Por segunda vez desde que surgió el programa Familias Fuertes, llegaron a Uruguay integrantes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para capacitar tanto en la teoría como en la práctica a nuevos facilitadores que luego serán parte del programa en su implementación en diferentes departamentos del país.
Hasta ahora, la propuesta que busca fortalecer la comunicación interna de las familias con estrategias que intentan evitan situaciones de riesgo adolescente llegó a cinco departamentos: Canelones, donde se realizó el plan piloto, Cerro Largo, Treinta y Tres, Florida y Durazno, y en los próximos años pretende expandirse en nuevos territorios: Montevideo, Salto, Artigas, Rivera, Tacuarembó, Paysandú, Maldonado y Rocha.
Pueden acceder a la formación quienes pertenecen a las instituciones que firmaron el convenio para implementar el programa en Uruguay: funcionarios del Ministerio de Salud Pública (MSP), de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), y del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU). De todas maneras, cada vez que los formadores de la OPS llegan al país, el programa envía invitaciones a todas las intendencias departamentales, y, en caso de que deseen participar, se les asignan cupos.
Ser facilitadores
El martes comenzó la segunda instancia de capacitación en Uruguay y la sede en esta oportunidad es el Centro de Estudios y Formación (Cenfores) del INAU. Mientras que la primera vez que la organización internacional llegó a Uruguay para facilitar herramientas sobre el “programa base” se anotaron 40 funcionarios, esta vez se inscribieron 60 personas de diferentes departamentos en los que arribará Familias Fuertes.
En el primer encuentro de formación, en el que participó la diaria, el grupo se dividió en dos. En principio, luego de que los formadores de OPS expusieran a los 60 participantes el fundamento teórico de Familias Fuertes, algunos datos y el impacto que la propuesta generó en otros países en los que ya se implementó, entre ellos, Perú y Colombia, hubo una actividad práctica.
Se generó una instancia que requirió que uno de los grupos de participantes simulara ser los adultos o responsables de los adolescentes de las familias, mientras que el otro grupo representó a los hijos adolescentes de esas familias. En tanto, los integrantes de OPS tomaron el rol de facilitadores y comenzaron a intercambiar de la misma forma en la que luego los participantes deberán tomar el rol de facilitadores al interactuar con las familias.
Desde OPS puntualizaron aspectos de las circunstancias y de cada entorno en los que se debe hacer foco. A su vez, exhortaron a que los planteos que las familias aporten en los intercambios se deben complementar con el marco teórico y los materiales que están indicados para cada encuentro.
El programa consta de siete sesiones, cada departamento debe contar con seis facilitadores, dos por grupo y dos de apoyo, y los formadores aconsejan que para que la familia “egrese” debe haber participado por lo menos en cinco instancias ininterrumpidas.
El martes se simuló la primera sesión del programa, que se titula “Amor y límites”. Por una parte, quienes simularon ser adolescentes elaboraron carteles en los que expresaron sus metas y aspiraciones. En simultáneo, como se aconseja que sean todas las instancias para que tanto el grupo de padres como el de adolescentes terminen a la misma vez, quienes tomaron el rol de padres o adultos responsables trabajaron con un audiovisual e interrogantes.
“¿Qué espera de sus hijos?”, “¿Qué cualidades quieres que tengan?” y “¿A qué le gustaría que se dediquen cuando sean adultos?” fueron algunas de las preguntas que abrieron la reflexión. Luego se presentaron eventuales situaciones que expusieron la importancia de comprender que el diálogo acompañado de límites, estar presentes y “negociar” son parte de que el adolescente entienda que tiene un sustento en su hogar. Finalmente, la actividad culminó juntando a las dos partes e interactuando sobre la consigna.
Algunas de las recomendaciones de Gonzalo Sosa, uno de los dos representantes de OPS que guio el grupo de los facilitadores que oficiaron de adultos, fueron que se escuche a las familias participantes, se comprenda su contexto y a la vez se las guíe hacia otras posibilidades que, aunque al principio “les parezcan lejanas”, la evidencia y experiencia de la aplicación de este método demuestra que con el paso de los encuentros las creencias bases “se flexibilizan” y las dos partes se encuentran en un punto en común.
Adaptación uruguaya
Si bien Familias Fuertes comenzó a implementarse en Uruguay en 2020, al inicio hubo algunas polémicas al respecto, sobre todo vinculadas a los contenidos. Por ejemplo, en noviembre de 2020 el Ministerio de Defensa Nacional, una de las instituciones que también iban a participar del convenio, se retiró y no lo firmó. En aquel momento, el ministro Javier García decidió retirarse del convenio tras advertir que la iniciativa tenía una “vinculación religiosa” en algunos de los países donde se implementó previamente.
El martes, en diálogo con la diaria, Lorena Quintana, la coordinadora del Área Programática de Salud de Adolescencia y Juventud del MSP e impulsora de Familias Fuertes en Uruguay, aseguró que una vez que se recibió el programa estandarizado, se formó “una mesa de trabajo interdisciplinaria” conformada por distintas cátedras de la Universidad de la República y la Universidad Católica a través de la cual especialistas en medicina familiar, psicología y pediatría, entre otras, hicieron sugerencias al programa original para adaptarlo a una versión uruguaya. Luego de que se tomaron estas sugerencias y otras modificaciones que surgieron de la implementación piloto en Canelones, el programa finalmente se editó.
“En esa modificación se quitaron menciones con vínculos con la religión católica” y “algunas palabras que en Uruguay no se usan”, acotó. De todas maneras y aunque “el programa está abierto” a todas las instituciones que quieran participar y aportar, según Quintana, una vez editado el programa, no se volvió a convocar al ministerio.
En cuanto al contenido del programa, explicó que “cada detalle”, desde las actividades que se utilizan en las sesiones hasta “los lemas” con los que se finaliza cada encuentro, “tiene un sustento teórico” basado en estudios que explican el cambio comportamental.
La propuesta, que originalmente fue elaborada por la Universidad de Iowa y luego adoptada por la OPS, “demuestra que generar una charla en las familias no genera cambios de comportamiento” y tampoco mueve “determinadas creencias”, tal vez sensibiliza, pero no genera cambios a largo plazo y por eso el programa consta de siete encuentros y dos facilitadores por grupo que guían la experiencia.
Sobre la evaluación del impacto de Familias Fuertes en Uruguay contó que ya se hizo un encuentro de seguimiento con quienes ya egresaron y “se comprobó que las herramientas que OPS transfiere se siguen aplicando”. La próxima evaluación del programa en todos los departamentos en que se aplicó y se aplicará en principio será presentada a fines de 2024.
De todas maneras, la Junta Nacional de Drogas se unió al proyecto y también realizará seguimiento a las familias partícipes, con un seguimiento vinculado al consumo de sustancias. El observatorio “está haciendo la evaluación de impacto del programa”, porque los estudios “de Chile y Colombia, que hasta ahora son los mejores”, muestran un impacto, según Quintana. Por ello, las familias llenan un formulario y luego se les hace un seguimiento, para evaluar la intervención del impacto.
En cuanto a la financiación de la propuesta comentó que por ahora “no tiene presupuesto asignado” y que los funcionarios que ofician de facilitadores lo hacen en parte de las horas que tienen asignadas en cada institución; los gastos de encuentros, por ejemplo, las cajas de materiales y los almuerzos o meriendas de las instancias son colaborativas y gestionadas por las instituciones que participan en el convenio. “La idea es solicitar una partida presupuestal específica” cuando “se evalúe el impacto en las familias uruguayas”, concluyó Quintana.