La pandemia tiene efectos en la salud de las personas que van mucho más allá de la covid-19, tal como queda demostrado en el último informe del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) sobre el Impacto secuelar en la salud de la epidemia por SARS-CoV-2 en Uruguay. En uno de los apartados los investigadores profundizan en las consecuencias no relacionadas con la enfermedad en pediatría y resaltan que el encierro tuvo numerosas consecuencias tanto en la salud física de los niños y adolescentes como en su psiquis.

Uno de los impactos más preocupantes es la baja participación en el plan de vacunación. Según señalan los expertos, la Organización Mundial de la Salud y Unicef han advertido sobre la caída de las coberturas de las vacunas del esquema de inmunizaciones, debido, entre otras cosas, a las medidas tendientes a disminuir la movilidad de la población, y “Uruguay no escapa a esa realidad”.

Según destacan “no se han comunicado las coberturas para 2020”, pero “el número de dosis de vacunas regulares administradas fue menor que años anteriores”. Para los especialistas esto “constituye una amenaza, en especial en la salud de los lactantes”, ya que una menor cobertura en la vacunación puede implicar que resurjan enfermedades infecciones invasivas, incluso remarcan el posible “riesgo de reintroducción del sarampión, dada la situación en la región”.

También a nivel físico, subrayan que la pandemia trajo consigo “la mayor ingesta y menor gasto energético por la limitación en la actividad física”, algo que “incrementa el sobrepeso y la obesidad, que afectan a cuatro de cada diez escolares de nuestro país”. Asimismo, comentan que “la interrupción de controles pediátricos, de subespecialidades y de procedimientos quirúrgicos no urgentes también han afectado a la población pediátrica”.

La salud mental

Otra de las consecuencias del encierro para niños y jóvenes es “la excesiva exposición a las pantallas”, algo que se asocia con “mayor riesgo de obesidad, trastorno atencional, trastorno del sueño, trastornos oftalmológicos, menor desarrollo de la comunicación verbal-social en primera infancia y con depresión y aislamiento social en adolescentes”. En el informe comentan que según trabajos españoles e italianos, los tiempos diarios de exposición mayores de 90 minutos aumentaron de 15% a 73% en esta población.

“Según encuestas, ocho de cada diez niños presentan alteraciones en su salud mental, predominando inatención, aburrimiento, irritabilidad, violencia familiar y ansiedad”, subrayan los científicos del GACH, y agregan que “se observaron mayores conductas externalizantes en preescolares e internalizantes en adolescentes”.

En el informe se retoman los datos del análisis de cohortes de educación inicial previo y durante la pandemia, que realizaron investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar) en convenio con la Administración Nacional de Educación Pública. Según se evidenció en el inventario de desarrollo infantil, hubo “cambios desfavorables en desarrollo cognitivo (motor, aprendizaje y conductas internalizantes)” de los estudiantes más pequeños.

Una de las consecuencias directas de la suspensión de la atención en la salud es el atraso en el inicio del proceso diagnóstico y, como “consecuencia, “de una intervención terapéutica oportuna” relacionada con estos temas. Subrayan que “en los primeros años de vida la plasticidad cerebral determina que la intervención temprana es clave para prevenir que se consoliden sobre una base patológica alteraciones y trastornos del neurodesarrollo”.

Asimismo, además de no poder diagnosticar y empezar el trabajo con los niños, hay que sumarle otra dificultad: se interrumpieron los procesos terapéuticos de rehabilitación, un espacio en que “la presencialidad, especialmente en los primeros años de vida, es insustituible”, comentan.

Mayor exposición a situaciones de violencia

“El confinamiento prolongado también incrementa el riesgo de violencia de género, maltrato y abuso sexual en la infancia”, afirman los investigadores. Agregan que esto se puede deber a que los adultos en los hogares manejan un alto grado de incertidumbre y estrés, también provocado por el encierro que implica “el teletrabajo, la inseguridad laboral, el desempleo y la disminución o pérdida de ingresos”, sumado a las tareas de cuidado durante todo el día.

“El agravamiento de los problemas de salud mental de los adultos incrementan la posibilidad de violencia doméstica y exponen a niños y adolescentes a un mayor riesgo de sufrir distintas formas de maltrato. Someter a los niños vulnerables exclusivamente al contacto familiar durante un período prolongado establece las condiciones perfectas para una falla de protección”, destacan.

Para los investigadores, las familias en confinamiento tienen “una gran presión interna que requiere de mecanismos de afrontamiento potentes para regular emociones y controlar comportamientos, para adaptarse a las nuevas situaciones”. En particular señalan que el impacto del encierro es peor en las familias “disfuncionales o en situación de vulnerabilidad” o aquellas con “niños en situación de discapacidad, trauma o con problemas de salud mental”.

Por otra parte, remarcan que hay estudios en Uruguay que señalan que “el maltrato infantil está dentro de los problemas de salud más prevalentes en la infancia” y anticipan que “esta situación pueda agravarse en el contexto de la crisis actual”.

Citan un estudio realizado por Unicef y el Espacio Interdisciplinario de la Udelar sobre los conocimientos, actitudes y comportamientos de las familias uruguayas en relación con la covid-19, y comentan que allí “se evidencia una marcada prevalencia de sentimientos y estados de ánimo negativos, tales como preocupación, miedo y ansiedad”. En ese estudio también se señala que más de 90% de las familias sufrieron cambios en la dinámica cotidiana, entre ellos, 18% refiere “aumento de castigo físico hacia sus hijos” y 26%, “aumento de frecuencia de gritos”.

Entre otras de las evidencias que resaltan en el informe, destacan “con alarma” que “la frecuencia de consulta por sospecha de abuso sexual fue el único motivo que se incrementó, si lo comparamos con el mismo período del año anterior”, en el Centro Hospitalario Pereira Rossell.

Menos infecciones respiratorias

Como contrapartida a los efectos negativos del encierro, los científicos del GACH marcan que tanto en Uruguay como en el resto del mundo hubo menos infecciones, sobre todo respiratorias, que están asociadas a que se mejoraron las medidas de higiene y que durante buena parte del año estuvieron cerrados los centros educativos, un lugar frecuente de contagio.

Según datos del Ministerio de Salud Pública (MSP) sobre vigilancia de las infecciones respiratorias agudas graves, en el período transcurrido desde marzo de 2020 hasta marzo de 2021, “la proporción de ingresos a UCI en menores de un año fue de 23,5, significativamente menor a la comunicada para el periodo marzo 2019 a marzo 2020 que fue de 49,7”.

En el Pereira Rossell se reportó un descenso de 73% en las consultas de emergencia y se constató “una franca disminución de ingresos por infección respiratoria aguda baja, así como un aumento relativo de consultas por traumatismos banales, lesiones corporales y dolor abdominal. Globalmente, los ingresos hospitalarios descendieron un 56% y a cuidados intensivos se redujeron en un 62%”.

Asimismo, comentan que según trabajos internacionales, quedó demostrado que los niños que tienen una buena contención familiar y social han disminuido los “síntomas psicosomáticos vinculados al estrés escolar, con descenso de cefaleas tensionales y migrañosas, así como dolor abdominal recurrente, entre otras afecciones”.

La covid-19 en niños y adolescentes uruguayos

Desde el inicio de la pandemia hasta el 27 de abril hubo 22.718 casos de coronavirus en menores de 15 años; de ellos 779 corresponden a menores de un año, 8.806 a niños entre uno y siete años y 13.133 a niños de ocho años o más. 127 menores fueron internados, 24 de ellos ingresaron por otra causa y al momento de la internación se les detectó la enfermedad. De los 10 menores que ingresaron a cuidados intensivos uno falleció, aunque en el informe se aclara que tenía una patología genética asociada, la cual probablemente fue la causa del fallecimiento. Estos datos, según el GACH, “son algo inferiores a los reportados internacionalmente”.