¿A que te dedicás?
Pinto, escribo, doy talleres de escritura y hago pegatinas en las calles, algo que empecé a hacer frente a la necesidad de compartir lo que siento.
¿Qué sentiste cuando empezó la pandemia?
El año pasado fue muy complicado, en mi sentir ya estaba en pandemia. En lo personal no fue tan grave, aunque sentí miedo, como todos. El día que se declaró [la emergencia sanitaria] estaba viviendo con amigos, y, a partir de eso, decidí desmontar e irme a vivir a lo de mis padres, en San Ramón, lo que me permitió convivir y conectar con la naturaleza; eso me fortaleció y descubrí cosas de mi familia que me sorprendieron positivamente. Con respecto a mi trabajo, no me afectó mucho, cuando arrancó la pandemia mis talleres de redacción los encaramos en modo virtual.
¿Ves algo positivo en todo lo que pasó?
Sí, varias cosas. Por un lado, poder vivenciar el miedo, algo que me permitió saber hasta dónde iba, poder medirlo y darme cuenta de que a veces somos más fuertes. Por otro lado, redescubrir mi entorno de la niñez con una mirada adulta.
Desde el abordaje en los talleres de escritura pasaron cosas lindas, en un ambiente descontracturado, cada uno expresó lo que sentía, fue una forma de hacer catarsis en grupo.
¿Qué creés que va a pasar y que te gustaría que pase?
Creo que la pandemia es como el miedo, busca paralizarnos, y la forma de superarlo es con movimiento, que es algo que hace crear, conectar y estar.
Me gustaría que pase esto mismo, que creemos movimiento y que repensemos lo que nos enseñaron como verdades absolutas, para reconstruir nuestras propias verdades.
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