandemia sigue vigente, no la han levantado, han priorizado la economía sobre la salud, aunque no lo han dicho pero es un hecho objetivo. El Zoom y ese tipo de técnicas las terminé odiando. Yo no iba a poder seguir ese ritmo en el caso de que esto siga, entonces prefiero arriesgar lo que me quede –porque estoy más cerca de la puerta de salida que de la de entrada– en la militancia política, más libre de las responsabilidades parlamentarias, y poner ahí toda la energía y lo que he aprendido en este tiempo, en lugar de seguir tratando de llevar a los tumbos una legislatura en la que no venía trabajando como quiero.

Dijo que “el Parlamento está difícil”. ¿Es por falta de diálogo? ¿Observa que hay algún tipo de “grieta” a nivel político?

Es un término que no me gusta, que viene de Argentina, donde ha sido tremendamente dañino, y ojalá no se instale en Uruguay. Pero, ¿qué es lo que uno ve? Hay una prédica constante contra el movimiento sindical, contra el FA, parecería que todo lo negativo que hay en el país se ha hecho en 15 años de gobierno del FA, cuando la inversión más grande en la historia del país la trabajó el FA y se está ejecutando durante el actual gobierno, y no tenemos ningún problema, pero decilo, querido. En este momento está en el pico de ocupación. ¿Esa ocupación por qué se generó? Porque hubo un proyecto desde la presidencia de Pepe, dos presidencias para poder lograr esa inversión con ese volumen, que es la planta de UPM, el Ferrocarril Central y las obras del puerto. Después quedaron una cantidad de PPP [proyectos de participación público-privada] que se están terminando, y hay muy poca inversión nueva en el país. Además, la educación pudo marchar en pandemia porque existían el Plan Ceibal y la fibra óptica, y el dinero que hicieron UTE y Ancap lo pudieron hacer porque estaba la interconexión con Brasil, la transformadora de Cerro Largo que recordamos bien que [el senador nacionalista Sergio] Botana la criticó, [decía] que era un gasto al santo botón. Ese negocio lo heredaron ellos, entonces, hay como una especie –utilizando los términos de los blancos– de embestida baguala muy fuerte, que dificulta las relaciones de negociación. Toda mi vida negocié en el Parlamento, sé muy bien lo que es negociar, y está como crispado el ambiente político.

¿Tiene marcha atrás esa crispación, o va en aumento?

Ojalá tenga marcha atrás, es lo que más deseo por el país.

Esa crispación política que percibe, ¿está dada también por los discursos de los parlamentarios? El año pasado en una sesión estuvieron cerca de los golpes.

Golpes yo vi en el Parlamento. Recuerdo una sesión en la que el hoy director de la OPP [Oficina de Planeamiento y Presupuesto], Isaac Alfie, le dio un piñazo a [Leonardo] Nicolini. Recuerdo cuando estaba presidiendo yo, discutíamos la ley de donación de órganos y [Sergio] Abreu y [Jorge] Larrañaga casi se agarran a los piñazos y hubo que separar. [Jaime] Trobo y [Jorge] Machiñena… Esas cosas puntuales de un enojo, la verdad, siempre hubo en el Parlamento, pero después siempre había mucha conversación en el ambulatorio. En 2002, cuando fue la crisis, nosotros éramos oposición y yo coordinaba la bancada de diputados y [Alberto] Couriel la de senadores, y [el entonces ministro de Economía y Finanzas, Alejandro] Atchugarry nos llamaba día por medio; no tenía por qué hacerlo, pero tenía ese don de gente. [Ahora] han aparecido algunos personajes un tanto estridentes en el Parlamento, capaz que esa es la nueva política o es producto de que hay un actor nuevo en la vida social y política que son las redes, entonces se despiertan a las tres de la mañana y escriben un tuit explosivo.

¿Las redes sociales ayudaron a la crispación?

Lo de las redes sociales, te lo confieso con total normalidad, entiendo que es un fenómeno nuevo. Quisiera poder tener más elementos, algún día tendré una charla con alguien con información sociológica o de ese tipo para entender cómo están incidiendo en la política y en la vida social. Yo no puedo entender que un comunicado de un ministerio, de una presidencia o de algo, se emita primero a través de un tuit. No me cierra. Ahora bien, los tuits se usan para comunicados, para cosas generales, y después para pensamientos generales; a veces ponen cualquier pelotazo, cualquier cosa absolutamente secundaria, porque se les ocurre, y arman un lío gratuito. Yo me pregunto si los que tenemos responsabilidad no tenemos que pensar que escribiendo algo somos representantes también, tenemos responsabilidades, nos tenemos que hacer cargo y no generar líos. Pero ojo que esto va para tirios y troyanos, cruza a todos. Cuando estuve en la vicepresidencia, si había algo que me ponía mal era estar allá arriba en el catafalco, desde donde ves todo, estar siguiendo una discusión y que de repente un grueso de legisladores esté mirando el celular. Entonces, ¿qué está pasando en esta sesión? Yo nunca llevé el celular a la sesión: tengo una secretaría para que me lo atienda, que paga el Palacio Legislativo. Ahora, parece que por ahí, por Whatsapp y esos métodos que hay ahora, se hacen discusiones en paralelo. Yo ya no pertenezco a ese mundo y tengo mis dudas de que ese mundo sirva para la construcción política.

Ahora que pasaron algunos días, ¿qué sentimientos tiene tras la muerte de Eduardo Bonomi?

Para nosotros fue un golpe brutal porque era un compañero muy importante, muy valioso. El otro día en el Ejecutivo [del MPP] pusimos sobre la mesa todas las tareas que estaba haciendo, porque hay que suplirlo, y era impresionante. Es una pérdida que sentimos y vamos a sentir, y creo que el FA también, porque él trabajaba en una cantidad de cosas del FA. Era muy dedicado. Además, como era un hombre muy tenaz, muy terco, muy comprometido, nunca aflojaba. Ese mismo compromiso lo llevó a tirar de la piola, mal, hasta que se rompió. Nosotros tuvimos dos grandes escritores de documentos en el MPP, [Eleuterio] Fernández Huidobro y Bonomi. Siempre hay que tener un escriba, porque tú discutís todo un día en la Dirección Nacional, sacás conclusiones gruesas, pero después eso hay que pasarlo blanco sobre negro a un papel para poder ir al plenario, a las agrupaciones, y difundirlo y que todos los compañeros comprendan el tema. Bueno, ahora tenemos que encontrar otro, pero no es tarea fácil. Siempre te descansás: “Que lo escriba el Bicho [apodo de Bonomi]”. Lo más fácil. Y como son personas que tienen determinadas características, asumen ese tipo de responsabilidades sin problema. Creo que vamos a tener que hacer esa remontada.