El proceso de desindustrialización del país repercutió en la forma en que se organizaron los grandes capitales en la industria; el modo en que se readaptaron las empresas ante un contexto de incertidumbre, la subsistencia de algunos grupos económicos a lo largo de este período histórico, la extranjerizacion de la propiedad de la industria fueron algunos de los principales focos analizados en la tesis de maestría en Historia Económica del docente e investigador de la Universidad de la República, Juan Geymonat.
En Industrias e industriales en un contexto de desindustrialización (1980-2015), el investigador analiza cómo el peso relativo de la industria empieza a caer durante la restauración democrática. A partir de la década de los 90, Geymonat observa que las medidas de “signo aperturista y liberalizadoras” se acentúan y, como contrapartida, la industria comienza a perder participación en el Producto Interno Bruto, mostrando un “claro proceso de desindustrialización”. Mientras que los sectores más vinculados a la fase primaria pudieron subsistir, los más centrados en “procesos intensivos en mano de obra” perdieron peso.
Es así que se observa que durante las tres décadas analizadas la industria continúa un proceso de primarización, desarrollando las ramas vinculadas a la fase primaria: se marca un incremento de la participación de “industrias alimenticias, de bebida y tabaco, madera y papelera” y una caída fuerte en textiles, cuero y vestimenta”.
Durante 1998 y 2015, el escenario industrial se reconfiguró y experimentó “un crecimiento del producto industrial que lo distancia de su situación anterior de estancamiento. No obstante, las tasas de crecimiento anuales de las manufacturas no lograron superar al crecimiento general de la economía”.
A partir de 2005, la inversión extranjera directa creció y eso alteró “significativamente” la forma en que estaba estructurada la propiedad de la economía uruguaya, “caracterizada hasta el momento por la primacía de un puñado de grandes grupos económicos sustentados en lazos familiares”.
Los nuevos y viejos jugadores
La investigación muestra los distintos caminos que han tomado las empresas en este rubro ante la pérdida de peso del sector. Mientras algunas pasaron por procesos de “actualización productiva”, a partir de la incorporación de nuevas tecnologías y una reconfiguración de su orientación de negocios como exportadoras, otras pasaron de ser productoras a importadoras, y otras decidieron articular sus negocios a través de grupos económicos.
Con el fin de poder hacer un análisis comparativo, el investigador estudió las 120 empresas industriales más grandes en 2010, y las 120 empresas más grandes en 1987. Una primera constatación es que 71 empresas han salido del ranking desde 1987, y otras 71 han ingresado en 2010.
Varios fueron los destinos de las empresas que ya no están ranking. 36% salió porque cerró; la mayoría pertenece al rubro textil, alimenticio y metal-mecánicas. 26,1% de las empresas que salieron del ranking continúa operando, muchas de ellas, explica Geymonat, son empresas recuperadas o cooperativas “formadas sobre antiguos gigantes”, como FUNSACOOP (ex FUNSA), CooperatiBao- La Minga (ex compañía BAO) o CTC Olmos (ex Metzen y Sena). 25% de las empresas, por su parte, pasaron a participar en otras actividades económicas no industriales. Un porcentaje menor, 9,7%, atravesó procesos de fusión con otras empresas.
Los nuevos actores que ingresaron al sector industrial se dedican principalmente al rubro alimentación, química y plástico, producción a partir de madera (entre las que se encuentra UPM) y químico farmacéutico (con empresas como Roemmers, Urufarma, entre otras). También se incorporaron al ranking de empresas más grandes las industrias químicas que producen artículos de limpieza y tocador (Electroquímica), fertilizantes (Pedro Macció y Cia), y pinturas (SIKA).
En el estudio se da cuenta de que 71% de las empresas que eran grandes industrias en 1987 continúa existiendo en 2010, “lo que sugiere que, a fines de los 80, en pleno proceso de desindustrialización del país, la mayoría de las grandes empresas industriales se veía en posiciones ventajosas para desarrollar estrategias de adaptación y supervivencia”, según explica Geymonat en la tesis.
La extranjerización de la industria
Uno de los cambios más significativos en el mundo de la industria es el aumento del peso de capital extranjero. Según se muestra en la investigación, en 1987 las empresas de propiedad extranjera o que tenían capitales extranjeros realizaban 23,4% de las ventas de las 120 mayores empresas industriales. Sin embargo, al observar estas grandes empresas de 2010 y analizando su propiedad hasta 2015, se puede ver que las empresas extranjeras pasaron a representar 50% de las ventas.
“Asumiendo el nivel de concentración de la industria, y haciendo el supuesto, más que conservador, de que sólo existen empresas extranjeras entre las principales 120 empresas, el nivel de extranjerización del sector en su conjunto ocuparía 35% de las ventas”, explica la investigación. Esto supuso un desplazamiento de varios grupos empresariales nacionales.
Geymonat explicó a la diaria que parece estar claro que la inversión extranjera en Uruguay prefiere desembarcar en sectores donde pueda explotar las ventajas comparativas que tiene el país y, en particular, las encuentra en la agroindustria.
Otro de los datos que arroja su investigación es que las inversiones extranjeras buscan cada vez menos aliarse con empresas nacionales: “Si uno compara el mapa de los años 80 con el de ahora ve que las empresas extranjeras son cada vez más 100% extranjeras y menos compartidas”, señaló Geymonat. Una de las posibles explicaciones es que antes el capital extranjero necesitaba del socio nacional para poder instalarse; “La economía era mucho más particularizada, con muchos más decretos a medida, con muchas más posibilidades de hacer del Estado un aparato para obtener rentas. Hoy en día parece estar bastante más estandarizadas las reglas de juego tanto para el nacional como para el extranjero”, sostuvo.
Juntos es mejor: los grupos económicos
Los grandes capitales nacionales en Uruguay tienden a organizarse mayoritariamente como grupos económicos. Según los datos de la investigación, 91% de las empresas industriales nacionales integraba grupos económicos en 2015.
“Uno puede ser un capitalista individual, tener una empresa sola, o puede tener su capital en distintos rubros, empresas industriales o campos para arrendar. Es una estrategia para valorizar el capital. La forma predominante de los grandes empresarios en Uruguay es conformarse como grupos económicos y esa es una tendencia que empieza muy temprano, ya a principio del siglo XX”, explicó a la diaria el investigador.
La lógica de la organización familiar tiene un predominio muy fuerte en la forma en que se organizan estos grupos económicos: “No se trata de asociaciones de empresarios que se juntan para armar una cartera de negocios común, sino que son grupos con vínculos sanguíneos o matrimoniales. La lógica que prima es la patriarcal y la del primogénito”, agregó el autor.
Los datos de la investigación muestran que este aspecto queda en evidencia cuando se analiza la composición de los directorios de las principales empresas industriales nacionales. Asismismo, en 42 empresas analizadas, Geymonat encontró sólo una mujer en la presidencia de un directorio.
Mapa escondido
Uno de los aportes más significativos de la investigación de Geymonat es el mapeo de estos grupos económicos. Las dificultades para acceder a este tipo de información son variadas, por lo que el autor se valió de diversas fuentes documentales y entrevistas, desde la Central de Riesgos Crediticios del Banco Central del Uruguay hasta la Bolsa de Valores de Montevideo.
Entre las empresas que se mantuvieron en la actividad industrial, Geymonat hace un análisis detallado de los grupos Strauch, Zerbino, Mailhos, Gard, Otegui, Fraschini, Ferrés, Fernández Alonso, Chamyan, Deambrosi, Szyfer, Soler, Gercar, González y Gómez Alcorta. Si bien sostiene que no existe un “patrón unívoco” para explicar su continuidad en el sector, el investigador da cuenta de varios puntos en común. La mayoría de los grupos analizados son de un sólo linaje. De ese total, diez son anteriores al período industrializador, once de ellos van por la tercera generación de recambio y seis por la cuarta. Otro aspecto que marca es el nivel de diversificación. Geymonat apunta en la investigación que, salvo por el caso de Soler, que se desarrolló en la industria automotriz, los demás grupos tienen una “gran capacidad diversificadora, en conjunto con la habilidad de adaptar su portafolio de negocios a otras actividades”.
Sobre los grupos que permanecen afuera de la industria, la investigación muestra que la situación es heterogénea. Varios siguen siendo “muy importantes” en la economía nacional, como es el caso del grupo Romay, accionista del Canal 4; hasta 1997, el grupo Romay Salvo participó del directorio de Aluminios del Uruguay como accionista.
Otro jugador mediático, el grupo Cardoso, accionista de la cadena Disco, accionista de Canal 12, entre otros, tuvo participación en la industria textil. Adolfo Cardoso Guani, ex ministro de Industria en dictadura, fue accionista de Campomar y Soulas, aunque después dejó la actividad.
“Uno tenía que en los años 80 la mayoría de los grandes capitales nacionales tenían presencia o estaban estructurados en torno a industrias, sobre todo porque las industrias significaban, en términos individuales, grandes acumulaciones del capital”, dijo Geymonat.
¿Qué pasó 30 años después con estos elencos económicos? Las dos terceras partes siguen existiendo en la actualidad. “Buena parte de ellos ya no son industriales, y otra parte de ellos sigue teniendo un anclaje en la industria. De todas maneras, no son predominantemente industriales, sino que se han diversificado los negocios hacia otros sectores”.
Otro de las novedades que presenta la investigación es que el porcentaje de grupos económicos que sobrevivieron se corresponde a los más longevos. “En gran parte de ellos se aprecia un pasaje de tres o más generaciones familiares por su conducción. Este aspecto parece advertir sobre el desarrollo de capacidades específicas para transmitir conocimientos y know how, así como del desarrollo virtuoso de mecanismos para hacer frente al recambio generacional y a la atomización patrimonial que supone la herencia. El desarrollo de este tipo de capacidades habría sido parte de la clave para la supervivencia empresarial como grupo”, sostiene en la investigación el autor.
Ante el contexto de desindustrialización, varias empresas hicieron uso de la “plasticidad” que les dio la estructura de grupos económicos y, en consecuencia, diversificaron sus negocios. “En la actualidad, aún los grupos económicos con presencia en empresas industriales, son a su interna menos industriales que en los 80, concentrando buena parte de su portafolio de negocios en otros sectores”, sostiene Geymonat en la tesis. También se plantea que buena parte de estos grupos económicos “ha sobrevivido con base en la regionalización de sus actividades. Esto es, de expandir su producción a los países vecinos, generando en ellos empresas comerciales e industriales o expandiendo su frontera agraria”.