Un territorio nunca puede entenderse ni protegerse en forma aislada y sin conocer su historia. El Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay, ubicado en el departamento de Río Negro, ingresó al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) en 2008. Siete años después, el área se expandió y las autoridades, en conjunto con la población local, crearon un plan de manejo donde se establecen las pautas de gestión del sitio y otras cuestiones como, por ejemplo, las actividades que están prohibidas con el fin de salvaguardarlo. En setiembre, el Ministerio de Ambiente presentó un proyecto que busca ampliar por segunda vez la superficie del área protegida en 5.141 hectáreas; en total llegará a abarcar 21.565 hectáreas. La iniciativa, que se encuentra en período de consulta pública –es decir, plazo en el que se reciben comentarios de la ciudadanía a favor y en contra–, intenta aumentar a 35 el total de islas presentes en el territorio protegido, así como una superficie mayor de aguas del río Uruguay. En el informe, además, se proponen nuevas medidas de protección.

Un año antes de que Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay ingresará al SNAP, a cuatro kilómetros de Fray Bentos y cerquita del territorio que se quiere salvaguardar, comenzó a funcionar la primera planta de celulosa de Botnia –luego transferida a UPM– en la ribera del río Uruguay. Según consigna el documento del Ministerio de Ambiente, desde la zona de ampliación se podrá observar –no están incluidos en la selección de predios a ingresar al SNAP– la fábrica de la multinacional finlandesa, pero también la zona franca y la terminal logística de Montes del Plata. Estos dos megaemprendimientos son catalogados como parte de las presiones que sufre el lugar, y sobre este punto volveremos más adelante.

Por otra parte, en el proyecto de ampliación también se ponen sobre la mesa futuros debates. El texto dice “actualmente ni el área protegida ni la zona a ampliar cuentan con zona adyacente”. Cuando un área protegida cuenta con una zona adyacente se establecen diferentes medidas para prevenir impactos en el sitio que se quiere preservar, que suelen ser un poco más flexibles que los establecidos en la propia área. Al respecto, el documento señala que la bibliografía “muestra la influencia de las actividades que ocurren en el entorno del área protegida sobre comunidades de peces, calidad de agua, entre otros aspectos” y resalta “la importancia de tener una zona adyacente” en Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay. “Es por esto que sería bueno tener una etapa de evaluación que analice y promueva medidas de conservación en el contexto en el cual está el área protegida y la zona a ampliar”, describe. Asimismo, plantean que este proceso puede ser a través de la “delimitación de una zona adyacente” o “medidas de conservación efectivas” tales como la incorporación de “lineamientos y acciones de conservación de la biodiversidad en los instrumentos de ordenamiento territorial asociados”.

La evidencia científica que ampara la decisión de la cartera ambiental de ampliar el área protegida, e incluso crear una zona adyacente, es abrumadora. Sin ir más lejos, investigaciones reportan que Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay se encuentra rodeada de cultivos con intenso uso de agroquímicos y que es un “punto caliente” de anormalidades de anfibios que cumplen funciones ecosistémicas fundamentales. Por otro lado, la rica biodiversidad y formas de vida que alberga este sitio permitieron que científicos detectaran una nueva especie de bacteria que nos permite soñar con un mundo con menos agroquímicos. Su nombre es Paenibacillus farraposensis y demostró tener una importante actividad antifúngica y antibiótica. A su vez, la historia del sitio no comenzó con su ingreso al SNAP; allí se ha encontrado evidencia en el paisaje que podría permitir profundizar el conocimiento generado sobre las poblaciones humanas prehispánicas que habitaron la zona. Es decir, en el lugar se encuentran piezas que podrían ayudarnos a comprender nuestra propia historia. Estas son sólo algunas razones por las que deberíamos prestarle más atención al lugar.

Importancia de la continuidad de los ecosistemas

El documento puesto a consulta pública expresa que la ampliación de Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay contribuye a “la conectividad de la biodiversidad a través de las islas”. Cabe resaltar que estas últimas “están incluidas en la red de sitios prioritarios para el SNAP”, en específico sostienen que son “un sitio de muy alta prioridad para la conservación por lo que resulta importante incluir en los procesos de planificación y gestión del territorio”. Las autoridades cuentan que, al mismo tiempo, “permite proteger la continuidad que se da en cuanto a los ambientes insulares” propios del Parque Nacional y el ecosistema fluvial del río Uruguay. “Por ejemplo, permite ampliar la zona protegida de los bosques ribereños de las islas, que son considerados vulnerables”. El texto recuerda también que el lugar es un sitio Ramsar –de esta forma se denominan los humedales que han sido designados como de importancia internacional bajo el Convenio Ramsar– y suma que la ampliación del área protegida hacia la zona sur “permite reforzar su cuidado”. Recordemos que, en esta dirección, se encuentran presiones como la fábrica de celulosa de UPM y la terminal de Montes del Plata.

Río Uruguay en el área protegida Esteros de Farrapos, en Río Negro (archivo, diciembre de 2022).

Río Uruguay en el área protegida Esteros de Farrapos, en Río Negro (archivo, diciembre de 2022).

Foto: Alessandro Maradei

En el documento, los técnicos del Ministerio de Ambiente detectaron la potencial presencia de 137 especies nativas, 45 de flora y 92 de fauna. A su vez, identificaron 54 especies prioritarias, “25 de interés para ser representadas a través del SNAP y 26 se encuentran amenazadas”. “Esta área fortalece y complementa el área actual del Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay al agregar ecosistemas que son hábitat de especies prioritarias para la conservación y, particularmente, de cinco especies potenciales que no figuraban” en la delimitación actual del sitio protegido, sostiene. Dentro de las nuevas hectáreas que buscan incorporarse al SNAP hay bosques nativos, humedales y lagunas internas. Algunas de las especies de fauna que potencialmente habitan el territorio son el coatí, lobito de río, gato montés, zorro gris, nutrias, lagartija de los árboles –considerada como altamente vulnerable al cambio climático– y un gran número de aves y peces, varios amenazados. Cabe destacar que un reciente trabajo en la Isla Abrigo encontró “15 especies nuevas de arañas para Uruguay”.

Una zona importante para la adaptación al cambio climático

“La zona de ampliación forma parte de la cuenca baja del río Uruguay, que se ha destacado por su vulnerabilidad al cambio climático, así como por los aportes de sus ecosistemas a contribuir a la resiliencia frente al cambio climático”, plantea el proyecto. Enseguida, señala que cuenta con “elementos destacados por su valor para la mitigación o adaptación” al fenómeno. “El bosque ribereño y humedales pueden cumplir función de atenuación de las inundaciones al captar parte del agua y liberarla. En el escenario de cambios en el clima, donde las especies pueden cambiar sus rangos de distribución y pueden ocurrir eventos extremos que las afecten, la conectividad del paisaje es una medida de adaptación al cambio climático”, ejemplifica.

Por otro lado, sostienen que ampliar el área protegida en esta zona limítrofe con Argentina “es clave para aumentar las oportunidades de coordinación de estrategias de ambos países para la conservación de estos ecosistemas”. También destacan la importancia del trabajo conjunto para “poder gestionar, compartir aprendizajes e implementar formas de trabajo comunes en el territorio que trascienden límites políticos”.

Foto del artículo 'Esteros de Farrapos: el área protegida que el Ministerio de Ambiente busca ampliar y que se encuentra cerca de megaemprendimientos'

¿Qué pone en peligro el sitio y sus valores ecosistémicos?

Una de las amenazas detectadas para el lugar son las “alteraciones de la dinámica hidrológica”. “Los pulsos que permiten pasar o no agua determinados por la represa de Salto Grande pueden repercutir en el sitio ya que los pulsos de inundaciones podrían aumentar el potencial erosivo del río y las interrupciones de flujo de agua podrían afectar negativamente las poblaciones de especies migratorias del río Uruguay. Las canalizaciones que impliquen extracción de agua del río Uruguay también pueden representar amenazas para la zona”, resaltan los técnicos del Ministerio de Ambiente. Este último punto resulta interesante en un contexto donde, kilómetros al norte, una empresa pretende producir hidrógeno verde y combustibles abasteciéndose de agua del río Uruguay y frente a otra área protegida que pronto ingresará al SNAP, las islas del Queguay.

Por otra parte, como mencionamos al comienzo del artículo, los contaminantes industriales y urbanos y los aportes de la agricultura y la forestación también son otras amenazas. En el proyecto se describe que en la zona se ha corroborado que “los agroquímicos de cultivos pueden llegar por escorrentía hasta la desembocadura de los arroyos al río Uruguay”. Inclusive indica que “se han detectado diferentes pesticidas en peces pertenecientes a pescadores de la zona”. “Estos compuestos fueron encontrados en especies que forman parte de diferentes niveles de la trama del río Uruguay, tanto en especies migratorias como no migratorias”, dice.

Sin embargo, la lista de amenazas no termina con estas problemáticas. En la misma línea que el punto anterior, la agricultura intensiva y la forestación también prendieron las alertas de los técnicos. Resaltan, al menos, tres impactos: el “aporte de agroquímicos”, el “reemplazo de ecosistemas naturales para la agricultura intensiva y la forestación” y la “presión indirecta que el cambio de usos del suelo genera”. A su vez, se menciona la minería, que, “en caso de ser realizada como en algunos casos, se ha pedido autorización en la faja de la costa, puede llegar a influir negativamente en el área”. “La remoción de áridos de las playas o de orillas del río puede afectar su integridad y hacer más vulnerables estos sistemas a los cambios en el caudal del río que se dan naturalmente”, dice. Un claro ejemplo de esta situación es la solicitud que realizó una empresa de un exdiputado de Paysandú para explotar predios linderos a Esteros de Farrapos y al río Uruguay que pertenecen al Instituto de Colonización. En ese caso, el Ministerio de Ambiente denegó la autorización al emprendimiento.

Por otro lado, también se advierte sobre la “extracción, cosecha o remoción de especies o tala”, así como la “caza o pesca sin controles adecuados”. En especial, se pone énfasis en que la caza de carpinchos. Durante una recorrida por la zona de la ampliación del área protegida, técnicos de la cartera observaron que en una de las islas se registró un estuche de balas calibre 22. Asimismo, identificaron varias especies exóticas invasoras que deben ser atendidas, como la espina de cristo, la acacia, el fresno, el mejillón dorado y, además, se ha visto en el río Uruguay –en Fray Bentos y Nuevo Berlín– el pez carpa.

Nuevas medidas de protección

En el texto, además de la justificación de la ampliación, se anuncia una “propuesta de actualización de medidas de protección, que presentan cambios en relación a las medidas establecidas en el decreto de ingreso del área protegida”. Entre ellas, se prohíbe: “la urbanización”; “la ejecución de construcciones, salvo aquellas contempladas expresamente en el plan de manejo o que cuenten con autorización del Ministerio de Ambiente”; “los vertidos de residuos, así como el desagüe de efluentes o la liberación de emisiones contaminantes, sin el tratamiento que especialmente se disponga”; “la emisión o producción de niveles de ruido o intensidad de luz que sean perturbadores para el entorno”; “la introducción de especies alóctonas de flora y fauna, salvo animales de producción tradicional en el área protegida”.

A su vez, tampoco estará permitida: la “caza, en particular, la recolección, muerte, daño o provocación de molestias a la fauna nativa, incluyendo la captura en vivo y la recolección de sus huevos o crías, así como la alteración o destrucción de la vegetación nativa”; “la pesca que por su modalidad o intensidad no sea compatible con los objetivos de conservación del área”; y “la recolección, extracción o destrucción de objetos o sitios arqueológicos”. Finalmente, se prohíben “los aprovechamientos y el uso de agua que puedan resultar en una alteración del régimen hídrico natural que tengan incidencia dentro del área”, “el desarrollo de aprovechamientos productivos, tradicionales o no y las actividades de uso público, que por su naturaleza, intensidad o modalidad, conlleven la alteración de las características ambientales del área”, “la extracción de minerales” y “el uso del fuego para la quema de campos”.