Una muestra del envejecimiento de la población mundial es que la cantidad de mayores de 65 años supera por primera vez en la historia a la de menores de cinco, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) citados por Rafael Radi. El integrante del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) habló en su calidad de catedrático de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) en una conferencia sobre “Envejecimiento, biología y bienestar en el ciclo vital”, organizada por la Comisión de Expertos en Seguridad Social (CESS), en la que participó también el rector de la Udelar, Rodrigo Arim.
Radi dijo que el fenómeno del aumento de la expectativa de vida que se registra desde hace unos años es acompañado de “fuertes iniciativas científicas” para que el envejecimiento se transite con salud. “No todos los estratos sociales tienen la misma expectativa de vida ni la misma salud”, señaló, y dijo que parte del trabajo de los científicos es saber cuáles son los fenómenos genéticos o ambientales que influyen en los aspectos degenerativos. Hay iniciativas para entender cómo funciona el cerebro que son relativamente nuevas, ya que en el siglo XIX la expectativa de vida era menor y no se veía tanto el deterioro de la vejez, explicó el científico. Agregó que en la biología hay que identificar los procesos relacionados con el envejecimiento para generar intervenciones con cambios en el estilo de vida –en la dieta, el ejercicio y el descanso–, aunque no descartó intervenciones farmacológicas o, en un futuro, intervenciones de las respuestas genómicas.
Para 2050, señaló, la ONU estima que el número de personas con 100 años o más será diez veces mayor que el actual. Para ese año, la organización prevé que la expectativa de vida sea de 80 años para los hombres y de 85 para las mujeres. Más cerca en el tiempo, en 2025, según estas previsiones, la expectativa de vida crecerá a 75 años para los hombres (cuando en el quinquenio pasado fue de 74 años y medio), y pasará de 81 a 82 años para las mujeres.
Acerca de las enfermedades no transmisibles que aumentan cuando las personas envejecen –como las cardiovasculares, el cáncer, la diabetes o los problemas de locomoción–, dijo que dependen 25% de la genética y 75% del estilo de vida (con proporciones variables), y por eso “como país tenemos una enorme posibilidad de influir en esa expectativa de salud”. Como ejemplo mencionó el cáncer de colon, los infartos y la diabetes tipo dos, enfermedades que pueden ser prevenibles entre 70% y 90% de los casos.
Radi contó que se está desarrollando una disciplina que se llama nutrigenómica, que relaciona el potencial de la flora intestinal con la salud de todos los órganos, incluso el cerebro, algo que hace relevantes a los países productores de alimentos como Uruguay. También aclaró que los problemas de salud mental por la vejez dejaron de ser un problema de los países ricos porque también los países pobres tienen una mayor expectativa de vida en la actualidad. “Es un problema global”, dijo. Agregó que algunos factores que prolongaron las expectativas de vida son la potabilización del agua, el uso de antibióticos y la mejora en la alimentación.
Sistema más transparente
La ponencia de Radi se tituló “Biología del envejecimiento, salud y longevidad”, y Arim disertó sobre “La seguridad social: entre las tensiones demográficas y el imperativo de la provisión de bienestar en el ciclo de vida”. El rector de la Udelar centró su intervención en los aspectos generales de la reforma de la seguridad social que está discutiendo la CESS. “La tensión más importante se vincula con las dimensiones demográficas, en contextos en los que la ciudadanía va envejeciendo”, dijo y afirmó que hay que preservar algunas de las características del sistema actual. Dijo que es necesario asumir, por ejemplo, que los mecanismos privados son importantes pero insuficientes. Afirmó que la seguridad social “no es un componente residual de la política pública; es sustantivo y central. No es un problema individual, afecta el funcionamiento de la sociedad”.
Arim coincidió con Radi en que la seguridad social es un avance que se produjo en la segunda mitad del siglo XX. “La epidemia [por la covid-19] dejó en evidencia que sin mecanismos de políticas públicas no se puede sostener el crecimiento económico y que se traduzca en bienestar, es uno de los principales logros del siglo XX, es una herencia bendita de los procesos políticos y sociales que permite traducir buena parte de los logros del crecimiento económico en los bienes generalizados”. La seguridad social emerge con el crecimiento de la democracia, después de la Segunda Guerra Mundial, señaló.
El rector de la Udelar dijo que el crecimiento de la productividad del trabajo no asegura el bienestar de la sociedad, porque antes de aplicar políticas públicas crecía el salario real pero había poblaciones vulnerables en ese contexto, como las mujeres y los niños. Con la seguridad social que alteraron las reglas de juego –como la reducción de la carga horaria laboral– fue posible una mejora social.
Un elemento que no se puede perder con la reforma es la cohesión social, dijo, y afirmó que otros criterios básicos deben ser la equidad, el combate a la pobreza, y la eficiencia. “Es deseable tener un criterio de suficiencia en prestación y cobertura, pero los procesos de reforma han priorizado la sostenibilidad y no tanto la cobertura. Hay que preservar los logros sociales en la reforma”, subrayó.
Uno de los ejemplos que puso fue que en la pandemia de covid-19 hubo un acceso más universal a la licencia por enfermedad en Estados Unidos, lo que permitió que los casos de coronavirus bajaran de entre 400 y 500 casos diarios. Además, recordó que ese es un caso de país desarrollado que no tiene un sistema de licencia por enfermedad unificado.
De acuerdo con Arim, entre los elementos que hay que revisar del sistema uruguayo se encuentra la dimensión familiar, que supone que las personas se casen y estén juntas toda la vida sin tener en cuenta las nuevas formas de relacionamiento. Se piensa en “arreglos familiares estables de una vez y para siempre, con una transferencia del varón a la esposa. Es un sistema extremadamente conservador, con ciertos tipos de arreglos familiares que hoy no tenemos que asumir que sean normas”, dijo.
El rector consideró que se debería poder rendir cuentas sobre los aportes que hoy no están diferenciados por prestación, y destacó la necesidad de transparencia para una decisión pública informada.
Afirmó también que existe una tendencia internacional a considerar como de baja calificación a las personas sin estudios universitarios terminados, y afirmó que las políticas de financiamiento van a cambiar en lo que tiene que ver con los aportes patronales y personales. De este modo, es posible que los aportes patronales del personal de alta calificación recaigan en las empresas, mientras que los de los menos calificados recaigan en los aportes personales. De todas formas, dijo, “el aumento de los aportes patronales sí afecta la eficiencia, el nivel desempleo y los salarios”.