Para cumplir con la fantasía de vivir entre amigos y transitar la vejez sin perder independencia surgió Carpe Diem, una cooperativa de consumo de cuidados y cohabitación que tiene el objetivo de vivir la vejez de forma activa, colaborativa y en un entorno natural. La iniciativa adoptó el nombre de la locución latina acuñada por el poeta Horacio cuya traducción sería “aprovechá el día”. Siete personas forman parte del proyecto y se encargan de impulsarlo para que se haga realidad. Ana Nikicer, Beatriz Bellenda, Luis Sancho, Lizet de León, Ignacio Mullin y Stella Faroppa -seis de los siete integrantes de Carpe Diem- hablaron con la diaria sobre el camino que recorrieron y el que queda por recorrer para hacer realidad la idea.
Según Sancho, “el proyecto parte de la base de una convivencia y una interacción fuerte entre los integrantes”. Comenzó hace seis años, luego de que se unieron dos grupos de personas que tenían una idea similar sobre cómo vivir su ancianidad. “Nuestra idea es hacernos cargo de nuestra vejez y no que venga alguien a decirnos lo que tenemos que hacer. Queremos tener una vejez activa”, planteó Mullin.
Bellenda comentó que tuvieron problemas para aprobar el estatuto del proyecto porque el sistema de clasificación cooperativa no tenía una figura que representara el cometido de Carpe Diem: “Nos querían poner como cooperativa de vivienda, pero no vamos a ser dueños de nuestras casas, sino de las partes sociales”, explicó. El trámite, que demoró casi dos años, se concretó el 12 de agosto; les entregaron los estatutos, la cooperativa fue aprobada por la oficina de registros y el mes pasado obtuvo la personería jurídica.
La idea está inspirada en los cohousing senior, un modelo de viviendas colaborativas orientado específicamente a las necesidades de los adultos mayores, que surgió en la década de los 70 en Europa. Los entrevistados comentaron que en América Latina no hay casos similares a Carpe Diem, así que utilizaron como modelo España, donde los cohousing senior están más desarrollados.
El proyecto está marcado por “la convivencia, los espacios comunes, una serie de servicios y el vínculo entre los integrantes de la cooperativa”, contó Sancho.
La idea es que la cooperativa cuente con muchas áreas comunes y que haya huertas, un parque, una piscina y un comedor. Además, según Mullin, van a integrar una cooperativa de cuidados, acompañantes y un médico geriatra. Los entrevistados identificaron que el proyecto ayuda a contrarrestar aspectos negativos de la vejez como la pasividad y la soledad. Además, brinda de forma “amigable” y “autogestionada” los servicios necesarios para los habitantes.
Destacaron a Incubacoop, la herramienta que acompaña el desarrollo y creación de cooperativas, como un apoyo fundamental para el proyecto. Incubacoop es una incubadora de iniciativas cooperativas en áreas estratégicas o de oportunidad donde la innovación y el conocimiento son claves para el desarrollo. Cuenta con el apoyo del Ministerio de Industria, Energía y Minería, el Instituto Nacional del Cooperativismo y la Confederación Uruguaya de Entidades Cooperativas.
Aunque apuntaron que Incubacoop tiene una impronta “más tecnológica”, seleccionó a Carpe Diem para darle apoyo por su carácter innovador. Durante el proceso los acompañó un equipo compuesto por un tutor, arquitectos, psicólogos, un sociólogo, un contador, un economista y un médico.
De ahí salieron con los preplanos de la edificación de la cooperativa, que se hicieron en base a un terreno ficticio y luego deben ser adaptados, con una noción muy avanzada sobre el financiamiento y con la estimación de que son necesarios 40 socios -en la actualidad piensan que precisan 48- para que el proyecto sea sostenible. “Salimos con los estatutos inaugurados, con un plan de negocios, con los costos de construcción, los costos operativos del funcionamiento y una proyección a 20 años que contempla cómo se iba a ir encareciendo”, agregó Bellenda.
De León dijo que eligieron el sistema cooperativo para desarrollar el proyecto porque las ideas de acompañamiento, auxilio mutuo y el disfrute en conjunto están relacionadas con la filosofía cooperativa. Nikicer destacó que el principio de la solidaridad “es fundamental para un proyecto cooperativo” y que está en la base de Carpe Diem: “Deben compartirlo todos los socios”.
Los caminos a la apertura
Luego de su aprobación como cooperativa, el siguiente paso a futuro es definir cuál va a ser el terreno y comprarlo. Faroppa apuntó que hace tiempo que están buscando la opción más adecuada, pero aún no la han conseguido. Sus requisitos son que el terreno esté a 40 kilómetros a la redonda del centro de Montevideo y que sea de entre 5.500 y 6.000 metros cuadrados: “Queremos que tenga los servicios de alojamiento y áreas verdes en el predio”, comentó Sancho.
En el terreno se construirá un núcleo consolidado; consideraron que es la forma más útil para el propósito de Carpe Diem porque abarata los costos y, pensando en los momentos de dependencia, facilita los traslados internos. Además, maximiza el espacio, facilita el acceso a los servicios y ayuda al mantenimiento térmico. Sancho señaló que “el espacio privado tiene que existir, pero la proyección de tu espacio es todo el conjunto del proyecto. Ahí se pueden integrar otras actividades como huertas y deportes, incluso para que concurran personas que no forman parte del proyecto, pero que están ligados por cercanía”.
Está pensado que la construcción tenga 30 núcleos de alojamiento pequeños, similares a un apartamento, donde vivirán 48 personas: “Es para que la persona o la pareja tengan su espacio privado y luego compartan todos los espacios en común”, dijo Faroppa. Están buscando nuevos socios para compartir el proyecto y comentaron que hay varias personas interesadas en sumarse.
Los miembros de Carpe Diem destacaron la importancia que el proyecto le da al cuidado ecológico, incluso tienen la idea de que la construcción sea con materiales nobles, para causar el menor daño posible. Buscan que el proyecto tenga una construcción inteligente y eficiente, con cuidado en el manejo de los residuos, del agua y que utilice energía renovable.
Además de la preocupación ecológica, también quieren que Carpe Diem tenga una parte social. “Creemos que desde donde sea que nos instalemos podemos recibir servicios o interactuar, no queremos estar aislados del entorno en el que estemos”, afirmó Nikicer. De León agregó que piensan generar servicios que puedan cobrar porque necesitan recibir ingresos para poder tener mejores servicios. “No es un tema de vanagloriarse de nuestro proyecto, pero creo que la parte social tiene que ver con transmitir esto y que haya gente que lo conozca, porque entendemos que es un mecanismo que es mucho mejor que cualquier otro para transitar la vejez” apuntó Sancho.
Hizo énfasis en que esta iniciativa va a ser más barata que cualquier otra opción: “Primero, porque no tiene fin de lucro; segundo, porque vamos a maximizar el uso de las cosas en función de un colectivo que lo va a requerir en forma permanente. Lo económico pesa; para tener un buen servicio en la vejez se requiere una cifra muy elevada. Aspiramos a hacer algo mucho mejor y que además sea autogestionado, con servicios adecuados y a un costo menor”, planteó.
Ante la interrogante sobre cómo se van a tomar decisiones referentes a la vida en la cooperativa, Sancho contestó que “la idea es tomar decisiones hoy, en plenas capacidades, para no cargar a nuestro entorno más adelante cuando no lo podamos hacer”. Indicó que funcionan como una cooperativa, con asambleas, comisión directiva y comisiones de otras temáticas. “En general, maximizamos el consenso porque es un proyecto donde la gente va a vivir. Los procesos de decisiones han sido largos y continúan porque vamos a seguir integrando socios y socias”, aseguró.
Lista de espera
Naturalmente, con el paso del tiempo las personas que vivan en la cooperativa fallecerán. Para que los decesos no afecten la sustentabilidad del proyecto, los integrantes de Carpe Diem volvieron a tomar como ejemplo a los cohousing españoles, que funcionan con listas de espera. Según los entrevistados, en otras partes del mundo, cuando la gente ve que el proyecto funciona se quieren sumar, así que no creen que sea un problema generar la lista de espera. Otra idea que tomaron de los cohousing europeos es poner un límite de cupos por edades. Plantearon que la medida es necesaria para que no se junten muchas personas de edad demasiado avanzada, que empiecen a tener problemas de salud o que estén en situación de dependencia al mismo tiempo.
Las personas que quieran sumarse deben estar entre 50 y 70 años de edad y a los aspirantes se les harán entrevistas para saber si comparten los valores de la cooperativa. Para que la iniciativa sea sustentable, los socios deberán ir abordando el costo de las partes sociales a medida que se requieran para sostener la evolución del proyecto hasta que se concrete. Luego de su finalización, es necesario un aporte mensual para costear los servicios. Afirmaron que los otros proyectos similares que estudiaron para impulsar Carpe Diem pasaron por un proceso de diez años para poder concretarse. Su idea es abrir las puertas a principios de 2026.