En XXIV Congreso Internacional de Gestión Humana, Hugo Bai sostuvo que hay trabajadores a los que “es difícil decirles que sigan hasta los 65 o 67”, porque “los sectores más vulnerable viven menos y van a gozar menos de las jubilaciones, en beneficio de los sectores más beneficiados”.

“El cambio tecnológico es apropiado sólo por una parte de la sociedad. Hay sectores que quedan al costado del camino”, dijo Hugo Bai, integrante del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT y del Equipo de Representación de los Trabajadores en el Banco de Previsión Social (BPS), la semana pasada en el XXIV Congreso Internacional de Gestión Humana, un evento que en esta ocasión fue virtual y que es organizado por la Asociación de Profesionales Uruguayos en Gestión Humana (ADPUGH). Además de Bai, participaron Sebastián Peaguda, gerente general de AFAP Sura, y Rodolfo Saldain, abogado y presidente de la Comisión de Expertos en Seguridad Social creada por la ley de urgente consideración (LUC).

En la conferencia “Desafíos de la seguridad social”, Saldain aseguró que hay tres fuerzas que darán forma a las próximas décadas: el aumento de la longevidad, la incidencia de las nuevas tecnologías y el desarrollo de la biotecnología. “Estamos en vísperas de descubrimientos muy importantes que cambiarían aspectos sustanciales”, dijo, y mencionó a Emmanuelle Charpentier y Jennifer A Doudna, ganadoras del Premio Nobel 2020 de Química por su trabajo en la cura de enfermedades genéticas y hereditarias. El tercer punto a tener en cuenta son las nuevas formas de desigualdad. “La Organización Internacional del Trabajo y el Banco Mundial proponen un nuevo acuerdo social porque lo que funcionó en el siglo XX, cuando la población crecía y la economía era muy próspera, ya no va a funcionar en el siglo XXI, cuando la población sólo crece en África y la India”, sostuvo.

Con una caída en los nacimientos, en 1996 nacieron 59.000 niños y en 2019 fueron 37.000, “cae la población económicamente activa en Uruguay, por lo que el desafío en la productividad será gigantesco, y eso implica cerrar la brecha de género”, aseguró. Más allá de la brecha salarial, dijo que es “imprescindible” que las mujeres con hijos a cargo accedan al mercado de trabajo y tengan personas que “cuiden de manera adecuada a sus hijos y también a los viejos, porque eso era algo que antes hacía la familia extendida”.

Para Saldain también hay que dejar de lado “el mundo de tres etapas: estudio, trabajo y jubilación”. Ahora la educación es permanente, y “habrá una mezcla del trabajo con el retiro, como lo puede hacer la mitad de la población de Uruguay”. El experto dijo que para que esto suceda las organizaciones tienen “que cambiar el chip”. “No es posible pensar que las personas de 40, 45 o 50 años ya no existen como fuerza productiva”, expresó. “Tenemos la oportunidad de sacar un dividendo de la longevidad”, sostuvo, aunque aclaró que a una persona mayor no se le puede pedir lo mismo que a la gente joven, pero “hay chances de hacer cosas muy valiosas económicas y productivas”.

Agregó que para aprovechar la experiencia de los años no se puede esperar a cumplir los 60, es algo que se tiene que fomentar desde antes para evitar la vejez pobre. “Un buen envejecer tiene un patrimonio inmaterial, que es la forma en que nos hemos preparado para transformarnos”, dijo.

Cambio = pérdida

Por su parte, Peaguda aseguró que si bien “Uruguay es un país bastante exitoso en temas de seguridad social y tiene una red de contención icónica en la región, eso es difícil de cambiar porque un cambio, de alguna manera, es una pérdida [...] Tenemos una historia que ha sido buena para muchas cosas, pero que hoy peca de tener lugares que no puede cubrir”.

Coincidió con Saldain en que el diseño de la seguridad social se basa en una sociedad del siglos pasados, pero dijo que no se trata de hacer “una revolución” que implicaría barrer con todo; dijo, por el contrario, que lo que se debe hacer es una “evolución” y “cambiar lo que tenemos, amoldarlo a los tiempos nuevos y encontrar qué nos sirve del pasado”.

Su idea es ver al adulto mayor, en lugar de como una carga para la sociedad, como una persona con un gran potencial y capacidad para participar en la vida colectiva. “Los cambios deben ser en los sistemas de reparto y en el sistema de capitalización individual, cuyos protagonistas son las AFAP y las aseguradoras.

El gerente general de Sura sostuvo que tiene que cambiar la edad jubilatoria y que “implementarse más el concepto de la capitalización individual [...] no es un tema de voluntad”. Comentó, asimismo, que el sistema “es insostenible demográficamente”. “¿Podemos tener un sistema para cada colectivo respaldado por toda la sociedad?”, se preguntó. Además, dijo que las personas en edad jubilatoria deben recibir una capacitación tecnológica porque de otra manera no van a poder reinsertarse, y propuso un sistema de jubilación flexible, porque “hoy hay muchos que trabajan en negro, con la informalidad que eso implica”.

Dijo que la gran mayoría de las personas de 70 años son “totalmente capaces, pero no les podemos pedir que trabajen ocho horas al día”, por lo que planteó un sistema de trabajo variable en horas u ocasiones; “hasta puede cambiar por roles para que no quede sedentario en determinada tarea”, puntualizó.

Sobre la capitalización individual enfatizó: “Hace falta más y mejor competencia, porque con un actor dominante como el que hay hoy en día es difícil ver elementos de competencia que den todo el potencial al sistema”.

Sistema solidario

En tanto, Bai defendió el sistema solidario y destacó el rol de la seguridad social en el contexto de la pandemia por la covid-19. “Se presenta como costo que afecta la competitividad y, lejos de ser un costo, es una fortaleza para amortiguar el impacto que tiene un evento como este en la economía y en la sociedad”.

Como desafío señaló el combate a la informalidad, ya que ronda 25% de las personas ocupadas, un porcentaje que se traduce en aproximadamente 400.000 personas. Aseguró que en comparación con la región “no estamos mal”, pero sí muy lejos de las economías desarrolladas, “con las que a veces nos gusta compararnos”.

También dijo que el desempleo es mayor entre mujeres y jóvenes que entre hombres; en la actualidad el desempleo es de 11%, pero en menores de 25 es de casi 28%. La tasa de actividad masculina es sensiblemente más alta que la femenina, “producto de que la mujer, aún hoy, se sigue encargando de forma mucho más intensa de los cuidados en el hogar y concentra más el trabajo no remunerado, que no tiene reconocimiento en el sistema jubilatorio”, aseguró.

Bai también hizo hincapié en que hay muchos trabajadores que no cotizan durante todo el año, algo que “va acumulando problemas en el sistema. Además están los salarios sumergidos; Uruguay avanzó mucho en el crecimiento del salario real, algo que hasta a veces se presenta como un problema del mercado de trabajo y la competitividad de las empresas. En 2006, 62% de los asalariados ganaba por debajo de 20.000 pesos líquidos de hoy por 40 horas semanales; esa cifra se redujo, pero hoy son 25%, un cuarto de los trabajadores, los que están ganando por debajo de esa cifra, por lo que sus aportes son muy exiguos”. El integrante del Instituto Cuesta Duarte también mencionó los desafíos de los cambios tecnológicos y las nuevas formas de trabajo, “ya que son una tendencia a la desigualdad” porque sustituyen trabajos rutinarios asociados a sectores de menos nivel educativo, por lo que va “quedando por el camino un conjunto importante de trabajadores”.

Bai resaltó que no se pueden perder los mecanismos de solidaridad porque, de otra manera, sería muy difícil combatir la desigualdad, “que no tiene que ver con que la gente no se esfuerce lo suficiente ni con preferencias por determinada relación de trabajo, sino que tienen que ver con una enorme desigualdad de oportunidades”, vinculadas con el lugar en el que nacemos.

Al contrario que sus antecesores, opinó que hay que profundizar el sistema solidario: “Los sistemas de reparto intergeneracional están llamados a cumplir un rol fundamental, acompañados de pilares de ahorro”.

Sostuvo que hay muchas personas que no van a llegar a las causales jubilatorias, y el sistema les tiene que dar una respuesta porque los ciudadanos tienen que acceder a las prestaciones sólo por ser ciudadanos.

Resaltó que el tema del ahorro individual los introdujo “en una discusión complicada, en la que parece que lo que aportamos al BPS cae en saco roto y no sabemos lo que paga”. Sobre el sistema de las AFAP afirmó que si bien cumplieron con la función de “rentabilidad profesional de los activos financieros que tenían a su cargo, la competencia que se prometía en beneficio del afiliado no se cumplió” y fue un “caldo de cultivo de costos administrativos desmedidos y exagerados que fueron en detrimento de los trabajadores”. Señaló que hay problemas serios porque “en etapa de desacumulación hay un monopolio del Banco de Seguros del Estado [BSE]” y “las aseguradas privadas se retiraron del mercado porque en la etapa de acumulación el riesgo estaba sobre el individuo y las empresas ganaron”, pero “en la etapa de desacumulación el riesgo se traslada a la empresa, que tiene que pagar las prestaciones, entonces aquella mochila que se pretendía sacarle al Estado en los años 90, en realidad, hoy la tiene el BSE con una cartera deficitaria”.

Bai discrepó con que se aumente la edad jubilatoria para todos los trabajadores, porque hay personas que se desempeñan como peones rurales, hacen trabajos domésticos o están en la construcción, a los que el “cuentaquilómetros” les dio algunas vueltas, y “a esa gente es difícil decirle que ahora vamos hasta los 65 o 67”, porque “los sectores más vulnerables viven menos y van a gozar menos de las jubilaciones, en beneficio de los sectores más beneficiados”.