La euforia estalló temprano. Se descolgó con alegría contenida y pasión inmortal. Cuando el Perro señaló el final, la ovación rebotó con magia de colores y fantasía a rayas por los costados, cerrando así una luminosa tarde de domingo. Ganó bien Peñarol, con dos conversiones del maestro Pacheco ante un Wanderers desflecado que no dio pie con bola. La Colombes es un horno. Tapada de gente a pura garganta, brazos arriba, ilusión que arranca. Brillan las camisetas mientras gira mágico, con murmullo, el primer minuto de juego. De entrada atacó el Wanderers de Capitano, pero en la red pegó primero el carbonero. Al minuto y poco de fútbol, mientras algunos remolones se acomodaban en el cemento, Brian le marcó el guión a Tony Pacheco, quien anotó el 1 a 0 definiendo con la calidad de toda la vida y terminó caminando como el héroe de la película. Fue el primero que reventó en el aire para edificar una victoria final con solidez y orgullo colectivo. La pelota surcó el aire en el área y Brian se la bajó a Pacheco para que definiera al fondo del arco. El segundo cayó al filo de los diez minutos. Al técnico Salvador se le cayó la estantería encima. Explotó en la red como una bomba de dulce de leche cuando el disparo de Pacheco le pasó por abajo del cuerpo al golero bohemio en el medio del arco. A Wanderers no le salió nada. Se cargó de errores defensivos, tocó y tocó el esférico en una calesita estéril y prácticamente no llegó nunca ante un rival que le metió un pressing asfixiante a cada globa. A los once minutos de la primera parte ya Peñarol ganaba 2-0, jugando cómodo. El equipo de Ribas se hizo sólido, mandó en mitad de campo ante un Wanderers de toques laterales, de fútbol horizontal y sin peso alguno arriba. Peñarol se paró bien, funcionó bien por líneas, controló el fútbol en la mitad de la cancha, sumó esfuerzos y bien pudo terminar el primer acto ganando 3-0 si no hubiera mediado una anulación de gol lícito a Brian Rodríguez. Peñarol confirmó un conjunto ordenado, disciplinado y atento. Se destacaron varios futbolistas, entre ellos el juvenil Emiliano Albín (primer partido en Primera División, 20 años, oriundo de Sauce, de pasado negriazul, estudiante de Agronomía), un volante que corrió muchísimo, la pujanza técnica del brasileño Robson, la presencia en el quite del veterano Gaucho de los Santos, la presión ofensiva de Brian pivoteando arriba, además de los goles oportunos del talentoso Pacheco. Ribas hizo también debutar al argentino Martinuccio, que demostró en pocos minutos que con campo a favor puede llevar peligro y meterle fuego al murmullo tribunero. También fue a la cancha el Tornado Alonso, que casi la mete adentro. Esto recién arranca. Ahora viene el siempre difícil Cerro. El Peñarol de Ribas está muy concentrado física y mentalmente en esta campaña que empieza. La ilusión empezó a palpitar en cada latido aurinegro. Primer partido, primer triunfo, primera alegría. Es decir, primer peldaño de la escalera. Señores, el espíritu manya está latente. ■