Para el observador casual, no hay nada especial este martes al mediodía en la policlínica Zully Sánchez, en el barrio Peñarol. Si afina un poco la vista, quizá notará que mucha gente, al menos una de cada tres personas que salen por la puerta doble, lo hace con dos bidones de agua.
Es que la situación generada tras el anuncio –y posterior concreción– del aumento de los niveles de salinidad en el agua de OSE a raíz de la sequía está compuesta por distintas particularidades mientras la vida sigue. Particularidades que de todas formas se hacen cada vez más notorias mientras las medidas se extienden en el tiempo.
Ana María, por ejemplo, sentada junto a su nieto en las sillas de plástico al lado de la entrada, es una paciente más. Se atiende usualmente en la policlínica municipal porque tiene “alta presión” y toma “mucha medicación”, pero este martes le tocó ir a buscar dos bidones de agua que ahora descansan junto a sus pies.
La Intendencia de Montevideo (IM) repartió bidones en las 23 policlínicas que están bajo su órbita para ser retirados por aquellas personas “más vulnerables ante esta crisis”, según anunció la comuna. El martes se terminaron rápidamente, comentó un trabajador a la diaria, y el miércoles todo parece ir por el mismo camino.
Dentro de la policlínica, la situación es parecida. En la sala de espera –un rectángulo no muy grande con algunas sillas y, contra un extremo, la recepción– hay pacientes que aguardan ser atendidos y otros que vinieron a buscar sus bidones. El mecanismo es sencillo: la persona se atiende en la policlínica, le escriben una receta y luego pasa por la caja para que le den un bidón. En el baño, el agua es salada.
Fue en esta policlínica donde la IM halló los niveles de sodio más altos hace una semana: 492 miligramos por litro de agua (mg/l), por encima de los 440 mg/l habilitados de forma excepcional por el Poder Ejecutivo. Según los últimos datos de la comuna, sin embargo, la situación mejoró y el lunes se encontraba en los 362 mg/l.
Con el bidón en una mano y los papeles en otra, María del Carmen sale preocupada de la policlínica. La presión subió mucho, a 14/8. “Hace días que estaba en 11/7; hoy tengo 14/8. No he tomado agua de la canilla, dejé el mate, tomo café con leche y uso agua pero para hervir”, cuenta indignada. Por temas de peso, se lleva un solo bidón, pero mañana vendrá a buscar otro. Mientras baja por el camino que lleva de vuelta a la calle, murmura que come “sin sal” y “todo hervido” pero que de igual forma la presión se le disparó. “¿Por qué no dan pastillas potabilizadoras? ¿No sería más barato?”, se pregunta.
Todas las personas consultadas por la diaria coincidieron en el uso de la palabra “horrible” para describir el agua que sale de sus canillas. Como Mónica, que con ayuda de su hijo Matías carga los bidones en un auto estacionado sobre la avenida Aparicio Saravia, calentado al sol inusitado de los últimos días.
Además de estar embarazada, es hipertensa, y la médica que la atiende en el Centro Hospitalario Pereira Rossell le dijo que “venga a una policlínica municipal para que me receten los bidones”; hoy en día no puede “tomar mate” porque eso implica “usar mucha agua de bidón”. Entonces fue a la policlínica, le tomaron la presión, y se llevó los bidones. Para Mónica, antes que este tipo de agua, es “preferible tener cortes programados, que vos tenés tiempo de juntarla”.
Los abuelos de Cecilia son “diabéticos e hipertensos”, por eso pasó por la policlínica. De todas formas, tendrá que volver a buscar los suyos porque tiene una insuficiencia renal, y “es un disparate lo que consumo de agua en el día, date cuenta que un bidón se gasta en dos días o menos”. Los primeros días, se “animó” a probar el agua, pero “sale mal, con espuma”.
Los últimos dos bidones que quedaban en la policlínica se los llevó Yanet. La receta es para su hija, que es diabética y se atiende en ese mismo centro “hace años”, porque son de la zona. La semana que viene, todos vendrán a buscar más.
“Estamos midiendo todo el tiempo cómo va evolucionando”
En el día y medio que llevaban las policlínicas con el reparto cuando la diaria se contactó con la directora de Salud de la IM, Virginia Cardozo, se habían entregado 1.200 bidones de los 4.000 que estaban disponibles para el comienzo. La jerarca adelantó que piensan comprar 2.000 más de cara al final de la semana.
La comuna espera que esta sea la única semana en que las policlínicas almacenen los bidones, mientras se realiza una gestión “para que los datos pasen directo a Cambadu y [los pacientes] vayan directo a los almacenes” a través de un mecanismo informático que se cargue con los datos de la persona en la policlínica y pase a los locales comerciales.
“Estamos midiendo todo el tiempo como va evolucionando [la entrega de bidones] para ir a apoyar a cualquier policlínica que lo necesite”, aunque es algo que “prácticamente” no ha pasado por el momento, explicó la jerarca. En caso de necesitar una reposición, un equipo del Centro Coordinador de Emergencias Departamentales lleva más bidones.
La mayoría de las recetas, explicó Cardozo, “son por motivos de presión arterial” aunque también ha elaborado una lista con aquellos “menores de seis meses que toman complementos” para comenzar a contactar a sus padres.