Integrantes del colectivo de personas en situación de calle Ni Todo Está Perdido (Nitep) y representantes de varias organizaciones civiles e instituciones públicas se reunieron en el Sindicato Médico del Uruguay (SMU) para dialogar y reflexionar en conjunto sobre varios temas vinculados a la salud: salud mental, salud comunitaria, consumo problemático de sustancias y alimentación de las personas en situación de calle.

La propuesta en principio consistió en la formación de cuatro grupos, que trabajaron con base en una pregunta vinculada a un tema. Los integrantes de cada uno de ellos tiraban un dado y, a partir de la palabra que quedaba en la cara de arriba, expresaban sus experiencias vinculadas a esa sensación y a la temática que les había tocado; salud mental y soledad fue una de las tantas combinaciones. Se podía decir, dibujar o también escribir lo que cada uno sintiera.

¿Cómo nos divide la salud mental?, ¿cómo tejemos nuestras redes con el consumo?, ¿cómo construimos la salud comunitaria y colectiva?, ¿qué significa tener una alimentación digna? fueron las preguntas sobre las que debatió cada grupo.

Respuestas y más preguntas

La puesta en común de los intercambios grupales dejó en evidencia que en la búsqueda de las respuestas a la consigna que le tocó a cada círculo surgieron muchas preguntas nuevas, que también fueron compartidas.

El grupo que trabajó sobre salud mental colectivizó una sensación de estigma. “Muchas veces nos definimos con base en un solo concepto de salud mental”, expresó un participante. Por otra parte, manifestaron que vinculado a la salud mental siempre se sienten miedos. “Miedos mentales a todo lo que nos tranca y nos hace invisibles e inefectivos”, agregó otra persona. Valoraron haber podido sanar muchas cosas, por ejemplo, a través de actividades que practican desde niños.

“Nos sentimos mal cuando alguien habla de organizar un asado y tenemos que decir ‘yo no puedo porque no tengo plata’”, señaló alguien, y todos coincidieron en que lo económico se vincula con la salud, de infinitas maneras.

Por último, valoraron poder dar apoyo “en vez de ser siempre apoyado”, y cuestionaron el concepto de “normalidad”. “¿Qué es ser normal?”, se preguntaron.

El grupo que habló sobre tejer redes ante el consumo dijo sentir que la gente, desde el punto de vista social, trabaja contra el consumo problemático de sustancias, pero lamentaron la “ausencia del Estado”. Una de las integrantes del grupo expresó que lo que más lamenta son “los gurises con problemas de drogas que están en situación de calle”.

El no poder o no saber cómo ayudar, junto al estigma social al que están sujetas las personas con consumos problemáticos, representaron las manifestaciones de preocupación más colectivas. El grupo remarcó la necesidad de que las personas sean sanadas, aunque observaron que “cada vez son más excluidas”. Algunos manifestaron que “solo nadie sana” y otros contrapusieron la idea en que “sin que uno quiera, nadie puede ayudar”.

Por último, pidieron que se trate con respeto a quienes son consumidores, sobre todo a quienes, además, se encuentran en situación de calle, porque, en definitiva, todos somos consumidores. “Consumimos drogas, mate, café o alcohol, pero todos consumimos algo”, afirmaron.

La interrogante sobre salud colectiva generó la respuesta de que nunca se está solo y la necesidad de que se construya equidad, justicia social e igualdad vinculada a la atención de salud, pero “más allá de lo asistencial y más allá de la enfermedad”, concepto desde el cual el grupo también invitó a pensar la salud.

Como aportes a la “buena salud”, propusieron hacer más de lo que les hace bien, pensar la comunidad como un cuerpo colectivo y pensar responsabilidades. “Están sonando muchas alarmas”, dijo alguien.

Para concluir, la pregunta sobre alimentación generó debates entre lo que es rico o un “privilegio” como cuestión social o personal. También surgieron conceptos en común, tales como la alimentación en tanto derecho indispensable para el desarrollo del cuerpo. Otro de los planteos fue que no se debe instalar el comer como “lo mínimo”, sino que todos deberían poder asegurarse acceder, por lo menos, a una alimentación que tenga los nutrientes necesarios. Algunos manifestaron el deseo de querer elegir cómo, cuándo y qué comer.

Todos se preguntaron por qué en muchas ocasiones en los servicios de contingencia del Estado -por ejemplo, los refugios- los técnicos no comen lo mismo que se les entrega a las personas en situación de calle. “Muchas veces pensé en preguntarles: ‘¿Por qué no comés lo que me das?’”, dijo un integrante de Nitep.

La actividad fue “muy bienvenida en un mes en el que intensificamos el diálogo sobre trabajo, vivienda y alimentación”, expresó en diálogo con _la diaria _ Susana Fernández, integrante de Nitep, una vez finalizada la actividad. Comentó que este tipo de encuentros se enmarcan “en un proceso que involucra la salud”, ya que muchas veces es difícil que las personas en situación de calle puedan, por ejemplo, mantenerse en un trabajo “por problemas de adicción”.

Según Fernández, se debe trabajar “en paralelo” en el trabajo, la vivienda y la salud, porque es parte de “tener una base saludable”, ya que “nadie puede pretender ser saludable si estás muriendo en la calle”.

Consideró que la salud es algo que a veces “queda para atrás” y que no se le da importancia, pero no debería ser así porque “es uno de los derechos de las personas”. Por último, agregó que, relacionado a la temática, el colectivo está trabajando sobre el problema de las mujeres que viven en situación de calle, que es “estructural”.