Con la pandemia de covid-19 la salud mental deja finalmente de estar en el submundo de las clínicas y los hospitales para entrar “de manera contundente en el cuerpo, en el alma; en las preocupaciones de todas las personas”, asegura en diálogo con la diaria la psicóloga brasileña Margareth Arilha, doctora en Salud Pública e investigadora del Centro Brasilero de Análisis y Planeamiento.

En esta nueva realidad “aquello que era considerado problemático deja de ser personal, de unos y otros, para convertirse en una epidemia global”, explica Arilha, quien participará este jueves en la actividad “Salud mental de las mujeres y la pandemia covid 19: impactos y desafíos”, organizada por la Academia Nacional de Medicina de Uruguay. La angustia, dice, “se populariza, en el sentido de que pasa de ser una realidad discursiva para instalarse en el lenguaje de manera global”.

La psicóloga subraya que las mujeres “han sufrido de manera increíblemente negativa” el impacto de la pandemia, pero advierte que menos de 50% de los países ha trabajado y analizado esta situación teniendo en cuenta la variable de género. “Para pensar las cuestiones asociadas a las mujeres en relación a su condición psíquica es necesario revalorar su posición en las sociedades contemporáneas”, opina, y enfatiza que “desde siempre” todo lo que está asociado a estas “se comprende desde un lugar de sumisión”. Con la situación de la pandemia “no ha sido distinto”, sostiene.

A pesar de todos los cambios que se han observado en términos de políticas públicas y perspectivas de género, “la pandemia las obligó a trabajar exageradamente en sus casas para cuidar de sí mismas y de su entorno, y han sido súper exigidas en este rol”, advierte.

A esto debe sumarse que la covid-19 ha dejado a muchas mujeres sin empleo. Por ejemplo, a aquellas que trabajaban en servicios estéticos o que tenían trabajos domésticos que exigían un contacto directo con otras personas y, por lo tanto, no podían realizarse a distancia. Todo esto, en una realidad en la que muchas veces deben “lidiar con pérdidas familiares” y asumir la responsabilidad de ser el sustento económico de un hogar, agrega.

“En Latinoamérica, la región del planeta que tiene mayor nivel de desigualdades, está claro que las mujeres ven mayores dificultades en relación a la temática porque tienen que enfrentar el machismo y el racismo estructural, además de desigualdades que son enmarcadas por la pobreza y que crecen por las falencias de los estados en dar respuestas compatibles con las problemáticas que se enfrentan en la región”, advierte.

Además, recalca que se deben observar las demandas y las necesidades de las mujeres considerando su edad. “De verdad hay un conjunto muy significativo de adolescentes y mujeres jóvenes para quienes el mundo ha perdido un poco el sabor y el color. He escuchado, por ejemplo, expresiones en las que las mujeres dicen: ‘Estoy haciendo el luto por mis sueños’”, cuenta.

Se observa, dice, una dificultad de “las mujeres para poder mirarse y proyectar futuros en los que tienen que ser responsables de ellas mismas y también de los hijos que por ventura tendrían que tener, en su condición asociada a la maternidad”.

Según Arilha, también es preocupante que todas las mujeres “han sido perjudicadas en el acceso a los servicios de salud” y, particularmente, “en el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva”. La psicóloga recalca que esto puede generar ansiedad, angustia y tristeza, hasta llegar a la depresión.

Por otro lado, la experta manifiesta que las investigaciones han mostrado que hay una serie de estructuras sintomáticas que pasan a circular “más o menos de manera similar en las comunidades”. “Las crisis de pánico y una serie de otras respuestas significativas y expresivas de los disturbios emocionales empiezan a circular y manifestarse de forma sintomática”, detalla. Esto ha sido visible, en una primera instancia, en los profesionales de la salud, pero más específicamente en las enfermeras. “Hoy ya se sabe que manifiestan, incluso, un porcentaje mucho mayor de suicidios” que otros colectivos y que estos casos se “han incrementado con la situación de estrés de la pandemia”, asegura.

Por último, subraya la importancia de que “el Estado tenga la posibilidad de ofrecer servicios de salud que puedan dar respuestas a las mujeres o, por lo menos, darles un espacio de escucha para sus sufrimientos, [además de] los que ya estaban definidos desde antes de la pandemia y los que ahora se configuran como una serie de marcas que se han quedado en su vida con las pérdidas y los lutos”. Para que estos no se transformen “en lutos patológicos es necesario darles la posibilidad de ser escuchadas”, concluye.