Todos corren, todos meten. Alguno para la pelota.

La catedral tricolor vibró en un murmullo nocturno que aumentaba decibeles y parecía un globo grande como un zapallo a punto de explotar. Contra los alambres se desgañitaban los muchachos. Había aplausos y cánticos simbólicos, con cadencia pegajosa. Había también una pelota que quedó boyando y que el paraguayo Aranda agarró firme, y sacó un viaje fulminante rumbo a la red. Antes el Pelado Espiga, con olfato de goleador eterno, había conectado el 1 a 0 parcial. Después llegaron en borbollón los goles tricolores.

El primer tiempo quedó enredado en la lucha por el útil, las marcas, y escasez de ideas para definir. Todo lejos de las áreas, lejos del gol. Recién a los 15 minutos de la primera parte, el equipo de Acevedo logró combinar un ataque prolijo. Por más que el zaguero Lembo chamuyó montones, Nacional no encontró el paso. Pasaron más de 30 minutos de acción sin contenido futbolístico. Algún chispazo de Matute, queriendo explotar la capacidad del Morro, medio tirado por izquierda y luchando con los zagueros, y el Chapa rondaba por el medio. Lodeiro se enchufaba y arrancaba aplausos, y se desenchufaba y no pasaba nada. Cayó un centro al área y el Morro metió un cabezazo afuera en la jugada casi con más emoción del primer tiempo. Poco después, un bombazo del voluntarioso Aranda pasó sin dirección de arco.

El Tito Ferro, el hachero que llegó de Sauce y mete piernas filosas y dinámica de motosierra, empujó el camión y pudo estar la apertura del marcador.

El Central de Obdulio se pasó media hora sin patear al arco y ordenó líneas controlando cualquier fisura defensiva raspando todo el tiempo. Así se cerró 0 a 0 el primer acto. Trasante mandó los cambios y Acevedo ordenó subir a Matías Rodríguez. Enseguida el Morro se comió el gol y Frascarelli controló la globa. A los pocos minutos, el artiguense Fabián Coelho metió el centro y el goleador Espiga ganó la posición y metió el sorpresivo 1 a 0.

Nacional empezó a remar. El paraguayo Aranda encajó un bombazo terrible, un tiro seco y cruzado, y la guinda se enredó en las piolas con el rápido 1 a 1. En jugada confusa, tal vez un agarrón, una mano; el juez, sin titubear, marcó penal y le sacó el cartón rojo a Tejera. La locura tricolor explotó cuando el Morro ejecutó con categoría el 2-1. Después el Nico Lodeiro clavó un golazo formidable, de otro planeta, en una jugada espectacular para darle lustre al talento del sanducero. Entró a pura gambeta, eludió a tres hombres y la mandó como un crack a morir contra un caño. Fue el 3-1 que arrancó la ovación infernal. Y Central con diez se desflecó.

Para peor, casi de inmediato cayó el cuarto. El 4-1 llegó cuando el Chapa Blanco picó solo y anotó con fineza. El quinto llegó con un remate de Varela, que recitó el abecedario para terminar de aplastar con goles al Central de Obdulio.

Un primer tiempo opaco y una segunda parte a toda máquina. La noche quedó repleta de euforia. Las gargantas, secas, y un montón de goles, sonrisas en tres colores y la larga ilusión intacta.