Daniel Radío cree que “el camino” en política pública de drogas es regularlas todas. De hecho, no le gusta hablar de “legalizar” porque “la humanidad convive” con ellas “desde sus albores”. Sin embargo, considera que “ahora no” es el momento de hacerlo porque “hay que demostrar” que Uruguay lo ha hecho bien con el cannabis. Además, señala que no es deseable que el país se lance solo en esta materia, sino que habría que “hacer estrategias regionales”. Sobre este y otros temas, como el rol que debe cumplir la Secretaría Nacional de Drogas (SND), la cual encabeza, conversó con la diaria.
Cuando fue al Parlamento con motivo de la Rendición de Cuentas cuestionó los recursos que se le dieron a la SND y habló de que se está “años luz” de lo que se necesita. ¿A qué se refería? ¿Cuánto presupuesto necesitaría?
Nosotros habíamos pensado entre 102 y 103 millones de pesos, pero no para actividades extraordinarias, sino para poder hacer lo que hacemos habitualmente de manera holgada y sin necesidad de tener que pedir refuerzos presupuestales. Lo que pasa es que históricamente la SND ha tenido un presupuesto escaso, yo lo dibujaba diciendo que el presupuesto anual nuestro es medio día de ASSE [Administración de los Servicios de Salud del Estado]. No es que vamos a dejar de funcionar, es que siempre tenemos que estar en ese tire y afloje para conseguir el refuerzo. Habíamos calculado que precisábamos esos 102 o 103 millones: en el proyecto iban 40. Me parece que los legisladores fueron muy receptivos al planteo nuestro, en algunos casos lo hicieron expreso, que iban a hacer un esfuerzo entre todos los partidos [para elevar la cifra].
¿Cuál cree usted que es el rol de la SND?
En el Parlamento también dije que teníamos un dilema hamletiano. Cuando los usos de drogas son problemáticos constituyen una patología y lo que Uruguay diseñó para enfrentar eso es el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS). Tengo que tratar de hacer una cosa que sea complementaria y que además funcione como un agente catalizador para que el sistema sanitario también se haga cargo. En general desde el sistema sanitario el abordaje es exclusivamente sanitario y los usos problemáticos de drogas son tributarios de un abordaje sociosanitario, porque un factor sustantivo de esta cuestión es fortalecer el cinturón de protección social, por eso hay que coordinar con el Mides [Ministerio de Desarrollo Social], con la Secretaría Nacional del Deporte, con las intendencias, pero eso en lo que refiere a la salud. Tenemos un área de relaciones internacionales que los que me precedieron acá jugaron fuerte en eso, porque hay un debate en el mundo en el que Uruguay tiene algo para decir. Por otro lado, está el área de formación; pusimos algunos recursos extra porque a través de ahí vos brindás capacitación, lo que hacés es colonizar con tus ideas otras instituciones públicas, y tenemos el Observatorio Uruguayo de Drogas. Todo esto, ¿en qué confluye? En que hay un rol de rectoría, eso es lo más importante que tenemos que hacer nosotros. Todas las cosas que hacemos son tributarias de la rectoría, y para mí eso es sustantivo.
¿A qué se refiere cuando dice que “Uruguay tiene algo para decir”'?
Uruguay tiene un diferencial muy importante en esto. En 1974 se aprobó el decreto-ley de estupefacientes en Uruguay, en plena dictadura, que reconocía el derecho de las personas a tener una cantidad mínima de drogas para uso personal. Ninguna dictadura del mundo hubiera hecho eso, sólo en Uruguay. En 1998 eso se modificó y en vez de decir “una cantidad mínima” dice “una cantidad razonable”. El expresidente Jorge Batlle, siendo presidente, dijo que para él había que legalizar todas las drogas; luego, todo lo que pasó en los gobiernos del Frente Amplio (FA), y ahora [el expresidente Luis Alberto] Lacalle Herrera. No es un problema de izquierda o derecha, es que entendimos una cosa distinta en este país.
Durante este gobierno se ha hablado de distintas iniciativas, como la venta de cannabis a turistas, quitar el registro de los autocultivadores, ingresar con cannabis legal a las cárceles, y todo eso da la impresión de que no termina de progresar.
Con el tema del registro, cuando yo lo planteé por primera vez, los primeros que me dijeron que no fueron los autocultivadores, que tenían una garantía con el registro. Dije “no voy a insistir con esto”, entonces saqué el tema de arriba de la mesa. Con el cannabis en cárceles está claro que me quedé solo. Con lo del turismo, al revés, ahí me parece que tenemos margen y estoy esperando a que pase la Rendición de Cuentas para presentar unas propuestas concretas de modificaciones para que podamos habilitarlo. Ahí hay problemas normativos y otros prácticos. Si habilito a que los extranjeros no residentes compren cannabis, tengo que tener puntos de venta; hoy no tengo puntos de venta en muchos lugares.
Guido Manini Ríos dijo que la SND “juega a competir con los narcotraficantes” cuando se habla de regular y mejorar el acceso o tener más puntos de venta. ¿Qué opinión le merece?
Respecto de las declaraciones, tanto del senador Manini Ríos como del resto de los legisladores de Cabildo Abierto (CA), me parece que está muy bien lo que están haciendo. Históricamente se ha dicho que la oposición tiene que controlar al oficialismo y no, el Parlamento tiene que controlar al Poder Ejecutivo y toda vez que ellos sean críticos con lo que nosotros estamos haciendo, están cumpliendo con su rol. No coincido con su punto de vista, pero igual lo escucho y presto atención y me ayudan a reflexionar sobre los temas. Con respecto al planteo de si estamos compitiendo o no con el narcotráfico, lo que yo creo es que a veces se dice “la ley no funcionó porque sigue habiendo narcotráfico”. Un enfoque de derechos quiere decir que yo tengo que conseguir que los ciudadanos que así lo deseen puedan tener acceso a cannabis sin necesidad de vincularse con una organización criminal, y eso hoy en Uruguay se puede. Conclusión, la ley funciona. ¿Eso quiere decir que tenemos que competir con el narco? Llamale como quieras, yo creo que hay que tener variedades de cannabis para que la gente no tenga la necesidad de vincularse con esa organización. ¿Por qué es nefasto el prohibicionismo, además de que cuando uno mira los resultados son horribles? Porque le regalamos el negocio más lucrativo en la historia de la humanidad al crimen organizado, y el crimen organizado, que tiene muchos recursos y ningún escrúpulo, se va a encargar de promoverlo. Son una fábrica de enfermedades relacionadas con la adicción porque no les importa que la gente se enferme.
“La humanidad convive con las drogas desde sus albores. Sólo hay un siglo de prohibicionismo y les salió muy mal el experimento. Este paradigma fracasó, entonces no digamos ‘legalizar’, hay que hablar de ‘desprohibir’”.
¿Quitarle ese terreno al narco no requiere también avanzar en la regulación de otras drogas?
Pensándolo teleológicamente, por supuesto, ese es el camino. Ahora no, porque hay que demostrar que lo hacemos bien con el cannabis, y solos no, tenemos que hacer estrategias regionales, y por eso es importante el debate en el mundo; tenemos que juntarnos con los canadienses y con quien sea que esté en esta línea para ir modificando conciencias porque hay que cambiar las convenciones internacionales en algún momento. A mí no me gusta hablar de legalizar porque el experimento es la prohibición, que es sólo de un siglo. La humanidad convive con las drogas desde sus albores. Sólo hay un siglo de prohibicionismo y les salió muy mal el experimento. Este paradigma fracasó, entonces no digamos “legalizar”, hay que hablar de “desprohibir”.
Hace poco Jair Bolsonaro hizo mención a un aumento de la violencia letal en Uruguay debido a la liberalización de la marihuana. ¿Cuál es tu reflexión con respecto a eso?
Justo Rivera es el departamento que tiene más cantidad de delitos vinculados al narcotráfico y de homicidios, y justo es el departamento que no tiene ninguna farmacia [que venda cannabis] y el que le queda más cerca a Bolsonaro. En realidad Rivera tiene todo eso porque nos baja del norte, no porque acá regulamos el cannabis. En Rivera no hay ninguna farmacia y sin embargo es donde hay más delitos vinculados al narco. Brasil nos queda cerca ahí, y en realidad ellos nos mandan eso. Ellos no regularon el mercado de cannabis, ¿y cómo les va en materia de crímenes? ¿Mucho mejor que a nosotros? Creo que no. Me decía el anterior ministro del interior, [Jorge] Larrañaga: “Daniel, el cannabis uruguayo se está vendiendo en San Pablo y los brasileños dicen que es de muy buena calidad y lo pagan cinco veces lo que se paga acá”. ¿Y cuánto se filtra para Brasil? No abastecés media cuadra de San Pablo con lo que se pudiera filtrar desde Uruguay. Si todos los días agarran cargamentos de toneladas que cruzan la frontera de Paraguay. Toneladas, no kilos. Con lo que se filtrara de Uruguay no abastecías ni dos casas de San Pablo. Imaginate lo que es San Pablo fumando marihuana, no alcanza toda la que produzcamos en Uruguay para abastecer nada. Pero, además de eso, ¿por qué la pagan cinco veces más cara? ¿Tienen paladar negro los brasileños? ¿Son exquisitos, sommeliers de la marihuana? No, es porque está prohibida, y la mejor manera de cuidarles el negocio a los narcos es prohibiéndola. No razonemos al revés.
Eso era parte del discurso de Larrañaga, que hay marihuana de clubes cannábicos llegando a Brasil.
Yo no descarto esa posibilidad, creo que hay una parte del mercado que no es el mercado regulado y que no es el narcotráfico tradicional, es lo que nosotros llamamos el mercado gris, cannabis que se produce regularmente y que se comercializa de manera irregular. Sospecho que puede estar pasando eso. Ahora, ¿cuánto? Nosotros hemos encontrado en Uruguay cultivos clandestinos de cannabis, no clubes, que tienen más plantas que varios clubes, ¿y les vamos a echar la culpa a los clubes porque alguno está filtrando alguna plantita? No hay que hacerlo y no hay que permitirlo, pero igual, ¿cuánto hacés con eso? No incide. ¡San Pablo! Deben de fumar algún porrito en San Pablo, ¿no?
La Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas en estudiantes de la educación media arrojó algunos datos vinculados al aumento en tranquilizantes y bebidas energizantes, y que la droga más usada es el alcohol. ¿Cómo recibieron estos números?
Uno de los datos era esperable: el del alcohol, desafortunadamente, porque en realidad los datos son desalentadores. El otro dato fue un hallazgo, que es lo del consumo de bebidas energizantes, porque además el gran aumento se produce en menores de 13 y 14 años. Y lo de los tranquilizantes, los psicofármacos, es un tema que preocupa, porque no sólo el dato es preocupante sino que además en algunos casos es porque se los proporcionan en la casa sin indicación médica. Datos alentadores de la encuesta son dos muy buenos que al mismo tiempo generan preocupaciones adicionales. El primero es que el principal factor de protección es el involucramiento familiar; todos los datos indican que aquellos hogares en donde los referentes socioafectivos se interesan, se preocupan por saber respecto de la vida de sus jóvenes, las posibilidades de un consumo problemático de drogas es muy inferior a los hogares donde los referentes socioafectivos tienen una actitud prescindente. El segundo dato muy importante es que el uso de cannabis no aumentó en los últimos seis años; ahora, cuando uno contrapone eso con la población general, no es congruente porque en la población general sí aumenta. Sí es congruente con que el gran aumento se produce en personas por encima de los 26 años, y cuando mirás las edades menores el aumento permanece pero no tanto, pero si lo llevamos a los estudiantes, ni siquiera aumenta. ¿Esto qué quiere decir? Que el segundo factor de protección es ir a un centro de estudios. Estoy seguro de que si hacemos esa misma encuesta en jóvenes de la misma edad que no van a estudiar no nos va a dar esos mismos resultados. Entonces, ¿por qué eso genera una preocupación adicional? Porque Uruguay expulsa a sus jóvenes del sistema educativo, porque dos de cada tres muchachos no terminan secundaria, y no de ahora, desde hace rato, cuando nosotros sabemos que ese es uno de los factores de protección.
La primera cosa es asumir que esta cuestión es multicausal y por lo tanto no es tributaria de una respuesta simple o con un abordaje reduccionista. Si logramos que los jóvenes permanezcan en los centros educativos vamos a estar brindándoles un control protector adicional. Y eso no lo podemos hacer desde la Secretaría de Drogas, notoriamente. Pero sí tenemos trabajo interinstitucional. ¿Prevenir es hacer campañas? No, prevenir es mucho más que hacer campañas. Lo que tenés que hacer, más que prevención, es promoción de trayectorias de vida resilientes, esto es, tener muchachos que se paren con los dos pies sobre la tierra y que digan “no” cuando quieran decir “no” y que sepan por qué dicen que no o por qué dicen que sí. Las disfunciones familiares, la exclusión social y los usos problemáticos de drogas se retroalimentan y se recorren por avenidas que se transitan en ambos sentidos. A ninguna persona que esté tirada abajo de un árbol de noche durmiendo le vamos a curar ningún consumo problemático de ninguna sustancia. Trabajemos para fortalecer el cinturón de protección social, consigamos que los tipos se inserten, tengan laburo, todas esas cosas.
¿Qué opina respecto de las campañas que le reclaman desde CA?
He sido medio crítico de las campañas. Hay de los mejores publicistas del mundo, diseñadas con una inteligencia espectacular, divinas, hasta una que protagoniza el propio [Diego] Maradona de joven en Cataluña; no le dio mucho resultado, ni a él. Pero vos vas a medir luego los resultados en esos países, ¿bajó mucho el consumo de drogas? El deber de un buen administrador es poner los recursos donde funcionan, no hacer campañas para llenar el ojo. Además no es barato hacerlas, y yo entiendo que esa es una plata que no rinde en términos de resultados. Si yo vendiera jabón y fuera mi plata, con esos resultados no hago la campaña. Si yo vendo prevención de drogas y no prevengo, ¿la hago igual porque igual son dineros públicos? Lo que pasa es que cuando todo el mundo te está diciendo lo otro, no puede ser que vos seas el dueño de la verdad. Tengo que parar la oreja y decir “capaz que estoy equivocado”. Y para mí la premisa que tenés que tener cuando pensás es estar dispuesto a cambiar de posición.
¿Pero todo el mundo le dice eso o se lo dice CA?
No, toda la gente dice que hay que hacer campañas. Vamos a hacer campañas primero porque hay un mandato legal, la ley prevé que hay que hacer campañas. Nosotros hoy hacemos en redes, que es para lo que tenemos recursos. Capaz tienen que tener un acento un poco más docente dirigido a los entornos familiares, que vimos que era el factor de protección importante.