“La planta de Arazatí la ponés en Suiza y es top”. La frase la dijo hace unas semanas Francisco Gross, director técnico del proyecto Neptuno-Arazatí por el conglomerado de empresas privadas −Saceem, Berkes, Ciemsa y Fast− que presentaron la iniciativa al gobierno, en entrevista dada a El País. En el mismo artículo, Gross apuntó que la planta potabilizadora que pretende abastecerse del Río de la Plata resulta “segura”, “eficiente” y que en la zona “98%” del tiempo el agua está dulce, con un promedio de “ocho días” de salinidad al año. Sin embargo, hay investigadores de la Universidad de la República que no consideran a la iniciativa “top”, sino que alertan sobre sus peligros con nueva evidencia e incluso muestran que informes encargados por OSE al Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental (Imfia) de la Facultad de Ingeniería obtuvieron resultados que van en sentido contrario a las declaraciones hechas por Gross.
Bernardo Zabaleta forma parte del grupo de investigadores del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de Facultad de Ciencias que reportó que las floraciones de cianobacterias que colmaron las playas de Colonia, San José, Montevideo, Canelones, Maldonado y Rocha en 2019, comenzaron en los embalses de producción hidroeléctrica de Palmar y Salto Grande. Entonces habían observado que, debido a la intensificación de las precipitaciones en la cuenca del Río de la Plata a fines de 2018, las floraciones se transportaron hacia la costa. Más recientemente, el equipo continuó con su línea de investigación, aunque centrado en el Río de la Plata. Luego de procesar y analizar un total de 250 imágenes satelitales que corresponden al período 2016-2021, detectaron que la zona de Arazatí −donde pretende instalarse la planta potabilizadora− es el área con mayor ocurrencia de floraciones.
En la actualidad, Zabaleta y Ana Lía Ciganda, que tiene una maestría en Manejo Costero Integrado, continúan estudiando la dinámica del estuario en la zona que va desde Arazatí hasta Colonia del Sacramento. Uno de los pasos para hacerlo es utilizando imágenes del satélite Sentinel-2 de la Agencia Espacial Europea, que toma registro cada cinco días, y se centraron en el período 2016-2023. “Las imágenes tienen un montón de información. Nosotros calculamos la clorofila-a a partir de un artículo que publicó el Imfia en 2023, en el que ajustaron una ecuación para poder estimarla. Aplicamos la ecuación a 215 imágenes satelitales despejadas”, dice Zabaleta, comentando que la ecuación es “casi lo mismo que muestrear in situ, porque tiene una precisión del 98%”.
Lamentablemente, los resultados preliminares del trabajo “confirman lo que veníamos manejando: la zona es de alta ocurrencia de floraciones”. A partir de los datos, realizaron cartografías donde se visualizan los promedios anuales de la presencia de clorofila-a, que es un indicador de floraciones de fitoplancton (que incluye algas y cianobacterias, entre otros organismos). El valor alto −que puede observarse de color rojo en los mapas que elaboraron− fue definido como 24 microgramos por litro (µg/L) o más. Se tomó como base el artículo “Toxic cyanobacteria in water: a guide to their public health consequences, monitoring and management” de la Organización Mundial de la Salud. En el texto se define esta cantidad como valor máximo para uso recreacional, mientras que para el consumo de agua potable a corto plazo, indica que el valor máximo debería ser 12 µg/L.
Una zona de gran variabilidad
“El gran problema es la falta de datos y la falta de monitoreo del Río de la Plata. Nosotros apelamos a fuentes de información diversas para poder estimar valores; pero cualquier estudio de impacto ambiental que se haga, primero, requeriría tener más información”, plantea Ciganda. En este contexto, los investigadores estaban al tanto de que existía un convenio entre OSE y el Imfia para realizar monitoreos en territorio y conocer la calidad del agua en el sitio donde se pretende instalar la toma. Optaron por realizar un pedido de acceso a la información pública, que la empresa estatal les concedió. En la respuesta, además de los datos crudos, se incluyó un informe del Imfia, que se titula Mediciones de salinidad y otras variables en la costa del Departamento de San José. Mediciones en el balneario Arazatí, enviado a las autoridades en mayo de 2024.
La conclusión de los investigadores de la Facultad de Ingeniería comienza así: “Los registros disponibles hasta el momento muestran una gran variabilidad ambiental en la zona de medición. Desde el inicio de las mediciones continuas en junio de 2021 hasta la fecha de elaboración de este informe, la salinidad estuvo por encima del umbral de 0,45 psu, el equivalente a 141,1 días, lo que representa el 13,7% de los datos registrados cada 15 minutos. La mayoría de los registros de salinidad que superan el umbral de 0,45 psu se observaron entre junio de 2021 y marzo de 2023; seguido de un período desde abril de 2023 hasta abril de 2024, en el que la salinidad ha permanecido sostenidamente por debajo del umbral, con excepción de un pico de 22 horas y 45 minutos de duración entre el 4 y 5 de febrero de 2024, que coincidió con una tormenta de intenso viento proveniente del este. Este último pico de salinidad permite ver cómo, a pesar de estar inmersos en condiciones de alta descarga fluvial, condiciones particulares de viento pueden hacer que el frente salino llegue hasta la zona de Arazatí”.
Los ingenieros del Imfia resaltan en el informe que “se observan períodos sostenidos donde la salinidad permanece debajo del umbral y cercana a cero”, pero “existen otros períodos con bajas salinidades que se encuentran intercalados por períodos de salinidades relativamente elevadas mayores y con tiempo de duración variados”. Por ejemplo, “el período ininterrumpido más largo de salinidades mayores al umbral de 0,45 psu fue de aproximadamente tres meses de duración, de enero a marzo de 2022”.
Por otra parte, también analizaron la fluorescencia de clorofila-a. Detectaron que la zona “presentó sus mayores valores en primavera y verano de 2021, aunque también se registraron valores relativamente altos durante la primavera de 2022; presentando valores más bajos en los tres inviernos de los que se tienen registros”. Ponen sobre la mesa que “en algunos casos, como a inicios de noviembre de 2022”, observaron “cambios repentinos” en la clorofila-a “acompañados de cambios de temperatura del agua, lo que muestra que las transiciones en la masa de agua en la zona suceden en la escala de horas”. “Según los últimos datos obtenidos, la clorofila-a por extracción podría haber superado los 100 µg/L en la parte baja de la columna de agua en la primavera de 2021”, agregan. Un punto necesario para comprender los resultados es que entre el 9 de noviembre de 2022 y 14 de febrero de 2023, los autores no tenían registros de clorofila-a porque los equipos se dañaron.
Ciganda lamenta que “hay un hueco de información que es justo en el verano que hubo más floraciones en este último tiempo”. “No dudo que haya sido por un problema, pero por otra fuente de información podemos ver que es el momento más complicado”, reafirmó, tomando como base los datos preliminares de su investigación, que está en curso.
Lo que sucede en la superficie está directamente relacionado con lo que sucede en la profundidad
“La sonda [que proporciona los datos al Imfia] mide los parámetros cada 15 minutos. Nosotros hicimos coincidir la hora del pasaje del satélite con la hora en que la sonda mide los datos, con una diferencia de ocho minutos, que en el mundillo de las imágenes satelitales es como sacarse una selfie, pero con la diferencia de que la sonda estaba en profundidad”, cuenta Zabaleta sobre los datos de clorofila-a. “En toda la discusión del proyecto uno de los argumentos que decía, sobre todo Gross, es que las floraciones no ocurren de la misma forma en la superficie [que puede ser medida con imágenes satelitales] que en la profundidad [medidas con la sonda por el Imfia]. Es real que no ocurren de la misma forma, pero no quiere decir que una ocurra más que la otra. Son diferentes y no sabemos cómo se comportan porque no está estudiado”, señala el investigador.
Zabaleta relata que “lo que sucede en la superficie está directamente relacionado con lo que pasa en la profundidad” y describe que, junto con Ciganda, encontraron una correlación importante entre los resultados de las series de datos. “Con la información recogida in situ que hay y el manejo de las imágenes, queda claro que lo que pasa en la columna de agua no es independiente de lo que pasa en la superficie; por lo tanto, las floraciones que vemos en las imágenes satelitales serían muy similares a las que hay en la profundidad, donde se pretende extraer agua para potablizar”, reafirmó.
Asimismo, Ciganda complementó: “Para nosotros el conocimiento local es también una fuente de información superrelevante, y tenemos testimonios de los pescadores del lugar, al igual que de guardavidas. Ellos vienen diciendo hace tiempo que cuando hay algas −o el ‘verdín’, como le dicen también−, están en todos lados, no quedan sólo en la superficie”. En la misma línea, Zabaleta suma: “En el verano de 2023, se registraron floraciones intensas en la mayoría de las playas con servicio de guardavidas del departamento de San José. Los balnearios que tuvieron mayor presencia de bandera sanitaria fueron Arazatí y Kiyú. La bandera sanitaria se coloca, en el caso de la presencia de cianobacterias, cuando hay una floración intensa desarrollada. Eso no quita que otros días del verano no hubiera habido floraciones, ya que, según lo establecido en el protocolo de colocación de la bandera sanitaria elaborado por el Ministerio de Ambiente, cuando hay floraciones dispersas no se indica la colocación de la bandera”.
Un paso atrás, Neptuno
Uno de los cuestionamientos que realiza Ciganda −tanto a las autoridades como a los proponentes del proyecto Neptuno-Arazatí− es que “nadie está midiendo los valores de cianotoxinas en el Río de la Plata medio”. Enfatiza en que existen “muy pocos registros” y que “no hay ningún dato producido por el Consorcio Aguas de Montevideo” en el Estudio de Impacto Ambiental vinculado a estos tóxicos. “Ahora estamos en el proceso de autorización ambiental, en el que el Ministerio de Ambiente debe decidir si los impactos que generará la iniciativa son admisibles o no. Nosotros estamos yendo a un paso previo, que gira en torno a la pregunta de si se puede potabilizar el agua de este sitio, a qué costo y qué diseño requiere el sistema para poder hacerlo en estas condiciones. El medio receptor, que es el primer paso del estudio de impacto ambiental, no está bien caracterizado. Si partís de información que es errónea, todo lo que hagas después va a tener muchas dudas sobre su validez. No están considerando toda la información disponible, no están haciendo análisis específicos sobre algunos factores relevantes como, por ejemplo, la columna de agua o cómo se comporta el estuario en esa zona”, agrega la investigadora.
Por otro lado, Zabaleta señala que “no hay ningún monitoreo y no figura que esté planificado controlar plaguicidas o agroquímicos”. “También es preocupante que no están previstos cambios en el manejo de las unidades productivas que quedan cerca del reservorio. No se sabe si los productores van a poder hacer manejo tradicional del suelo. Entonces, son muchas cuestiones que no están previstas”, apunta. Ciganda acota que “las floraciones de cianobacterias han aumentado en los últimos 20 años” y hay “evidencia de que este incremento de las floraciones es causado por los nutrientes que dirigen las empresas agroindustriales a los cursos de agua. Claramente el objetivo principal sería controlar ese aporte de nutrientes. Para lograr tener un sistema de abastecimiento de agua potable justo, también hay que cambiar el modelo productivo”, finaliza.
“Para una inversión tan importante y con posibles impactos en la salud, ¿por qué no se discuten otras alternativas en vez de apurarse en tomar una decisión?”, inquirió Zabaleta. El jueves 3 de octubre a las 18.00 tendrá lugar la audiencia pública del proyecto Neptuno-Arazatí en el salón Club Social y Deportivo San Rafael, ubicado en la localidad Rafael Perazza, departamento de San José. En la Constitución está establecido que todos los usuarios del agua pueden participar en todas las instancias de planificación, gestión y control del agua.